De la paz de las preguntas y la soledad habitada.

Habita en la naturaleza una delicada soledad. Una sabiduría amable que es afín a nuestra discreta timidez. La costa del mar con su sincronizado movimiento deleita la mirada humana. Nos seduce y atrapa. A la mente desconcertada le agrada pasear por la playa e impregnarse de ese ritmo con el que el mar llega y retrocede. Libera los nudos que crea el pensamiento. Los suelta y armoniza para que ocupen su lugar. Es la paz invisible que se hace visible y nos renueva cuando tomamos conciencia de lo eterno y lo impermanente, de la profunda afinidad que existe en el reflejo del silencio.

No se trata de convertirse en alguien solitario sino de aprender a vivir dentro del silencio de la propia soledad. De renunciar a los mundos que no nos pertenecen y estar en paz. La soledad no es un peso, es el umbral de una conexión profunda con todas las cosas.
El error es sentirse aislado. Todo espera por nosotros. Incluso en el momento más inesperado podemos captar la grandiosa diversidad, la extraordinaria presencia que acompaña y acoge nuestro propio tono. La atención se convierte entonces en la disciplina oculta de la familiaridad.

» Sentirte abandonado es negar la intimidad de tu entorno.» (David Whyte)

La vida adquiere la forma en que habitamos nuestros días, horas y momentos. La vida es movimiento y el despliegue de nuestros anhelos más íntimos le ponen el ritmo. Si vivimos replegados en algún confín del alma, no es raro que la vida se convierta en pura hostilidad. Es nuestra tarea reconocernos y reconvertir las formas en que nos vinculamos para notar lo asombroso de este mundo que constituimos y nos constituye. Nadie puede hacernos el favor de hacerlo por nosotros.

Podemos formularnos muchas clases de preguntas. Las hay estériles y fértiles, para eruditos y para gorriones. Las hay estimulantes e inútiles, están las retóricas que patean tachos y las que demandan respuesta con su urgencia. Pero hay algunas que son un despertador convertidas en poesía.
Los Gansos Salvajes
¿Quién hizo al mundo?
¿Quién hizo al cisne, y al oso negro?
¿Quién hizo a la langosta?
Esta langosta, quiero decir-
la que acaba de lanzarse desde el pasto
la que come azúcar de mi mano,
la que mueve sus mandíbulas
hacia atrás y hacia adelante,
en vez de arriba y abajo-
la que mira a su alrededor con sus ojos
enormes y complicados.
Ahora levanta sus pálidos antebrazos
y se lava la cara meticulosamente.
Ahora abre las alas de un brinco, y se va flotando.
Yo no sé qué es exactamente un rezo.
Sí sé prestar atención, sé cómo caerme
sobre el pasto, cómo arrodillarme en el pasto,
cómo ser ociosa y bendita, cómo pasear por los prados
que es lo que he estado haciendo todo el día,
Dime, ¿qué debiera haber hecho?
¿No es que todo muere al fin, y demasiado pronto?
Dime, ¿qué piensas hacer tú
con tu vida única,
salvaje, preciosa?
(Mary Oliver)

De tragedias, nostalgias y almas suicidadas

Allá en la hondura de todo ser humano reside una nostalgia primaria, resuena una insatisfacción que es tragedia en sí misma. Una añoranza que nos impulsa a buscar guiados por una intuición con voz propia que nos dice que hay más que lo evidente. Agotados de una vida que deforma y adiestra para sobrevivir como sea y a tener más para ser alguien palpitamos el sinsentido.

Si logramos despertar a la inteligencia que todo lo rige, a la naturaleza íntima de todo lo que existe conectamos con una clase de amor que sana y trae sosiego. No es la paz que anestesia el dolor sino la serenidad que acepta las cosas tal como son. El despertar a esa verdad nos hace apreciar la anatomía de la vida y a escuchar la vida que nos vive. Es entonces cuando en las alas del ser volamos empujados por un soplo sin origen ni fin y encontramos la dicha serena, la felicidad callada.

María era una enamorada de Mar del Plata pero en el invierno, el frío y el gris que lo impregna todo hacen que las penas sean más penas. Ella miró de frente el mar y ayudada por el viento se tiró desde el acantilado. Cuando despertó en el hospital, con el médico observándola junto a la cama apenas susurró ¡no puede ser..!, pero enseguida el médico trató de tranquilizarla. Estamos para ayudarla, le dijo, porque desde el acantilado que se tiró, era imposible que el mar no le rompiera el alma.  Con un hilo de voz  y con la mirada viendo lo que no se veía, María expresó las que serían sus últimas palabras: No, mi alma ya estaba rota.

De las ideas amontonadas, de aquellas que provocan y de esas otras que despistan.

Mi cuaderno de notas desborda, hay bastante para desarrollar y profundizar. Pero también amo la síntesis que invita a pensar, que provoca la duda y el replanteo. El lenguaje ha alcanzado tal precisión y sutileza como para poder nombrarlo casi todo, desde la minúscula pieza de un instrumento musical hasta el más volátil estado de ánimo, desde el más intrincado concepto científico hasta el más inexplicable estado metafísico. Y aún para vislumbrar lo incompresible ellas no nos abandonan. Pero (porque el pero tiene asistencia perfecta en el pensamiento que no se convence a sí mismo), entre lo pensado, lo vivido y lo contado siempre está la versión. Una versión que marida lo que es con lo que nos gustaría, lo que fue real con nuestro recuerdo de aquello. ¿Es que acaso puede alguien poner las manos en el fuego por la autenticidad de un recuerdo?

Cuando uno mira hacia el interior de sí mismo en inevitable y previsible tropezar con esos personajes que nos habitan, esos múltiples yoes que interpretan la realidad, opinan y compiten entre sí para prevalecer. Construimos ficciones en base a lo que nos parece, a veces apoyados en la imaginación emitimos una catarata de palabras y en otras editamos conscientemente el relato para justificar aquello en que creemos.

Pero también hay momentos de honda comprensión en donde sentimos esa conexión y repercusión que cala profundo. Suele ser un estado impreciso, difícil de describir y definitivamente provisional e inestable. Creo que mi vida no es un cuento idílico, un relato armonioso, equilibrado y exitoso del estilo de esas historias inventadas y convertidas en míticas. Mi historia tiene gusto a insensatez y a confusión, a desconcierto y a errores repetidos. Es la historia de ser humano común que elige no mentirse y comprar engaños para ver el sol cuando llueve a cántaros. La meditación es importante porque te devuelve a este mismísimo momento, el único que existe, un lugar donde casi nadie quiere estar pero del que no se puede escapar.

Cuando decidimos acercarnos de manera radical a la realidad desnuda de interpretaciones es necesario no perder de vista que eligir significa también saber renunciar. Cada horizonte de sentido organiza sus propios referentes. Recorrer a fondo un camino implica el compromiso de ir más allá de la mera aproximación. Probablemente, la última puerta sea aquella que nos invita a rendir el punto de vista del ego, que se resiste y se atrinchera en sus argumentos y falsas identificaciones cada vez más sutiles y espiritualizadas. Las fascinantes aguas de lo intangible merecen el esfuerzo.

Van aquí algunas ideas amontonadas:

– La paz del sabio es su silencio interior. Cuando nos liberamos de creer que las ideas y opiniones que construye la mente son la verdad, se abre un espacio sereno, creativo y relevante. La mente nos somete y retroalimenta nuestra fe en ella. Si fuéramos capaces de observar la vida desde nuestro centro verdadero, la mayor parte de nuestros padecimientos dejarían de existir.

– Con el tiempo y la práctica nos volvemos hábiles en el arte de disimular nuestros vicios y debilidades. No es difícil ver cómo el uso de una virtud es solo un escudo para que no se vea todo eso que somos incapaces de abordar y transformar. El cielo y el infierno están dentro de nosotros mismos y sus puertas están muy cerca una de la otra. La atención y la conciencia sobre nuestras acciones determinan que puerta elegimos abrir. Bienaventurados aquellos que ofrecen una parte de su alma al mundo, aceptan a los demás como son y viven su naturaleza humana sin creerse santos.

– Hay sentido en cultivar la lucidez que mira y descubre para atravesar con paz interna el dolor que nos toque transitar. El conocerse internamente nos ayuda a aprender y a superar la insatisfacción, a sobreponernos a los obstáculos y a potenciar las cualidades que nos distinguen. Cuando uno comprende que no se trata de «mi dolor o mi sufrimiento» sino ese que todos sentimos, podemos transformar la angustia en compasión. La experiencia negativa se transforma con compasión y es algo que se puede aprender y cultivar.
– Cuestionar qué hacemos y para qué es fundamental para cambiar e integrar; pero para cuestionar hay que conocer. La capacidad de cuestionar y crecer es directamente proporcional a la capacidad para ser honesto con nosotros mismos y los demás. Desde la perspectiva del progreso y la evolución, siempre es preferible una verdad incómoda que una mentira útil. Solo con creatividad y renovación se puede ser fiel a los valores que dan origen a las formas. Sin incomodidad no hay transformación. Sin honestidad radical no hay paraíso.

– Siempre que reaccionamos al escuchar una perspectiva diferente sobre un tema sobre el que tenemos tomada una posición, es el sentido del yo el que se siente amenazado, busca protección y desea defenderse. Lo que suele sentirse es una amenaza sobre la propia identidad. Hay una íntima sensación de desafío a lo que sentimos ser y de allí nace la urgencia por tener la razón. Cuando vemos como un conflicto el simple hecho que el otro piense diferente ponemos en evidencia la importancia que tiene el miedo en nuestras vidas. ¡Qué difícil se hace debatir ideas atrapados en el cerebro emocional! Un punto de vista puede ser ofrecido al mismo tiempo que podemos acoger otros sin convertirlos en una amenaza. No hay lucha si no hay partes tratando de defenderse. El gran desafío es «ver a través» para distinguir qué clase de verdad tratamos de defender cuando vivimos estas escenas como un conflicto.

– Llega un punto en que se vuelve imprescindible diferenciar la vida del ego de la vida interior. Podemos autoengañarnos en la ilusión de estar pensando bien y haciendo acciones elevadas cuando en realidad, solo estamos cultivando el ego, que atrincherado en sus propios confines y entretenido con lo que le gusta, ve al mundo como un error, juzga a los demás y solo valida desde su propia perspectiva lo correcto y lo incorrecto.
Para cultivar la interioridad hay que ser muy honesto y el resultado debe llevarnos a actuar con sabiduría y compasión en cada pequeña decisión. Ir al encuentro del otro desde la plenitud de nuestro ser ofreciéndonos en un vínculo creativo y complementario. De lo contrario, lo más probable es que el personaje termine desdibujando al yo real y el resultado sea más de lo falso para maquillar una identidad mezquina y carente que desde la necesidad dependiente busca gratificación.

La misteriosa naturaleza de la realidad puede ser analizada en una escala mucho más fina que la convencional.
«La realidad es aquella que, cuando dejas de creer en ella, no desaparece.» (Phillip K. Dick)

De la nobleza de las palabras y su belleza.

Cuando descansamos en nuestro centro y vamos despuntando con delicadeza nuestra verdad interior se hace posible disfrutar la lindura de la creación y sentirla. Las palabras son vehículo de sentido cuando expresan la simplicidad atemporal en un canto a la dignidad, la compasión y la fe en la vida.

Nada es inadecuado ni perturba nuestra paz en ese espacio íntimo donde disfrutamos de la lectura con sentido. Es el regalo de estar vivos y conscientes. Una comunión con la divinidad de la existencia que acompaña pero no invade.

“Camina plácidamente entre el ruido y la prisa, y recuerda que la paz puede hallarse en el silencio. Siempre que te sea posible y sin rendirte, mantén buenas relaciones con los demás. Expresa tu verdad de una manera serena y clara, y escucha a los demás, incluso al torpe e ignorante, también ellos tienen su propia historia. Evita las personas ruidosas y agresivas, ya que son un fastidio para al espíritu. Si te comparas con los demás, te volverás vano y amargado ya que siempre habrá personas más grandes o más pequeñas que tú. Disfruta de tus éxitos, lo mismo que de tus planes. Mantén el interés en tu propia carrera, por humilde que sea, pues es un verdadero tesoro en el continuo cambiar de los tiempos. Maneja tus negocios con precaución, porque el mundo está lleno de trampas. Pero no permitas que eso te ciegue para ver la virtud que existe, mucha gente lucha por nobles ideales, y en todas partes la vida está llena de heroísmo. Sé tú mismo, especialmente no finjas el afecto. Tampoco seas cínico en el amor, pues en medio de todas las arideces y desengaños, el amor es tan perenne como la hierba. Escucha atentamente el consejo de los años, renunciando con elegancia a las cosas de la juventud. Cultiva la firmeza del espíritu para que te proteja en las adversidades repentinas, y no te confundas con las fantasías. Muchos temores nacen de la fatiga y la soledad. Bajo una sana disciplina, sé justo contigo mismo. Tú eres una criatura del universo, no menos que los árboles y las estrellas. Tú tienes derecho a existir, y sea que te resulte claro o no, sin duda el universo marcha como debiera. Por lo tanto, mantente en paz con Dios, cualquiera que sea tu idea de él, y cualquiera que sean tus trabajos y aspiraciones. Mantén la paz en tu alma en la ruidosa confusión de la vida. Aún con todas sus farsas, penalidades y sus sueños rotos, el mundo es todavía hermoso. Sé cauto y esfuérzate por ser feliz”.

(Max Ehrmann, “Desiderata”, Desiderata of Happiness.)

Del apego, de creer y ver.

Muchas veces vivimos creyendo que «tenemos los ojos abiertos», «que estamos despiertos» y por eso a nuestra conciencia no se le escapa nada de lo que sucede. Cabría preguntarse cuánto de válido tiene esa confianza en estar comprendiendo. Las formas que toma el apego a las ideas y las explicaciones que nos damos para fundamentar aquello que nos hace sentido o satisface las necesidades básicas de afecto, cuidado, pertenencia se vuelven sutiles para saltear cualquier filtro primario. Pero una mente que vive obsesionada por las cosas que obtiene y la vivencia de logro no puede ver incluso lo obvio. Lo aparente confunde y transforma en ilusión lo que percibimos como real.

Es inclusive en la búsqueda legítima de paz o amor que nos apegamos al identificarnos con la idea que tenemos de lo que significan y cómo se manifiestan. Nos relacionamos con la idea o con el concepto de la paz o el amor como algo que construimos o hacemos pero no con su sentido consciente que solo es accesible a través la experiencia cuando el «yo chiquito» no está allí. Incluso llegamos al absurdo de buscar la experiencia para unirnos al «club de los experimentadores de paz y amor». Podemos vivir ciegos a esa verdad y sentir felicidad. Y es válido como forma de seguir adelante en la vida sin derrumbarse al no tener de donde sostenerse o tomar soporte. Aunque en absoluto es la representación de la pureza de la paz o el amor sino formas de apego a esos conceptos. Confiarse en una percepción subjetiva con el peso de la verdad es garantía de conflicto seguro con otros que no acuerden con ella. Casi sin darnos cuenta podemos construir nuestro propio dogma personal, ese que provoca que todo lo que se aparte al sistema de creencias propio, moldeado con rigurosa meticulosidad a lo largo de la búsqueda de respuestas, sea erróneo o simple ignorancia.

Los seres humanos somos entidades psicosomáticas complejas, individuos únicos y diferentes, vulnerables desde distintos ángulos y aspectos. Aceptarlo es una forma de comenzar a conocernos verdaderamente y no como manera de tapar otras necesidades psicológicas. Las necesidades del alma fluyen en el movimiento de la vida sin forzar las formas ni maneras y se expresan sin esperar ser validadas por ninguna pertenencia.

El individuo que ha logrado independizar su capacidad de elegir de cualquier forma de apego vive consciente, en libertad, se observa imparcialmente para discernir, no juzga a los otros sino los abraza con compasión desde su propia vulnerabilidad. El amor hacia sí mismo se expresa al respetar a los demás en sus propias necesidades aunque no las viva como tales.

Y como dice nuestro querido Pedro, el silencioso maratonista de la vida desde su costado más pragmático: «Porque no es suficiente hacer esfuerzos, pasarla mal y sufrir con resignación. No es cuestión de pasarse la vida chupando limones porque uno ama la sabiduría, la verdad y desea ser honesto. Estamos en esta vida para estudiarnos a nosotros mismos pero solo es posible mirando nuestro corazón con bondad dentro de nuestra horrible y deprimente confusión. Sin bondad, humor y compasión hacia lo que vemos la honestidad se vuelve un lugar sórdido y nos sentimos desgraciados.
Por eso, coraje pero con cordura, firmeza pero con suavidad. Siempre con delicadeza y cordialidad hacia lo que vemos en nuestro corazón para hacernos amigos de eso que vemos con altas dosis de compasión y cuidado.»

De reacciones e interpretaciones.

La paz interior necesita de práctica para que un estado de conciencia sereno y equilibrado en la quietud se mantenga firme ante cualquier circunstancia. Si practicamos estar enojados reaccionaremos bajo ese patrón ante la primera situación de tensión. Porque en la naturaleza de la mente no está la docilidad, su flujo natural es emotivo.

Meditar ayuda a crear paz en la mente pero también es necesario estar atentos a la autoindagación que nos permita ver las respuestas nacidas en reacciones emocionales para poner distancia y observar su origen. Hay que desear cambiar y motivarse diariamente para no caer en el autoengaño o atraparse en argumentos que enmascaran y refuerzan las tendencias subconscientes.

Lleva tiempo aprender a distinguir el origen de una reacción descontrolada, las afirmaciones nacidas en la imaginación o las ideas producto de la interpretación Aunque sepamos que las cosas son como son, muchas veces las vemos a través de los velos de la mente conforme nos gustaría, suponemos que son o tememos que sean.

Hay una profunda enseñanza espiritual detrás de cada escena si aprendemos a capitalizarla. O la vida continuará siendo un lugar hostil si nos aferramos a la seguridad de nuestros hábitos y creencias.

Cierto tendero tenía un loro en su negocio que le gustaba hablar y hablar cuando había clientes. Pero un día, sin darse cuenta, el loro volcó una jarra de aceite y manchó el mostrador. Al ver el desastre, el tendero montó en cólera y le dio un golpe en la cabeza perdiendo en ello un buen número de plumas. El loro dejó de hablar. El tendero se culpó a sí mismo e hizo lo posible para que el animal volviera a parlotear pero no lo consiguió. Pero un día, un cliente calvo entró en la tienda y el loro al verlo comenzó a gritar: ¡Pelado, pelado…  también te golpearon en la cabeza! Derramaste una jarra de aceite, ¿verdad?

A menudo no vemos los hechos como son porque permitimos que nuestras experiencias nos condicionen y perturben la visión. La meditación es un método para superar condicionamientos psíquicos y apreciar las cosas como son, con pureza y sin adulterarlas con nuestros esquemas mentales.

De la bondad, la pasión y la ignorancia.

Según la filosofía tradicional del yoga, todo el  universo responde a tres cualidades básicas. Todas las cosas y seres del universo son una mezcla de las tres, variando su predominancia según su magnitud de manifestación, según sus hábitos, etc. Toda acción, emoción o pensamiento responde en el ser humano a estas tres cualidades, predominando una de ellas. En Sánscrito estas tres cualidades son llamadas Gunas la palabra Guna significa cualidad, atributo o modo. 

Guna significa también «Lo que Ata«, de aquí su importancia…

Así, en el capítulo XIV del Bhagavad Gita, podemos leer:

  1. La Naturaleza tiene tres cualidades, principios o Gunas, que se llaman: Sattva o, Estabilidad, Rajas o Movimiento, y Tamas o Inacción. Estos tres atributos vinculan el alma al cuerpo o el espíritu a la materia.

En el nivel físico, Sattva es equilibrio, Rajas es actividad; Tamas es estancamiento.

En el nivel mental, Sativa es sabiduría; Rajas es pasión; Tamas es inercia.

El Bhagavad Gita sigue en el capitulo XVII

  1. El fruto de una buena acción es puro y armónico; el fruto de la emoción es, en verdad, el sufrimiento, y el de la inercia es la ignorancia.
  2. De la Armonía procede la Sabiduría; de la Emoción, el Deseo, y de la Inercia, el Error, la Ignorancia y, la Pereza.
  3. Al ver la Sabiduría en alguien, se sabe que Sattva es la guna que le domina.
  4. Donde se ve avidez, obstinación, mucha actividad, agitación y deseo, allí ejerce su poder Rajas.
  5. Cuando aparece la estupidez, la pereza, la vanidad y la falta de ideas, Tamas está en el trono.

Las tres Gunas son:

Sattva guna: BONDAD. Es la cualidad de la pureza, de la estabilidad. En el ser humano se manifiesta como armonía, equilibro y plenitud, la salud, y las cualidades positivas de la mente. Es el principio de la claridad, amplitud y paz, la fuerza de amor que une a todas las cosas.

Rajas guna; PASIÓN. Es la cualidad del movimiento. En el ser humano es la que produce la pasión en sus distintas formas. La personalidad rajásica tiende siempre a una constante actividad incesante o hiperactividad y estados emocionales perturbados. La mente se encuentra inquieta e incontrolable, hay una tendencia a actuar.

Tamas guna: IGNORANCIA. Es la cualidad de la inercia, es el principio de materialidad, la oscuridad y destrucción. En el ser humano se manifiesta como un estado de pesadez y embotamiento, corporal, emocional y mental. La tendencia a la inacción, obstruye la acción, trae ignorancia y desilusión en la mente. Provee insensibilidad, sueño y pérdida de viveza…

 Tipos mentales de acuerdo con las Gunas

Las personas sattvicas poseen una naturaleza armoniosa y adaptable. Ellos se inclinan hacia el equilibrio y la búsqueda de paz mental y buscan todo lo bueno en todas las cosas, incluso en las enfermedades y se inclinan a comprenderlo, y no a reprimirlo. ESTADO DE SATISFACIÓN Y PLENITUD. La mente, o la conciencia, es naturalmente el dominio de Sattva. La conciencia misma es llamada Sattva en Sánscrito. A menos que la mente esté calmada y clara no podemos percibir nada apropiadamente. Sattva crea claridad, mediante la cual podemos acceder a la concentración. ACCIÓN JUSTA, AQUELLO QUE ES NECESARIO HACER. Se caracteriza por una vida en armonía con la naturaleza y con nosotros mismos, cultivando pureza, claridad y paz.

Las personas rajásicas tienen buena energía pero se queman así mismos a través de la excesiva actividad. Sus mentes usualmente están agitadas y raramente tienen paz. NOS MOVEMOS POR DESEOS O AVERSIONES. De Rajas proviene la falsa idea de que el mundo externo es real en sí mismo, lo cual nos impulsa a buscar felicidad afuera de nosotros. Rajas crea deseos, distorsión y turbulencia. Predomina en el aspecto sensorial de la mente debido a que los sentidos están en constante movimiento buscando sus diversos objetos. ACCIÓN COMPULSIVA. Rajas causa dolor, agitación y la disipación de la energía.

Las personas tamásicas tienen perturbaciones psicológicas muy arraigadas. Sus energías y emociones tienden a estancarse y a reprimirse y no saben cuáles son sus verdaderos problemas. Permiten que otras personas e influencias negativas los dominen y no les gusta ser responsables de sus vidas. ESTADO DE FALTA DE CLARIDAD. De Tamas proviene la ignorancia que cubre nuestra verdadera naturaleza y debilita nuestro poder de percepción. De Tamas surge la idea de un ego o ser separado y predomina en la conciencia identificada con el cuerpo físico. INACCIÓN. Tamas trae el estancamiento, decaimiento.

Tipos de comportamiento según los Gunas

 Es relativamente fácil reconocer a la persona tamásica. Se caracteriza por su profunda letárgica, por su insensibilidad, por la lentitud e inanidad de sus reacciones psicológicas, por la reacción casi exclusiva a estímulos brutales o groseros, que son aquellos que le agradan y despiertan su interés. Es el necio conforme.

 La persona rajásica que hoy predomina, sobre todo en los medios más urbanos y cosmopolitas, es ávida, pasional y egoísta, insaciable en la búsqueda de cosas para su yo personal, siempre agitada y excitada, por los impactos externos. En cierta forma está muy viva (a veces en medio de un torbellino) pero solo a flor de piel. Es activa en el sentido reactivo. Su pensamiento es predominantemente desordenado, incapaz de una síntesis esencial. Se considera inteligente pero está perdida en la ilusión, y a mente esclavizada por el deseo egoísta. La civilización contemporánea es eminentemente rajásica.

 La persona sátvica es capaz de encontrar una síntesis lúcida en medio de los impactos externos, de los cuales va dejando de ser dependiente. En ella se encuentran los valores de Armonía, de Justicia, de Verdad, de Sabiduría, y se desapega de las cosas que satisfacen el deseo egoísta. Por lo expuesto, es una rareza…

 En algunos de los escritos más valiosos de la literatura hindú encontramos la caracterización de las tres Gunas y de los tres tipos correspondientes de persona, así como de las respectivas posturas, de los alimentos preferidos, de las inclinaciones y motivaciones, de los estados evolutivos y de las conexiones kármicas. Vale la pena reproducir algunos extractos del discurso XVII del Bhagavad Guita, dado su carácter instructivo e iluminador. 

113- El poder de Rajas es la extensión, que es la esencia de la acción, y donde son producidas las tendencias preexistentes de la acción y las modificaciones de la mente conocidas como apego y otras cualidades productoras del sufrimiento, siempre creadas por ella.

114- La lujuria, la ira, la ganancia, la arrogancia, la malicia, la aversión, el personalismo, los celos y la envidia son las terribles propiedades de rajas; por tanto esa cualidad crea la inclinación a la acción; por esa razón, Rajas es la causa del apego.

115- El poder de Tamas es llamado envolvente y a él se debe que una cosa  aparece como otra. Es esa fuerza la que es la causa última de la existencia condicionada del ego y es también la causa que excita a la operación de la fuerza de extensión.

116- Incluso aunque seamos inteligentes, instruidos, especialistas extremadamente cuidadosos en el auto examen y adecuadamente entrenados en varias maneras, no podemos ejercer el discernimiento si estamos envueltos en Tamas. Pero, debido a la ignorancia, consideramos como real lo que nace del error y depende de las propiedades de los objetos producidos por el error. ¡Ay de ellos! ¡Grande es el poder envolvente e irresistible de Tamas!

117- La ausencia de recta percepción, el pensamiento contradictorio, tomar las cosas insustanciales como si tuvieran sustancia, pertenecen a Tamas. Aquél que está asociado con Tamas, está llamado a ser llevado perpetuamente por el poder expansivo de Rajas.

118- Ignorancia, pereza, embotamiento, sueño, ilusión e insensatez, son las cualidades de Tamas. Aquél que es poseído por ellas nada puede concebir correctamente, y permanece profundamente adormecido como un poste.

 

Rajas y Tamas son los factores que causan las enfermedades. Rajas y Tamas usualmente funcionan juntos. Por ejemplo, alimentos muy picantes, alcohol y excesos sexuales, son al comienzo rajásicos o estimulantes. Estos actos eventualmente pasarán a una condición tamásica como fatiga y colapso de energía. En un nivel psicológico demasiado Rajas, las cuales son emociones turbulentas pasan a ser Tamas o aturdimiento mental y depresión.

Sin embargo, estos tres estados simplemente no son niveles diferentes. Todos tenemos factores tamásicos, rajásicos y sattvicos en nuestras mentes. Todos nosotros necesitamos cada uno de estos tres procesos en algún grado.

 Hay momentos cuando nuestras mentes están tamásicas, especialmente después de despertarse en la mañana o cuando se tiene sueño en las tardes. Cada vez que estamos mentalmente torpes o emocionalmente deprimidos predomina Tamas. Rajas prevalece cuando estamos agitados, perturbados, activos o especialmente cuando estamos ocupados en trabajar con cierto número de personas o proyectos, Sattva prevalece cuando estamos calmados, quietos, contentos y pacíficos o naturalmente en meditación.

 Estado 1: Erradicando Tamas / Desplazándose de Tamas a Rajas – Curación Personal

 Debemos despertar, actuar y comenzar a cambiar. Aspectos arraigados como el apego, el estancamiento y la depresión deben ser erradicados. Debemos reconocer nuestros sufrimientos y aprender de ellos. Se requiere un nuevo sentido de saber quiénes somos y qué es lo que necesitamos hacer. La acción (Rajas) es lo indicado, no solo en la mente si no también en el aspecto externo de nuestras vidas. Debemos romper con el pasado, traer nuevas energías a nuestras vidas, tal vez un cambio de trabajo o actividad o modificar nuestras asociaciones o relaciones o mudarse a una nueva ciudad o barrio.

Estado 2: Calmando Rajas / Desplazándose de Rajas a Sattva – Curación de la Humanidad

 Es necesario despersonalizar nuestros problemas y ver la condición de la humanidad para entenderla. Relativizando nuestros problemas personales, debemos adoptar como nuestros los problemas de la humanidad, abriendo y dando apoyo a los que sufren y tratando sus problemas como si fueran nuestros. Debemos aprender que nosotros mismos creamos esos sufrimientos, cuando nos apartamos de nuestro camino real, que es el de la empatía y crecer espiritualmente. Este es el estado de servicio.

 Estado 3: Desarrollando Sattva Puro / Paz universal y Compasión

 Para llegar a esta transición se debe desarrollar amor incondicional. Debemos trascender las limitaciones de la condición humana a un estado elevado de naturaleza espiritual. La paz interna debe convertirse en nuestra fuerza dominante y debemos desarrollar nuestra plena naturaleza espiritual (lo que realmente somos). En este estado nos movemos del aspecto humano a nuestra condición real. Este es el estado de la práctica espiritual.

 Fuente: llatzer torrente

De la realidad y su naturaleza.

Entender la naturaleza de la realidad es una búsqueda permanente en el ser humano. Encontrar el sentido de lo que existe, de lo que percibimos y su relación con nuestro propio ser y estar. Hay un espacio de conciencia, un refugio íntimo de paz que nos aguarda en el silencio como una compañía eterna a nuestra esencia divina. Cuando nuestro corazón siente esa clase de amor profundo que abraza la vida estamos conectados a la claridad de nuestra naturaleza verdadera. Aceptamos las escenas tal como son, sentimos confianza y seguridad en nuestra capacidad para desplegar alternativas sin cuestionar ni buscar razones que justifiquen o expliquen nada.

Cuando nos abrimos a la experiencia de estar solo presentes, al gozo del único momento real sin pasado ni futuro, podemos tocar la perfección y sentir ese profundo agradecimiento por ser conscientes, estar despiertos a la vida y ver más allá de lo evidente.

Hasta que no soltamos la manipulación de la realidad a través de nuestras experiencias subjetivas, cargadas de interpretaciones y explicaciones fundadas en creencias que condicionan la percepción no es posible entender la naturaleza de la realidad. Hace falta confiar también en lo que no entendemos, aceptar y rendirnos al misterio de lo incognoscible para disfrutar de las olas de la vida.

Volvernos serenos es la base para experimentar estados de conciencia que nos permitan fluir en la verdadera libertad del ser espiritual viviendo en un cuerpo físico.

Toma una posición cómoda, cierra los ojos o fíjalos con suavidad en un punto por delante de ti sin ver. Solo contempla en reposo. Realiza algunas respiraciones conscientes, inhala lenta y profundamente, llenando los pulmones y luego exhala sin prisa, al tiempo que sientes tu cuerpo, relajas las zonas tensas, tu mente descansa en la respiración y suavemente suelta las resistencias. Dirige tu atención a recorrer tu cuerpo y sus sensaciones. Siente la vibración de la vida en los pequeños movimientos, frío o calor, músculos firmes o relajados. Tómate unos minutos para el recorrido consciente, para danzar en las sensaciones. 

Invita a tu conciencia a recibir los sonidos que escuchas dejándolos fluir a través de ti. Ábrete al cambiante entorno y sus sonidos escuchando con tus oídos y toda tu atención consciente. Percibe, capta y disfruta unos minutos de la exploración al sumergirte en la levedad de la experiencia. 

Deja que tu conciencia reciba las luces e imágenes que lleguen. Formas, sombras, destellos. Presta atención a tus sensaciones, siente el espacio a tu alrededor y vuélvete receptivo a los olores del aire. Descubre qué es oler como si nunca lo hayas hecho.  

Ahora deja que los sentidos se abran con el cuerpo y la mente relajados y receptivos. Siente la experiencia de la vida que fluye libremente a través de ti. Observa el flujo cambiante de la vida sin juzgar, su vitalidad y presencia.  Goza este espacio de presencia silenciosa y ábrete a sostener esta conciencia en lo que hagas luego. Lentamente regresa al mundo de la acción, con movimientos lentos en tus extremidades. Estás listo para sostener esa experiencia de paz en la acción. Quietud en la inquietud, sosiego en el desasosiego. 

 

De la alabanza y la integridad.

Nuestra condición humana espera el reconocimiento. Al ego le gusta la alabanza y la disfruta como una caricia, como si se tratara de un caramelo espiritual. El caramelo puede ser dulce, pero ¿se puede vivir comiendo caramelos?
Para ser realmente libre, el deseo de conocer y experimentar la verdad debe ser más fuerte y de mayor envergadura al de sentirse bien. Sin poner atención a estos detalles será fácil caer en una percepción distorsionada de lo que es real y el sentido profundo de nuestra integridad se verá comprometida.

La verdad solo libera a quien está preparado para transitarla con humildad. Ir corriendo los velos que dejan al descubierto la verdad implica despojarse de las ideas arraigadas, creencias y sueños infantiles. La mala noticia es que suele causar dolor. La libertad de la comprensión que integra el pensamiento y el sentimiento es mucho más que paz y amor. El verdadero desafío es saber si estamos preparados a sentirnos a la intemperie abandonando todas las adicciones emocionales que incluyen también el poder que proporciona el carisma.

Todo se vuelve muy real cuando logramos ver la resistencia que opone el ego a dejar caer sus máscaras. El desafío separa al verdadero buscador del simple mendigo de significado. Para SER auténticamente el YO real hay que estar preparado a ser nadie previamente.

En la libertad de la expresión auténtica y espontánea del ser no hay violencia ni control. Nadie puede darnos la fuerza de carácter necesaria para transitar el camino: Solo la integridad y la honestidad nos llevarán a la otra orillaLa expresión consistente del grado de conciencia se deja ver en cuánta humanidad y compasión contiene nuestro comportamiento y acciones. Lo demás es solo un discurso atractivo.

 

«Una cosa es tocar una llama y saber que está caliente, y otra muy distinta es lanzarse a esa llama y ser consumido por ella.» (Adyashanti)

 

EL SILENCIO, EL TEMPLO DEL ALMA.

Hablar del silencio puede resultar un sin sentido porque es sobre todo una práctica. Es el camino de las no palabras, de los no juglares e implica permitir y permitir-se lo que suceda viviendo la experiencia del momento presente. El silencio fluye desde la aceptación puesto que es una gran rebelión contra nuestro propio desorden interno y una esperanza concreta de encontrar a Dios en ese mundo que Él habita. Es en ese espacio de vacío lleno de contenido en el que el alma siente lo ilimitado.

El silencio es liberación y conexión con la verdad. Es el espacio del no tiempo. Es gozo y disfrute más allá de los sentidos. Para abrazar el silencio debemos aquietar el cuerpo que ofrecerá resistencia desde el dolor como expresión de desasosiego y desamparo. A veces deberemos atravesar las inquietudes de nuestras angustias y complejidades pero el camino hacia la verdad que habita en el corazón se irá abriendo poco a poco para reencontrarnos y hacernos disponibles al compromiso con la vida.

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Cuando respiramos con atención podemos darnos cuenta cómo estamos realmente. El silencio, es nuestro punto de concentración. Una respiración, un pensamiento, un segundo. Respiro y concentro el pensamiento en quién soy. Hasta no escuchar ningún ruido, ningún otro pensamiento, con el cuerpo en calma. Sólo observo; observo mi respiración, aquieto la mente y voy a lo profundo de mi propia esencia pacífica. Hacia mi eje silencioso lleno de sentido donde Dios se da a conocer.

El silencio es un espacio de encuentro que requiere entrar sin angustias, con confianza. En el vacío habita Dios con la presencia del que no se va, que nos espera en un abrazo eterno de silencio sepulcral. La llave de su corazón es tu propio silencio. Tu vida y tu silencio se impregnarán de ese amor y ya sabrás que nunca estarás solo puesto que la compañía de la Verdad se vuelve dulzura.

El silencio pide de nosotros entera atención, es un oficio que requiere práctica y entrega al momento presente. Te lleva al centro mismo del ser para equilibrar tu vida y cargarla de significado. Te permite vivir en el descanso de la libertad auténtica. En el silencio el ego se duerme. No vas tras nada ni buscas nada porque allí sólo eres quien eres, pura presencia sosegada.

Llegas al silencio desde el vacío, no desde tus ideas ni conceptos. No es lo que sabes ni lo que sientes sino lo que eres desde la quietud del ser. El silencio como encuentro mismo nos acoge y debemos llegar libres de toda pretensión.

El silencio es un derecho del alma para regenerarse y recrearse desde el equilibrio. Introducirse en el silencio es un síntoma de vitalidad puesto que no es posible vivirlo en horas de ocaso. Hay que estar muy lúcidos para disfrutarlo puesto que son horas cargadas de dinamismo y de vida.

El silencio es para encontrarse con la propia verdad. Poco a poco, en la vida hemos ido cambiando la sabiduría por dogmas y repetimos: Estoy de acuerdo o en desacuerdo, aquello está bien o esto mal. Pero no se trata de estarlo sino de sentirlo. Lo importante es verlo desde adentro porque las verdades nunca se han podido transmitir desde fuera. Si uno no se aproxima a ellas desde adentro solo estaremos repitiendo saberes adquiridos.

El silencio es también un romance de amor con el ahora. Sin huir ni separarnos de nadie, no requiere escapar de nada sino disfrutar el día como un auténtico romance con lo que es.

El silencio se vive en confianza. No se trata de hacer silencio sino de serlo puesto que al ser silencio siempre se notará en todo. Nuestras relaciones cambiarán porque el silencio no interfiere el crecimiento de nadie y así veremos a las personas. Cada ser humano será  él mismo puesto que el silencio no manipula  y al respetar lo envuelve todo.

En el silencio tenemos la experiencia de lo eterno en nuestra vida. Dios se hace evidente, sin intermediarios, es el espacio natural para darle paso. Es la luz verde para que El se haga presente y sea el protagonista.

El silencio es libertad para el ser humano en su camino hacia el volver a ser esencia. Hacia su refugio auténtico.