En los Confines del Punto

«Lo que es eterno es circular y lo circular es eterno.» (Aristóteles)
Lo que experimentamos en un momento dado está siempre afectado por el enfoque con que interpretamos los eventos. La información sensorial que recibimos busca casi de inmediato contrastar y clasificar para asociarse a alguna de nuestras memorias. Los pequeños juicios cotidianos se solidifican con el tiempo en capas que influyen la percepción de la realidad. Cuando a través de nuestras creencias acariciamos el sutil tejido de la vida, la misma responde con su resonancia adaptativa.
Es interesante advertir el modo en que los sueños utilizan los recuerdos y los reorganizan en el tiempo modificando la secuencia y descartando capas de forma parecida al modo en que los ciclos de la naturaleza encuentran su equilibrio circular. Los mismos procesos naturales que nos dotaron de mecanismos de supervivencia para protegernos diseñaron una manera de disolverlos a través del proceso de soñar. En el sueño, la vida nos vuelve a conectar con su infinito tejido de posibilidades.
La naturaleza nos guía hacia el cambio y ante cualquier resistencia de nuestra parte que intente ver como estático lo dinámico nos lleva de regreso al principio. Es un cambio profundo que transforma nuestras percepciones el apreciar la naturaleza intangible de la vida y comprender que el espacio y el tiempo son conceptos relativos entretejidos en la gran red.
Cuando cambiamos la manera en que clasificamos la vida, cambia la forma en que la vida se siente en nosotros. Aunque parezca un algo, la vida es más un verbo que un sustantivo, siempre en constante movimiento, sin principio ni fin. En el vacío fértil, la imaginación encuentra espacio para volar sin límites.
Es una buena práctica darse el tiempo para detenerse por un momento, respirar profundo y sentir la conexión con todo lo que nos rodea. Todos los caminos conducen al centro de nuestro propio corazón, un punto. En él, el círculo de la vida se recrea.

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