De la alabanza y la integridad.

Nuestra condición humana espera el reconocimiento. Al ego le gusta la alabanza y la disfruta como una caricia, como si se tratara de un caramelo espiritual. El caramelo puede ser dulce, pero ¿se puede vivir comiendo caramelos?
Para ser realmente libre, el deseo de conocer y experimentar la verdad debe ser más fuerte y de mayor envergadura al de sentirse bien. Sin poner atención a estos detalles será fácil caer en una percepción distorsionada de lo que es real y el sentido profundo de nuestra integridad se verá comprometida.

La verdad solo libera a quien está preparado para transitarla con humildad. Ir corriendo los velos que dejan al descubierto la verdad implica despojarse de las ideas arraigadas, creencias y sueños infantiles. La mala noticia es que suele causar dolor. La libertad de la comprensión que integra el pensamiento y el sentimiento es mucho más que paz y amor. El verdadero desafío es saber si estamos preparados a sentirnos a la intemperie abandonando todas las adicciones emocionales que incluyen también el poder que proporciona el carisma.

Todo se vuelve muy real cuando logramos ver la resistencia que opone el ego a dejar caer sus máscaras. El desafío separa al verdadero buscador del simple mendigo de significado. Para SER auténticamente el YO real hay que estar preparado a ser nadie previamente.

En la libertad de la expresión auténtica y espontánea del ser no hay violencia ni control. Nadie puede darnos la fuerza de carácter necesaria para transitar el camino: Solo la integridad y la honestidad nos llevarán a la otra orillaLa expresión consistente del grado de conciencia se deja ver en cuánta humanidad y compasión contiene nuestro comportamiento y acciones. Lo demás es solo un discurso atractivo.

 

«Una cosa es tocar una llama y saber que está caliente, y otra muy distinta es lanzarse a esa llama y ser consumido por ella.» (Adyashanti)

 

Del humanismo y lo espiritual

El verdadero humanismo tiene que ser necesariamente abierto a todas las dimensiones de lo humano, incluso a las que ignora de sí. Porque lo desconocido no debería ser un cerco que delimite. En el esfuerzo humano por resignificar el sentido de la existencia hay un compromiso espiritual que trasciende el pensamiento mágico y enaltece su patrimonio. Es profundamente espiritual la actitud que confía en la indagación de aquello que sobrepasa el ser mismo, en aquello que alienta la vida encarnada. El hombre que se busca a sí mismo en la fecundidad de su exploración interior, sin verdades preconcebidas, sin certidumbres irreflexivas es la partera de su propia verdad trascendente.

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De la conciencia y los deseos

Por momentos los seres humanos deambulamos por el mundo del deseo, nos comportamos como nómades en busca de alternativas, de algo que nos consuele y mejore lo que sentimos.
A la hora de valorar nuestras necesidades solemos no mostrar la más mínima madurez. Pero aunque nos hayamos convencido que la cuestión es «rellenar el hueco y reparar las cosas» para atender la insatisfacción, la vida no pasa por el pensamiento sin fin que se retroalimenta en lo que falta. Vivimos muy distraídos, neurotizados en un estado de fascinación frente a una realidad sin garantías a la que tratamos de aferrarnos.
Pero el único lugar donde podemos encontrar toda la sabiduría sobre cómo nos causamos sufrimiento es en nuestro interior, trabajando sobre uno mismo para comprender la verdad incondicionada en nuestra propia experiencia espiritual al reconocer esa conciencia panorámica. Ese guía que nos ayuda a percibir el trasfondo de lo cotidiano y a trascender su visión limitada.

Cuando nos desfondamos y no podemos encontrar nada a lo que agarrarnos, sentimos un gran dolor. Es como el lema del Instituto Naropa: «El amor a la verdad te pone en el sitio.» Puede que tengamos una visión romántica de lo que eso significa, pero cuando la verdad nos tiene clavados, sufrimos.  Podemos encerrarnos en nosotros mismos y estar resentidos o podemos entrar en contacto con esa cualidad palpitante. Definitivamente, hay algo tierno y palpitante en la sensación no tener dónde agarrarseQue todo se nos venga abajo es una prueba y también una especie de curación. Pensamos que la cuestión es pasar la prueba o superar el problema, pero en realidad las cosas no se resuelven. Las cosas se caen a pedazos y después éstos se vuelven a juntar. Simplemente sucede así. La curación proviene del hecho de dejar espacio para que todo esto ocurra: espacio para la pena, para el alivio, para la aflicción y para la alegría.  Lo más importante de todo es dejar sitio para el no saber. Decimos que las cosas son buenas o malas, pero en realidad no lo sabemos. (Cuando todo se derrumba, Pema Chodron)

De las preguntas existenciales

La preguntas existenciales son un misterio, no un problema. No puede ser resueltas mediante técnicas de meditación que reafirman suposiciones arraigadas, a partir de la autoridad de un escritura o con la sumisión a un credo. Estas estrategias solo reemplazan la pregunta con la creencia de la respuesta que teje la mente asociando ideas para construir argumentos.
Porque a medida que las preguntas se aclaran, se vuelven más desconcertantes y se adentran más aún en lo desconocido. La comprensión verdadera no da respuestas consoladoras sobre la naturaleza de la vida sino que confronta el dilema humano de existir, el no saber.

“Ser espiritual es estar dispuesto a transitar el camino del silencio y aprender sobre uno mismo. Aprender sobre uno mismo es olvidarse de uno mismo. Olvidarse de uno mismo es experimentar el mundo como un objeto puro.»

Un cuento zen

Cuando el ciego se despedía de su amigo, éste le dio una lámpara. 
– Yo no preciso de la lámpara, pues para mí, claridad u oscuridad no tienen diferencia, dijo el ciego. 
– Conozco al respecto, pero si no la lleva, tal vez otras personas tropiecen con usted, dijo su amigo. 
– Está bien, replicó el ciego. 
Luego de caminar en la oscuridad el ciego tropezó con otra persona…. 
– ¡Uy!, dijo el ciego. 
– ¡Ay!, dijo la persona chocada por el ciego en la oscuridad. 
– ¿Usted no vio esta lámpara?, dijo enojado el ciego. 
– ¡Amigo, su lámpara estaba apagada! 
Sigue las ideas de otros sin objetarlas ni cuestionarlas y acabarás comportándote como el ciego que no consigue percibir que la luz se apagó.

AUTOCOMPASIÓN. El trato amable hacia uno mismo.

Difícilmente nos atreveríamos a tratar a alguien del mismo modo en el que a veces nos tratamos a nosotros mismos porque sabemos que, si lo hiciéramos, habría más de una persona que dejaría de relacionarse con nosotros. Nuestra auto-crítica suele ser severa, sutil, tenaz, además de que nos provoca angustia y malestar, pero la seguimos ejerciendo ya que nos resulta natural. ¿Qué nos sucede que nos seguimos auto-criticando a pesar de lo dolorosas que son las consecuencias? En primer lugar, porque una parte nuestra cree que lo necesitamos; sin darnos cuenta nos juzgamos duramente, pensamos que cuando no nos criticamos estamos siendo indolentes o auto indulgentes a la vez que nos parece que el reprocharnos nuestro accionar nos permitirá auto-motivarnos a hacer las cosas más eficientemente. ¡Como si la eficiencia dependiera del rigor autoritario, del sufrimiento en sí o de vivir bajo presión! En segundo lugar, estamos habituados a hacerlo, cuando nos han maltratado nos enseñaron a establecer un vínculo de maltrato hacia nosotros mismos.

Para entender que quiere decir Self – Compassion, será útil considerar en primer término qué significa el término “compasión”. Convengamos que en Occidente, el término ha sido utilizado sobre todo en el lenguaje de las religiones. No se habla de compasión ni en las familias, ni en el ámbito educativo, ni en la sociedad en general. Incluso no se habla de la compasión en los programas de formación en las carreras universitarias cuyo objetivo es la asistencia a personas.

En el mundo está creciendo el número de investigaciones psicológicas sobre la compasión y sobre la compasión hacia sí (self-compassion) y ya son una realidad comprobada los beneficios que nos traen las prácticas que se basan en ellas, por lo tanto, sus resultados ya se aplican con eficiencia en las tareas terapéuticas.

En este sentido, un buen punto de partida para acercarnos al tema, son los trabajos de Kristin Neff, psicóloga investigadora de la universidad de Texas, especializada en el tema de self-compassion, basa sus trabajos en la definición del concepto a partir de 3 componentes:

1)Trato amable hacia uno mismo

Self-Compassion implica reconocer el sufrimiento, tener sentimientos de amabilidad, ejercer el cuidado, comprender el dolor del otro, a la vez que desear y tomar acción para que disminuya, dándonos el mismo trato a nosotros mismos.

Cuando no sentimos auténtica compasión por nosotros mismos nos sentimos amenazados por cualquier falla o situación y rápidamente sentimos que somos lastimados. Si algo no nos gusta de nosotros y nos tratamos mal, nos convertimos en nuestros propios atacantes al mismo tiempo en atacados, con el consecuente aumento del estrés en nuestras vidas. Muy por el contrario,cuando nos tratamos bien , nos deprimimos menos, nos sentimos más motivados, más satisfechos, más conectados a los demás.

2) Humanidad compartida

La compasión implica el reconocimiento de que la experiencia humana es imperfecta, frágil, provisoria, y que todos nos sentimos vulnerables por lógica derivación de estas realidades. “Self-Compassion” tiene exactamente las mismas cualidades que las que se despliegan en la práctica de la compasión. Además, implica el reconocimiento de que la imperfección es parte indefectible de la vida humana, no hay ningún individuo que sea perfecto, nadie que esté exento de ignorancia, ninguna persona que no cometa errores o que tenga que mejorar en algún área de su vida.

3) Mindfulness

Aunque la dureza con la que nos tratamos nos acarrea mucho sufrimiento lo seguimos prolongando   debido a que no logramos hacerla consciente. ¿Cómo dejar de sentirnos tan mal si ni siquiera nos resulta evidente que no nos tratamos compasivamente? Al identificarnos con un severo juez interno, ni siquiera notamos lo auto-críticos que somos. Como respondemos mecánicamente con dureza hacia nosotros mismos, se hace necesario hacer un trabajo consciente para desarrollar la habilidad de elegir tratarnos bien. Mindfulness es la práctica que nos ayudará a estar con lo que es en el momento presente, con aceptación y sin críticas ásperas ni juicios severos.

Además, Neff define de self-compassion por contraste con otros conceptos que suelen asociarse a la compasión hacia sí:

*No es “auto-estima”

Por muchos años los psicólogos hicieron hincapié en estimular esta cualidad en las personas, a pesar de que “estimar” también significa medir, comparar, es evaluar de acuerdo a algún tipo de promedio esperable de normalidad desde el que sentirse bien.

Una vez que tomamos un parámetro de normalidad, automáticamente intentaremos llegar a él, intentaremos “torcernos” cuando sentimos que no encajamos. La sola idea de ser como el promedio es considerado un insulto ya que deberíamos estar por sobre él. ¡Cuánto daño nos ha hecho ver las cosas así! El acoso o bullyng, tan generalizado en nuestra sociedad, se basa en la violencia de aceptar que unos grupos son mejores que otros, unos arriba y otros abajo, unos más importantes y otros menos. Este maltrato se continúa por quienes al desvalorizar a otros reafirman su autoestima.

*No es empatía por los otros

Y cuando nuestra intención es ser empáticos, pensamos que sólo se trata de ponernos en el lugar de otra persona imaginando con facilidad lo que podría llegar a ser estar en sus zapatos, pasando por alto el escucharnos realmente a nosotros mismos porque creemos que eso es ser egoístas. La empatía tampoco es completa si no nos incluye a nosotros mismos, por eso no sólo se trata de cultivarla en relación a los demás, sino de aprender a hacerlo hacia nosotros mismos. Poco a poco y con el aprendizaje y la práctica, aprendermos a centrar la atención hacia nuestro mundo interno para ver lo que está pasando en nosotros y hacer las cosas que nos hacen bien: el mejor camino para hacerle bien a los demás.

*No es la lástima

Cuando pasamos el tiempo sintiendo pena por nosotros quejándonos de nuestra situación, nos alejamos de los demás: “me pasa sólo a mí… pobrecito de mi…”.Imposible sentir compasión por nosotros si la confundimos con lástima. La “auto-lástima” esta centrada en nosotros, se produce en un encierro que no nos deja ver que a los demás les pasan cosas semejantes. ¿Cuál es el resultado? Nos sentimos solos y aislados, apartados del mundo y de la realidad.

La investigación en el tema de la compasión vinculada a la Psicología tiene relativamente pocos años y resta mucho por hacer pero ya se tienen evidencias de sobra para que nos sintamos invitados a explorar su aplicación tanto en los vínculos de asistencia a los demás como en los que cada persona establece con las otras. Vale la pena realizar la tarea dado que las conclusiones de las investigaciones muestran que el desarrollo de la compasión consciente nos hará sentir más motivados, más felices, más abiertos a las imperfecciones, a las fallas y a los errores. Está comprobado que baja los niveles de ansiedad, mejoran las relaciones personales, y disminuye las conductas adictivas, entre otros beneficios. Y en nuestras vidas personales, día a día observaremos el cambio en nuestro estado de ánimo, sentiremos más serenidad y entusiasmo, únicas bases desde las que animarnos a vivir cada vez más las cosas que nos resultan difíciles o que nos dan miedo, en resumen, nos ayudará a desplegar mucho más nuestro potencial.

Fuente:Lic. Fanny Libertun

http://www.psicologiadelacompasion.org/compasion-consciente/self-compassion.html#comments

 

EL SILENCIO, EL TEMPLO DEL ALMA.

Hablar del silencio puede resultar un sin sentido porque es sobre todo una práctica. Es el camino de las no palabras, de los no juglares e implica permitir y permitir-se lo que suceda viviendo la experiencia del momento presente. El silencio fluye desde la aceptación puesto que es una gran rebelión contra nuestro propio desorden interno y una esperanza concreta de encontrar a Dios en ese mundo que Él habita. Es en ese espacio de vacío lleno de contenido en el que el alma siente lo ilimitado.

El silencio es liberación y conexión con la verdad. Es el espacio del no tiempo. Es gozo y disfrute más allá de los sentidos. Para abrazar el silencio debemos aquietar el cuerpo que ofrecerá resistencia desde el dolor como expresión de desasosiego y desamparo. A veces deberemos atravesar las inquietudes de nuestras angustias y complejidades pero el camino hacia la verdad que habita en el corazón se irá abriendo poco a poco para reencontrarnos y hacernos disponibles al compromiso con la vida.

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Cuando respiramos con atención podemos darnos cuenta cómo estamos realmente. El silencio, es nuestro punto de concentración. Una respiración, un pensamiento, un segundo. Respiro y concentro el pensamiento en quién soy. Hasta no escuchar ningún ruido, ningún otro pensamiento, con el cuerpo en calma. Sólo observo; observo mi respiración, aquieto la mente y voy a lo profundo de mi propia esencia pacífica. Hacia mi eje silencioso lleno de sentido donde Dios se da a conocer.

El silencio es un espacio de encuentro que requiere entrar sin angustias, con confianza. En el vacío habita Dios con la presencia del que no se va, que nos espera en un abrazo eterno de silencio sepulcral. La llave de su corazón es tu propio silencio. Tu vida y tu silencio se impregnarán de ese amor y ya sabrás que nunca estarás solo puesto que la compañía de la Verdad se vuelve dulzura.

El silencio pide de nosotros entera atención, es un oficio que requiere práctica y entrega al momento presente. Te lleva al centro mismo del ser para equilibrar tu vida y cargarla de significado. Te permite vivir en el descanso de la libertad auténtica. En el silencio el ego se duerme. No vas tras nada ni buscas nada porque allí sólo eres quien eres, pura presencia sosegada.

Llegas al silencio desde el vacío, no desde tus ideas ni conceptos. No es lo que sabes ni lo que sientes sino lo que eres desde la quietud del ser. El silencio como encuentro mismo nos acoge y debemos llegar libres de toda pretensión.

El silencio es un derecho del alma para regenerarse y recrearse desde el equilibrio. Introducirse en el silencio es un síntoma de vitalidad puesto que no es posible vivirlo en horas de ocaso. Hay que estar muy lúcidos para disfrutarlo puesto que son horas cargadas de dinamismo y de vida.

El silencio es para encontrarse con la propia verdad. Poco a poco, en la vida hemos ido cambiando la sabiduría por dogmas y repetimos: Estoy de acuerdo o en desacuerdo, aquello está bien o esto mal. Pero no se trata de estarlo sino de sentirlo. Lo importante es verlo desde adentro porque las verdades nunca se han podido transmitir desde fuera. Si uno no se aproxima a ellas desde adentro solo estaremos repitiendo saberes adquiridos.

El silencio es también un romance de amor con el ahora. Sin huir ni separarnos de nadie, no requiere escapar de nada sino disfrutar el día como un auténtico romance con lo que es.

El silencio se vive en confianza. No se trata de hacer silencio sino de serlo puesto que al ser silencio siempre se notará en todo. Nuestras relaciones cambiarán porque el silencio no interfiere el crecimiento de nadie y así veremos a las personas. Cada ser humano será  él mismo puesto que el silencio no manipula  y al respetar lo envuelve todo.

En el silencio tenemos la experiencia de lo eterno en nuestra vida. Dios se hace evidente, sin intermediarios, es el espacio natural para darle paso. Es la luz verde para que El se haga presente y sea el protagonista.

El silencio es libertad para el ser humano en su camino hacia el volver a ser esencia. Hacia su refugio auténtico.