De citas, personajes y la conciencia.

Estamos habitados por múltiples personajes. Somos una maraña de yoes irrumpiendo en la consciencia tratando de imponer sus puntos de vista. Todos y cada uno de los engaños de este mundo no son nada comparados con los que cometemos con nosotros mismos. Ser honesto con uno mismo es uno de los más duros desafíos de la vida e infinitamente más difícil que culpar y condenar a otros o al entorno. Lo más sencillo es reprimir, disimular y ocultar a través de máscaras constituidas por todas esas cualidades maravillosas y nobles virtudes que creemos tener. Rechazamos mirar y afrontar el dolor a causa del miedo pero al hacerlo nos causamos una clase de sufrimiento que se vuelve inexplicable para una mente acostumbrada a negar lo que siente y a no aceptar la realidad tal como es.

Hay una pasión que nos ata y otra que nos libera. El arte de discernir y discriminar hace la diferencia frente a la necesidad de decidir: Reconocer, distinguir y seleccionar lo verdadero, apropiado, coherente y equilibrado frente a lo que no lo es.
Somos la expresión de un gran misterio y diversas las formas de entendernos a nosotros mismos y a la vida. 

La madre de todas las batallas se libra dentro de uno mismo. Y el humor puede ser un alivio y un gran compañero de viaje: «Felices los que se ríen de sí mismos porque nunca terminarán de divertirse».

Y dijo Victoria Victimitis, asistente a tiempo parcial de Pedro el Gurú: «A veces los mejores amigos son aquellos que no están ahí cuando los necesitamos. Porque entonces tenemos que ir más allá de la necesidad y encontrar algo mucho más profundo que la comodidad de lo conocido donde sabemos desenvolvernos. Desear que algo sea diferente a como es se vuelve el pasaje al sufrimiento. Finalmente el corazón se llena de gratitud y crecemos en sabiduría al comprender.»

Y dijo Pedro el Gurú, mientras elongaba los gemelos contra el cordón de la vereda: «Ser consciente es también estar atento como presencia sensible, a las necesidades de los demás. El bienestar interior que solo satisface los deseos que giran alrededor del propio ombligo, aún cuando sean buenos deseos, son solo una forma espiritualizada de egoísmo.»

Y dijo Pedro, el gurú del gym, secándose la frente y tomando el acostumbrado trago de su misterioso batido: En el «emporio del siga siga» los que la pasan bien son los mudos condescendientes que silenciosamente disimulan lo que ven al no atreverse a expresar lo que piensan. Luego sobrevienen las contorsiones interpretativas que justifican los deseos con el disfraz de lo necesario. Mi error está en desear que sea diferente a lo que es y eso demuestra que todavía no estoy muy zen que digamos.

Y dijo El Tábano Alberto, el tanguero caminador de veredas porteñas, despuntando el vicio de la pregunta retórica mientras pateaba latas y botellas de plástico vacías:
– ¿La verdad nos hace libres o la libertad nos hace verdaderos?
– Respeto, pluralismo, tolerancia ¿son atolones en el océano Índico o estancias en la Patagonia?

Y dijo Pedro mientras se sacaba las zapatillas y escurría las medias: «Sabio es quien busca asomar aunque sea por un momento su cabeza al cielo y necio quien desespera por meter el cielo en su cabeza».

Y dijo Lady Pureza, la inmaculada sabia incógnita: «Reemplazar el miedo a Dios por el miedo al karma es una forma alternativa de no confrontar la naturaleza de nuestros propios miedos. No hay forma de liberarse de ellos sin comprender su origen con lo que implica hacerlo. Aunque mantenerse adormecido en algún falso refugio sigue siendo una opción.»

Y dijo Pedro, el silencioso maratonista de la vida, desde su perfil pragmático: «Porque no es suficiente hacer esfuerzos, pasarla mal y sufrir con resignación. No es cuestión de pasarse la vida chupando limones porque uno ama la sabiduría, la verdad y desea ser honesto. Estamos en esta vida para estudiarnos a nosotros mismos pero solo es posible mirando nuestro corazón con bondad dentro de nuestra horrible y deprimente confusión. Sin bondad, humor y compasión hacia lo que vemos la honestidad se vuelve un lugar sórdido y nos sentimos desgraciados.
Por eso, coraje pero con cordura, firmeza pero con suavidad. Siempre con delicadeza y cordialidad hacia lo que vemos en nuestro corazón para hacernos amigos de eso que vemos con altas dosis de compasión y cuidado.»

Y dijo el Dr. Ravan, el psicoanalista freelance de lo cotidiano: «Toneladas de apego moldean nuestros puntos de vista y calificativos. Los hechos son solo hechos pero cuando adjetivamos alrededor de ellos tratamos que sean conforme a nuestros deseos e influimos en la opinión de los demás.
La honestidad se parece a la raíz de un rosal. Tiene menos prensa, no busca la fama, se la deja a la flor. ¿Por qué será que las palabras sinceras suelen carecer de elegancia?»

Y dijo Gladys, la cosmiatra zen: «Quizá se trate de comprender que las verdaderas tinieblas no son las de nuestra oscuridad desbordante sino las de rendirse a ellas bajo el imperio de la impotencia y la aflicción. Porque también las carencias afirman, tienen su propio decir y maneras de confirmar su existencia para señalar algo. Cuesta más de lo deseable aprender a constatar que todo tiene un sentido a la espera de ser descifrado y que habitar nuestras ambig­üedades puede resultar incómodo e inquietante. Tanto así, que optamos por volvernos ciegos a nuestra propia oscuridad. Después de todo, las nubes hacen al cielo más humano para que el sol no nos encandile.»

Y dijo  Lady Pureza: «Lo que consideramos válido hoy, no necesariamente será válido mañana para nosotros mismos o para los demás. La validez está condicionada por muchas cosas, como todo en este mundo de permanente cambio. Es legítimo, lógico y coherente analizar, corregir, mejorar e inclusive descartar lo que ya no tiene sentido. Tomar lo que hoy es válido en forma descontextualizada es considerar mi apreciación como una verdad absoluta. Y no lo es.»

Y dijo Pedro: «Algunas personas piensan que están reflexionando cuando simplemente están reorganizando sus prejuicios. Es infinitamente más fácil verlo en los demás que darse cuenta cuando uno mismo lo está haciendo. Pero para poder darle un vistazo a la vida hay que dejar de juzgar lo que está bien y lo que está mal disolviendo las propias creencias y dualidades.»

Y dijo Pedro (sentado en el cordón mientras cambiaba la cámara de la rueda trasera de la bici): «La paz es el bonus track del cd del entendimiento. Si no hay verdadera comprensión creerás que sientes paz pero no durará. Pronto estarás cuestionando algo que se llevará esa paz superficial. Volverte pacífico es la consecuencia natural de comprender integrando los dos hemisferios cerebrales: el analizar le da forma a la idea y tu corazón la reconocerá como verdadera.»

Y dijo Pedro, con la medialuna enarbolada preguntando por su café y con algo de malhumor: «Frente a las situaciones siempre hay un gap, un espacio hueco que nos separa de ellas cuando aprendemos a observar. Ese espacio suele llenarse con pensamientos que siempre son una elección personal. Dependen de cada uno y no de la escena. Aprender a verlo nos hace libres de elegir qué pensar como un acto subjetivo frente a un hecho objetivo. Pero para eso hay que aprender a hacer un stop, parar y observar y luego recién seguir. Sin ese stop hay pocas posibilidades de entender y no habrá verdadera comprensión por más sabias que sean las enseñanzas espirituales. El conocimiento que no se practica es como una flor artificial: Las hay bonitas pero no tienen vida.»

Y dijo Ofelia Guillotina, el instrumento filoso, mientras degustaba su segundo té verde: «Ella estaba tan ocupada y entretenida en mantener su día a full que tuvo un accidente de tránsito, murió y le llevó un par de horas darse cuenta que ya no necesitaría su agenda».

Y la vida nos da la opción de dibujar el propio boceto en un proceso de revisión permanente o creer en el diseño de otro.

  «Un día sin chocolate es un día perdido».

De las explicaciones y argumentos.

Solemos darnos explicaciones para aliviarnos. Es que el miedo es un compañero fiel de nuestra condición humana y nos angustia la incertidumbre de no poder controlar lo que nos sucede cotidianamente. A veces creemos haber trascendido la necesidad de tenerlo todo controlado, nos sentimos muy inclusivos aceptando al que piensa diferente por el simple hecho de no contradecirlo pero luego el cuerpo en el que habitamos nos envía las señales de malestar. Es que nuestras vísceras suelen pensar con coherencia… y no cambian de opinión como nuestra mente.

La percepción selectiva suele escoger cuidadosamente sus testigos cuyo testimonio es consecuente con la necesidad que los invitó a ser parte. Los argumentos a favor de la creencia son siempre convincentes para quien la detenta. Así es como nos convencemos de lo que deseamos percibir y de la ficción en la que decidimos mantenernos.

La mayoría de nuestras decisiones son emocionales y las justificamos con argumentos lógicos porque nos consideramos seres racionales. Pero la autoconciencia requiere práctica para llevarla a un nivel superior al de ser conscientes de estar vivos y vinculados al mundo. No es solo eso. Podemos vivir el sueño de la ilusión pensando que estamos despiertos, conscientes, atentos y que somos rápidos y claros en nuestras decisiones. Pero sin virtud transformamos la práctica en un recurso útil y solamente eso. No alcanza con creernos lúcidos y aplicar herramientas prácticas sino que es necesario concentrarnos en determinar si lo que hacemos nace del amor o del miedo como premisa fundamental de nuestras acciones. Porque nuestra espiritualidad se deja ver, fluye como el río buscando su cauce y no requiere demostración de sus márgenes. Así como las flores, somos abiertos y receptivos al suave rocío y cerrados a la rigidez del aguacero.

Un asiduo visitante de la catedral de los fierros, ateo reconocido y orgulloso de serlo, casi increpó a Pedro, pacífico gurú del gym, con una pregunta crucial: 

– «¿Existe realmente un Dios?»

– «Para serte completamente sincero, no tengo respuesta», respondió Pedro.

– «Caramba, ¡eres ateo!

– «¡Claro que no! El ateo comete el error de negar algo de lo que no puede decirse nada. Y el teísta comete el error de afirmarlo.», contestó Pedro revolviendo el fondo de su licuado de zanahoria y apio porque era lunes.

Del apego, de creer y ver.

Muchas veces vivimos creyendo que «tenemos los ojos abiertos», «que estamos despiertos» y por eso a nuestra conciencia no se le escapa nada de lo que sucede. Cabría preguntarse cuánto de válido tiene esa confianza en estar comprendiendo. Las formas que toma el apego a las ideas y las explicaciones que nos damos para fundamentar aquello que nos hace sentido o satisface las necesidades básicas de afecto, cuidado, pertenencia se vuelven sutiles para saltear cualquier filtro primario. Pero una mente que vive obsesionada por las cosas que obtiene y la vivencia de logro no puede ver incluso lo obvio. Lo aparente confunde y transforma en ilusión lo que percibimos como real.

Es inclusive en la búsqueda legítima de paz o amor que nos apegamos al identificarnos con la idea que tenemos de lo que significan y cómo se manifiestan. Nos relacionamos con la idea o con el concepto de la paz o el amor como algo que construimos o hacemos pero no con su sentido consciente que solo es accesible a través la experiencia cuando el «yo chiquito» no está allí. Incluso llegamos al absurdo de buscar la experiencia para unirnos al «club de los experimentadores de paz y amor». Podemos vivir ciegos a esa verdad y sentir felicidad. Y es válido como forma de seguir adelante en la vida sin derrumbarse al no tener de donde sostenerse o tomar soporte. Aunque en absoluto es la representación de la pureza de la paz o el amor sino formas de apego a esos conceptos. Confiarse en una percepción subjetiva con el peso de la verdad es garantía de conflicto seguro con otros que no acuerden con ella. Casi sin darnos cuenta podemos construir nuestro propio dogma personal, ese que provoca que todo lo que se aparte al sistema de creencias propio, moldeado con rigurosa meticulosidad a lo largo de la búsqueda de respuestas, sea erróneo o simple ignorancia.

Los seres humanos somos entidades psicosomáticas complejas, individuos únicos y diferentes, vulnerables desde distintos ángulos y aspectos. Aceptarlo es una forma de comenzar a conocernos verdaderamente y no como manera de tapar otras necesidades psicológicas. Las necesidades del alma fluyen en el movimiento de la vida sin forzar las formas ni maneras y se expresan sin esperar ser validadas por ninguna pertenencia.

El individuo que ha logrado independizar su capacidad de elegir de cualquier forma de apego vive consciente, en libertad, se observa imparcialmente para discernir, no juzga a los otros sino los abraza con compasión desde su propia vulnerabilidad. El amor hacia sí mismo se expresa al respetar a los demás en sus propias necesidades aunque no las viva como tales.

Y como dice nuestro querido Pedro, el silencioso maratonista de la vida desde su costado más pragmático: «Porque no es suficiente hacer esfuerzos, pasarla mal y sufrir con resignación. No es cuestión de pasarse la vida chupando limones porque uno ama la sabiduría, la verdad y desea ser honesto. Estamos en esta vida para estudiarnos a nosotros mismos pero solo es posible mirando nuestro corazón con bondad dentro de nuestra horrible y deprimente confusión. Sin bondad, humor y compasión hacia lo que vemos la honestidad se vuelve un lugar sórdido y nos sentimos desgraciados.
Por eso, coraje pero con cordura, firmeza pero con suavidad. Siempre con delicadeza y cordialidad hacia lo que vemos en nuestro corazón para hacernos amigos de eso que vemos con altas dosis de compasión y cuidado.»

Del amor auténtico y la espiritualidad burguesa.

Que Pedro suele resultar una compañía estimulante y le agrega valor a cualquier conversación no es novedad. Sus comentarios suelen provocar que más de uno abandone sus propios asuntos para poner atención a lo que dice el musculoso. No sé si tendrá alguna relación pero en ayunas regala momentos de lucidez. Mientras esperaba el diario del domingo con una mirada lujuriosa hacia las medialunas parecía estar pensando en voz alta sumergido en un mar de pensamientos:
«La vida es un puente colgante entre estados de conciencia y el error es tratar de construir un refugio donde no hay en qué apoyarlo. Es lógico y razonable que no todos tengamos el deseo de una real comprensión de la verdad. Es un pequeño infierno cotidiano lidiar con nuestras angustias sabiendo que la vía de la aceptación en primordial para cualquier intento de aliviar el sufrimiento de existir tanto propio como de los otros.

Vivimos dispersos en cuanta superficialidad es posible transitar para distraernos o ensimismados en nuestras propias necesidades, como si el mundo externo fuera un error, aislados frente a las injusticias y dedicados a la autosatisfacción como derecho primordial. El vacío existencial ahora se atiende de formas más sofisticadas que pasarse de copas, comer demás, correr una maratón sexual o salir de compras. ¿Te fijaste cuántos “corredores” que tenemos alrededor? La atención plena o mindfulness llegó como un producto para sentirse bien extraído de la góndola de autobienestar al estilo burgués pero sin ninguna consideración ética hacia los demás, nuestra interdependencia y los padecimientos humanos. Es una forma de autoindulgencia. Una espiritualidad mercantilista para desarrollar habilidades emocionales destinadas a optimizar el rendimiento y fabricar líderes más eficaces e influyentes. Más de lo mismo y no justamente de Uno Mismo.

Estar atento es una actitud imprescindible para ser compasivo con uno mismo y con los demás. Es básico no ser la causa de un perjuicio adicional o agregar dolor a lo evidente. Pero para considerar este aspecto primario al que accedemos a través de la meditación es necesario replantearse las razones por las que la indagación, observación y análisis tienen sentido. Estamos tan acostumbrados a buscarle la utilidad a todo que las preguntas existenciales también se vuelven ligeras y amenas cuando en realidad no lo son. ¿Qué es todo esto? ¿Qué es la realidad, el pensamiento y eso que llamamos vida? ¿Y yo que soy y qué importancia tengo en este juego? ¿Hay un sentido en el vivir o solo se trata de pasar el tiempo?

Porque volvernos conscientes de nosotros mismos implica también abrir los ojos hacia los demás y considerar nuestra humanidad compartida en sentido amplio donde el agradecimiento, la amabilidad y la compasión no sean enunciados políticamente correctos sino formas de transitar la vida.
Un comportamiento coherente con la intención de vivir compasivamente es dejar de proyectar sobre los demás las exigencias insaciables de nuestros apegos menos conscientes. Ser muy honestos con nosotros mismos y no dejarle lugar al autoengaño como paliativo necesario porque no lo es. La honestidad puede resultar muy dolorosa al principio. Pero a medio plazo es muy liberadora. Nos permite afrontar la verdad acerca de quiénes somos y de cómo nos relacionamos con nuestro mundo interior. El yo y los deseos propios tienen que estar a la par de los demás en un marco de respeto y consideración que promueva el compartir y darse de manera auténtica, sin imposturas ni pseudocomportamientos virtuosos.

No hay espacio para el amor cuando hay demanda hacia el otro o la escena porque la real carencia es de aceptación de nuestra transitoriedad e impermanencia de todo lo que consideramos nuestra vida

 

 

«La reflexión puede ser consciencia, pero el amor hace alma» (James Hillman)

 

De búsquedas, de espiritualidad, de preguntas, de misterios.

Pedro, mi amigo el Gurú del Gym, es un sujeto cercano, sensato, muy aterrizado. Solemos mantener conversaciones amenas alrededor de cuestiones cotidianas sobre las que generalmente encontramos puntos de encuentro. La ventaja de dialogar con él es que no tiene la necesidad imperiosa de imponer su punto de vista ni de tener razón. Como buen pensador y buscador de la verdad siempre está atento a aquello que llega a su presente para enriquecerlo y volverlo más sabio.

Café mediante, en el improvisado bar del Templo de los Fierros, solemos hablar sobre la dimensión espiritual de la existencia humana con apasionamiento y encontrando profundidad en la reflexión para demostrarnos que no es el lugar, ni el ambiente, ni las condiciones sino la intención y el deseo profundo de vivir la espiritualidad compartida, lo que nos lleva a estar más allá del desafío de la música y  la superficialidad aparente.

Hoy compartíamos miradas sobre religión y espiritualidad, por estos días, uno de mis temas favoritos. Luego del segundo café expresso, mi retórica se afirmó en el relato de mi exploración: «Casi sin darnos cuenta podemos construir nuestro propio dogma personal, ese que provoca que todo lo que se aparte al sistema de creencias propio, construido con rigurosa meticulosidad a lo largo de la búsqueda de respuestas sea erróneo o simple ignorancia. Porque parece increíble cómo cambiamos el traje mundano por el espiritual para teñir nuestras afirmaciones con falsas certezas disfrazadas de verdades. Son muchas las veces que nos sorprendemos diciendo que algo es indiscutible simplemente porque deseamos que no se cuestione, amparándonos en una evidencia no existente, casi olvidando que lo evidente debería ser el resultado de algo. Es muy humano contar con algunas certezas para vivir, pero esa necesidad descontrolada nos lleva a veces a reducir un testimonio a la categoría de verdadero cuando solo nos parece. Aún con la intención más honesta, conviene no presumir de la presunción disfrazada de auténtica verdad. Somos influidos de múltiples formas por nuestras convicciones y concepciones de la realidad para construir el pensamiento que da amparo a aquello que nos parece. Siendo estos temas tan difíciles de abordar y explicar con claridad a través de limitación del lenguaje, se suele esgrimir como garantía de legitimidad la experiencia espiritual, cuando en realidad, se trata de un relato que nos reafirma y nos da seguridad. Pretender que los demás acuerden porque para nosotros no admite dudas es tan inapropiado como considerar que los otros no lo ven por su propia ceguera. Influir emocionalmente en el otro, es también un recurso muy humano para lograr el rápido consenso que evite debatir ideas y reducir a indiscutible una inquietante visión que carece certeza.»

Pedro suele dejarme sin palabras (algo no muy frecuente ni sencillo…) y hoy fue contundente y hasta casi poético: «Amiga querida, aún no hay persona que tenga La Gran Respuesta ni tampoco ninguna doctrina se volvió la única posible como verdad definitiva. La vida misma no es una pregunta que sea necesario responder o una idea pensada a ser transmitida sino un misterio para ser vivido por el único protagonista posible para cada uno: ese que somos. La espiritualidad viable en este tiempo deberá ser necesariamente inclusiva, integrativa, sin ataduras a dogmas o idiologías, que invite a hacerse preguntas, a la investigación que traiga transparencia sin verdades incuestionables ni basada en algún tipo de información de privilegio o clasificada. Una espiritualidad honesta que reúna en comunidad a almas encarnadas que sufren, tienen miedo, que viven su humanidad sin negar sus emociones, que no excluya ni divida entre «ellos y nosotros». Una espiritualidad sin fundamentalismos, sin interpretaciones cegadoras de nuestra naturaleza y que abrace la necesidad de amor sin condicionamientos. Una espiritualidad que, con la humildad del aprendiz acepte, tolere y conviva con la falta de comprensión y el misterio, para el estado de conciencia del hoy, orientando la búsqueda a un amanecer que nos hermane.»

Casi de inmediato, terminó su vaso de agua sin gas, se puso sus anteojos de sol y se marchó rumbo al ascensor…

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DE COMUNICAR, LOS VÍNCULOS Y LA INFLUENCIA.

Ayer a Pedro, el gurú del gym, se le dio por subir a la bici de spinning. Con sus musculosos noventa kilos, mientras pedaleaba trepando a la imaginaria montaña de su conciencia me decía con mirada perdida: Tenemos que comprender que nuestro lenguaje no verbal raramente es controlado y le muestra al mundo nuestra emocionalidad sea o no conveniente a nuestros propósitos. Gran parte de nuestra expresión en el mundo es subconsciente o inconsciente y no va en línea con nuestros objetivos comunicacionales.

No sin poca sorpresa frente a tal alarde de conocimiento aterrizado que no mencionaba al karma, ni al papel en la obra de teatro de la vida… me subí a la bicicleta de al lado con la intención de escuchar hacia dónde derivaría su reflexión de sabio potenciado con juguitos sospechosos bien occidentales.

La comunicación es todo para el mundo exterior, porque nadie sabe lo que somos, sino solo lo que comunicamos. El manejo que hacemos de nuestra comunicación e imagen determina casi por completo el éxito o fracaso de nuestras ideas. Y tenemos que alinearnos a quien escucha porque sin sincronización psíquica con el receptor del mensaje estamos en el horno, no seremos escuchados. Imposible influir sin entender estos conceptos.

Y continuó, cual porteño empedernido en una mesa de café: Sabés amiga, nos habitan muchos yoes: el yo racional, el yo emotivo, el yo instintivo, el yo orgánico-funcional y el yo conductor, que es como el batido esencial (no pude dejar de asociarlo a las botellitas con líquidos de colores sin etiquetas que consume a diario). Nuestra capacidad de percepción e interpretación está limitada por esos programas precargados que nos condicionan, esas creencias acerca del mundo, las percepciones deformadas de la realidad y si no sincronizamos con el mapa mental del otro al que le hablamos no puede haber lenguaje que tenga llegada ni mensaje que pueda ser escuchado.

He llegado a la conclusión que no podemos dirigirnos del mismo modo a todo el mundo, no podemos ser transparentes, no podemos ser honestos. El mundo no está diseñado para la honestidad porque hay demasiada gente con talento ganando un salario promedio y mucho irreverente mentiroso encumbrado en las organizaciones. La honestidad no garpa, piba. ¿Y sabés cómo lo logran? Influyendo en los demás, son expertos en el arte de influir logrando que los demás hagan por él y para él de forma no demasiado consciente. Vivimos en el mundo de los eufemismos: Al acto de mentir con una intención positiva, le llaman administrar la verdad… Los seres humanos necesitamos ser queridos y aceptados y por lograrlo hacemos cosas increíbles a lo largo de la vida con todos sus matices. Y te digo más: No pierdas tiempo en la crítica aunque sea bienintencionada o la objeción destinada a la mejora continua porque de una opinión, la mente humana solo acepta el 2% del mensaje como tal, el resto es considerado un ataque directo a su integridad y la amenaza resulta en incomodidad y resistencia. El autocontrol es fundamental y y el grado de esfuerzo directamente proporcional a la diferencia de valores y nivel de conciencia de uno y otro. De modo que hay que tener presente siempre: primero halagar, elogiar y complacer (ahora le llaman apreciar) y luego influir (ahora le llaman agregar valor al vínculo).

Y lo pude ver sumergirse en un profundo silencio mientras contemplaba lo que parecía un horizonte mental con imágenes de lo que ya no es ni podrá ser.

 

Principio de la Gestión Exitosa: «Si un sistema requiere controlar a otro, el flujo de la información debe controlarse estratégicamente.»

Corolario 1: La comunicación estratégica es necesaria para defendernos de la inconsciencia de los otros y para no afectar a los otros con nuestra propia inconsciencia.

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De creencias, verdades e ilusiones.

Y ahí iba Pedro, masajeando el pectoral izquierdo mientras paseaba acompañado por su mundo virtual de pensamientos, creencias  y verdades aprendidas en un diálogo imparable solo detenido por su decisión consciente. Pedro, mi amigo gurú de gimnasio, suele ser el consejero al que todos acuden en busca de ese norte que se escapa de la brújula personal.

Llegando a unos de los codos de su propia vida se encontró con La Ilusión disfrazada de Sabio Todoconocedor y decidió acompañar su viaje por alguien que le hiciera más liviana la mochila. Con sus altibajos compartían impresiones sobre las escenas cotidianas.

En cierta ocasión caminaban por la arbolada San Isidro cuando vieron ante ellos a un joven corredor inclinado en el cordón de la vereda tratando de recoger algo. Pedro le preguntó a La Ilusión, que para entonces ya lo acompañaba sin descanso:

«Qué le pasa al chico, busca algo?»

«Sí, claramente, está buscando su porción de Verdad,» respondió La Ilusión.

«¿Y qué piensas de esa búsqueda?», repreguntó Pedro provocando a La Ilusión.

«Haré mi parte permitiendo que aquello que encuentre lo haga una creencia religiosa que guíe su vida», respondió La Ilusión.

Mientras Pedro terminaba el relato de su epifanía desde el caminador de la derecha, cambié la inclinación de la cinta y me quedé pensando que una creencia religiosa es como un poste indicador que señala el camino hacia la Verdad. Pero cuando la gente, obstinadamente se adhiere al poste se ve impedida de avanzar hacia la Verdad, puesto que tienen la sensación de que ya la poseen. Cada uno posee solo una porción de la verdad, un aspecto o versión que nos permite ordenar el mundo interno y la relación con el mundo externo y los demás. Pero cuando esa creencia que se vive como verdad tiñe cada una de las percepciones hemos construido nuestra propia prisión conceptual.

“Eres libre de elegir las creencias que quieras tener pero, ten cuidado, aquellas que escojas, dominarán tu vida.” ANÓNIMO.

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