«Cuando intentamos singularizar cualquier cosa, la encontramos entreverada con todo lo demás en el universo.» (John Muir)
Salir de nuestra propia versión limitante en cualquier interpretación nos permite ejercitar la flexibilidad y conectar con una compresión más genuina del comportamiento de los demás. Siempre termino reconociéndome cuando dejo ingresar la perspectiva que en principio parecía ajena. Adoptar un punto de vista más incluyente hace una gran diferencia en todo análisis. Sentir la armonía de la interconexión habilita el encuentro de una respuesta más apropiada que la del yo y sus necesidades.
Los ritmos de la naturaleza tienen algo que decirnos acerca de la velocidad: Todo va de moderado a lento. Muchos de nosotros vivimos creándonos urgencias para funcionar a alta velocidad totalmente fuera del ritmo natural. En ese desequilibrio lo único seguro es que no podremos profundizar en la experiencia vital. No nos damos cuenta que hay un ritmo primordial por detrás de nuestros intereses que implacablemente nos demostrará el alto precio que pagamos por desatender lo importante.
Disfruto de quedarme quieta, conectar con los ritmos en que la vida pasa a mi alrededor, dejarme llevar por esa corriente universal y escuchar a mi corazón adaptándose al infinito silencio en que todo sucede. Todo está sujeto a condiciones que escapan a nuestro control. Y no hace falta morirse para descansar en paz. Urge otra clase de cotidianidad, donde la medida del tiempo le haga espacio al recogimiento. Sentir lo que se piensa es tarea imprescindible.
¡Tantas son las formas en que el horizonte puede ser mirado! Se espera que acerque lo perdido, se busca en él lo que nunca encontramos. A veces leemos esperanza y otras fatalidad. Me gusta perderme en él, habitar el desconcierto que provoca su proximidad con el vacío. Un silencio amplio y sin forma invita a relajar la mente de la contracción de cargar con la vida y parece señalar el camino de regreso a las cosas que importan.
A veces algo que veo parece llamarme. Algo que calla toda inquietud y no intenta ser presagio, que concentra la atención para inmediatamente trascenderla a la periferia. La absorción impregna el momento. Es el susurro de la percepción que antecede a toda valoración proveniente del pensamiento y su conversación mental.
¿Qué es la belleza sino una cualidad espiritual? Quizá su mayor virtud sea la de crear un puente entre el mundo de las formas y el mundo inmaterial.
Hoy día como cualquier otro
despertamos vacíos y asustados.
Pero no nos apuremos.
Lancemos la red al pozo de los sueños.
Sintamos tan solo y escuchemos.
Hay mil formas de inclinarse a besar la tierra.
Y que sea lo que hacemos
la belleza que amamos.
(Rumi)