De la naturaleza de la vida y su verdad.

Cada momento de la vida es una puerta abierta hacia el encuentro con la verdad esencial. Pensamos que descubrir lo que somos es imposible o solo para unos pocos iluminados pero cada experiencia cotidiana nos muestra la naturaleza esencial que nos constituye. Lo que está sucediendo en este preciso momento trae en sí mismo el mensaje primordial pero no lo percibimos porque buscamos lo extraordinario como algo ajeno a lo ordinario.

La paradoja radica en que es la mente, fiel compañera que todo lo define y clasifica, la que cubre a través del pensamiento el contacto con lo primordial que nos anima y le da vida al fino equilibrio en que la vida fluye. La utilidad de la mente es nuestro máximo engaño. Una fina capa ilusoria filtra la naturaleza de la realidad y nos resulta muy difícil contemplarla en su desnudez. Ayuda mucho al descubrimiento ponerse en contacto con el mundo natural porque allí la experiencia es directa, los sentidos transcienden los conceptos y surge la esencia como la diferencia entre pensar en nadar en el lago y sumergirnos en él, imaginar el perfume de una mañana en el bosque y sentirlo sentados a la vera de un arroyo.

Nuestra condición humana no existe separada de lo trascendente. La mente nos atrae y seduce separándonos con sus interpretaciones. Si observamos con atención, no hay un mundo espiritual separado del material sino que lo espiritual lo permea todo. Hacernos conscientes de cómo es la naturaleza de la vida está ligado a habitar cada experiencia con lucidez para no quedar atrapados en el personaje que nos hace creer que tenemos una identidad ajena y separada de los demás y de los objetos del mundo.

Descubrir esta verdad no modifica nada pero lo cambia todo. A partir de entonces la paz anhelada deja de ser utopía y la aceptación se transforma en un estado hacia la plenitud de la ecuanimidad.

«Ninguna situación por difícil que sea nos impide responder con sabiduría y compasión. Esta es la libertad que nace de comprender la naturaleza de la realidad.» (Alice White)

 

La teoría de los dhammas y los planos de existencia.

En la Teoría de los Dhammas se expone que los dhammas o también llamados realidades últimas se formula que son cuatro: La materia, los factores mentales, la conciencia y el Nibbāna.
En lo que respecta a la conciencia, identificada como la actividad de conocer, es un fenómeno único, pero en sí mismo es como un espectro que puede tomar tonalidades distintas, a cada una de las cuales se le designa como un tipo de conciencia, así que se postula que pueden ser en total 89 tipos de conciencia (bajo otro análisis también se puede postular que pueden ser 121).
Los seres humanos estamos ubicados en un plano de existencia donde el común de los seres humanos emplea prácticamente alrededor de 45 de estas conciencias, que están bien explicadas y definidas en el Abhidhamma (una de las secciones del Canon Pali o Tipiṭaka); por lo general estas 45 conciencias se dividen en conciencias sanas, conciencias insanas, y sus respectivas conciencias resultantes.

Las conciencias siempre están acompañadas de los factores mentales (que pueden ser de 52 tipos), las conciencias no pueden surgir solas, siempre están asociadas con los factores mentales, que son justamente, los que les dan las “tonalidades” a cada conciencia según la combinación e intensidad de los factores mentales.

En el plano humano, el ser siempre está viviendo, eligiendo y usando tipos de conciencias dentro de un rango de 45 tipos de conciencia, las que pueden ser conciencias sanas, conciencias insanas y conciencias resultantes de las dos primeras; lo que ocurra en el momento de su muerte determina el destino en el que ese ser humano va a volver a reconectar o a renacer (se usa el término reconectar, porque justamente es la conciencia y no “un ser” lo que reconecta en determinado plano) según el tipo de conciencia que él está habituado a usar o según la conciencia que él tome en ese preciso momento. Las conciencias que él está habituado a usar vienen determinadas por el kamma, que en este contexto se puede resumir como las acciones que habitualmente realiza, entonces el kamma puede ser un kamma sano si actúa con conciencias sanas (o mente sana) y puede ser un kamma insano si actúa empleando conciencias insanas (o mente insana), y estas son las que prácticamente determinaran el siguiente plano de existencia donde ese ser va a reconectar.

Así ese ser puede reconectar nuevamente en el plano humano, renaciendo como un ser humano, puede reconectar en planos inferiores al plano humano (como animal, como espíritu, como demonio, o en el infierno) o puede también reconectar en un plano de existencia superior al del ser humano como deva (palabra pali que se suele traducir como dioses o seres superiores al ser humano, este plano se divide en 6 subplanos donde es posible renacer).
Así es que un ser humano común puede volver a reconectar en 11 planos de existencia distintos: 6 planos superiores de los devas, mas 4 planos inferiores, más el plano humano mismo.

¿Qué determina en cuál de ellos surgirá nuevamente? Prácticamente el tipo de conciencias que mayoritariamente viene empleando el ser, si usualmente emplea las conciencias sanas en su diario existir, y es capaz de mantener esa conciencia sana en el momento de su muerte, reconectara en un plano superior de existencia. Si habitualmente y mayoritariamente emplea conciencias insanas en su diario vivir y es el tipo de conciencia que hace surgir en el momento de su muerte, reconectara en los planos inferiores de existencia. Y si en promedio se mueve de manera oscilante entre ambos tipos de conciencia, lo más probable es que reconecte nuevamente en el plano humano, como un ser humano. Ahora claro está la relación de correspondencia no es así tan lineal, pero este es un bosquejo simple, aproximado de correspondencia entre los tipos de conciencia usados y el destino próximo de reconexión.
Se describe que los planos inferiores de existencia, son planos donde el sufrimiento es mayor; en los planos superiores más bien predomina los estados de gozo y plenitud en la existencia, y el plano humano es la combinación de ambos; pero ninguno de estos destinos es un resultado definitivo, porque en cualquiera de ellos se tiene un tiempo de vida, ya sea más corto o más largo, pero existe un periodo de vida limitado, luego del cual se pasa nuevamente por la experiencia de la muerte y se vuelve a reconectar en algún otro destino con una probabilidad casi azarosa.

Estos once planos de existencia es lo que se conoce como La Esfera Sensorial (kāmāvacara, en pali), donde predominan los seis sentidos, se percibe la realidad a través de los seis sentidos, y se es recurrente en el apego a los objetos de los sentidos, a los deseos sensoriales y a las concepciones erróneas sobre la naturaleza de la mente y la materia.
¿Qué pasa si ese ser humano común del que hablábamos al inicio decide incursionar en el mundo de la meditación? Actualmente existen muchas formas y estilos de meditación disponibles, pero todos los tipos de meditación existentes se pueden reducir solamente a dos grandes grupos: el primer llamado el tipo de meditación samatha y el segundo tipo llamado meditación vipassanā. En la meditación samatha, se obtiene con la práctica, estados de tranquilidad, de paz, de felicidad y en su máximo desarrollo se obtienen elevados niveles de concentración. Con la práctica de la meditación vipassanā, lo que se obtiene es entendimiento cada vez más fino y exacto de la realidad del fenómeno mente-materia y en su nivel más desarrollado, se obtiene la total erradicación de las impurezas mentales y el conocimiento directo del elemento incondicionado de la mente, también conocido como Nibbāna.
Entonces si nuestro ser humano común incursiona en la práctica de la meditación samatha y avanza y progresa hasta alcanzar altos niveles de concentración, donde la mente llega a unificarse de manera completa con su objeto de meditación, donde nada lo distrae ni perturba de su establecida concentración, entonces en ese momento ese ser entra en un estado que se conoce como “absorción meditativa” (jhāna en pali); en dependencia de cuántos factores mentales estén presentes acompañando cada uno de esos estados mentales, se dice que pueden surgir cinco tipos de jhānas o cinco tipos de absorciones meditativas, cada una de las cuales tiene un tipo específico de conciencia. Así, este ser humano llega a conocer y a experimentar de manera directa cinco nuevos tipos de conciencia que no había conocido antes dentro de la Esfera Sensorial. Aún puede profundizar en la práctica, en el dominio y en la maestría de cada uno de esos jhānas, llegando a familiarizarse tanto con ellos como para entrar y salir de cada uno cuando así lo desee. Estas cinco nuevas conciencias son también un nuevo tipo de conciencias sanas. Cuando le llegue la hora de su muerte, si es capaz de sostener alguna de estas conciencias en ese preciso momento de su muerte, la conciencia reconectará en una nueva esfera de existencia denominada La Esfera de La Materia Sutil (rūpāvacara, en pali) donde estos tipos de conciencias jhanicas son lo habitual, lo común; es una esfera superior a la esfera sensorial, en el sentido de que aquí la materia es muy fina y sutil y las capacidades mentales son elevadamente agudas; a los seres aquí existentes se les denomina brahmas , este Esfera de La Materia Sutil, se divide en 16 planos de existencia, así este ser en dependencia del tipo de conciencia jhanica que alcanzó y sostuvo puede reconectar en cualquiera de estos nuevos 16 planos de existencia.

Entonces aparte de los 11 planos que se encuentran en la Esfera Sensorial, hay también 16 planos de existencias adicionales en la Esfera de La Materia Sutil disponibles para el ser.
Ahora, si volvemos a este ser humano que aún habita en la tierra y que luego de conocer la conciencia de la quinta jhāna  se entrena en ésta a un nivel de maestría tal que puede soltar todo objeto de meditación para entrar en absorción meditativa, en este punto él comienza a conocer otros cuatro nuevos tipo de conciencias; al haber soltado todo objeto de meditación experimenta un espacio infinito, sin bordes, ni limites, posteriormente una conciencia infinita, luego la nada y luego un estado de ni percepción ni no percepción, estos cuatro nuevo tipos de conciencia están asociados a esos conocimientos directos; si él puede sostener alguna de esas conciencias en el momento de su muerte, esa conciencia reconectará en una nueva esfera de existencia denominada Esfera Inmaterial, aquí ya no hay materia solo los componentes mentales, conciencia y factores mentales.. Esta esfera de La Materia Sutil está compuesta de 4 planos de existencia, así ese ser que practica meditación samatha y alcanza la maestría en ella, puede llegar a obtener estos nuevos cuatro destinos para reconectar.

Entonces resumiendo un ser humano tiene disponible 31 planos de existencia donde puede reconectar de una existencia a otra (11 en la Esfera Sensorial, 16 en la Esfera de La Materia Sutil y 4 de La Esfera Inmaterial). Cualquiera de estos 31 planos, son planos de existencia condicionada, es decir en cualquier plano se puede surgir y existir, para luego desaparecer y dejar de existir, en términos cotidianos, se puede “nacer” en cualquiera de ellos para luego de un determinado lapso de vida, relativamente corto o relativamente extenso llegar a morir. Por ello son planos condicionados donde se experimentan las tres características universales de los fenómenos condicionados: la Impermanencia (anicca), la Insatisfactoriedad (dukkha) y la Impersonalidad (anatta), porque se carece del control absoluto de lo que ocurre en cada uno de esos planos.

El constante surgir y desaparecer en esos planos de existencia es lo que se conoce como el ciclo continuado del nacer y morir, el girar de la rueda interminable del saṃsara. Aquí los seres pasan de existencia en existencia en un numero casi interminable de veces, hasta que puedan conocer un medio que les haga conocer y entender el cómo trascender este ciclo interminable de nacimiento y muerte continuado. Estas tres esferas en conjunto se denominan esferas mundanas (lokiya). Estas tres esferas en realidad están explicando lo que el ser experimenta y lo que él llega a conceptualizar como realidad objetiva, si nace como humano tiene una conceptualización de que ha surgido en un planeta con ciertas características y entorno, dentro de universo que califica está compuesto de materia y energía, pero debido al no desarrollo de su conciencia se le pasa el entendimiento, que solo es “una realidad” dependiente del tipo de conciencia al que está habituado a usar; pues de haber conseguido un tipo distinto de conciencia, tendría una “realidad” experimentable de una materia más sutil o de una “realidad” carente totalmente de materialidad. Entonces por aquí habría una ventana distinta para entender lo que conocemos como realidad fenoménica en el plano humano, el entendimiento de los fenómenos en general relacionados con él.
Bueno y que pasa si ese ser humano común del que hablamos en el principio no solo practicó meditación samatha y obtuvo los logros mencionados y el conocimiento de los distintos y nuevos tipos de conciencias pertenecientes a la mente condicionada, sino que además aprendió a practicar meditación vipassanā, ¿qué pasa con él?, si ese ser humano llego a conocer la meditación vipassanā y la llega a desarrollar, perfeccionar y dominar hasta su nivel último, ese ser llega a conocer el elemento incondicionado de la mente (Nibbāna) y por lo mismo ya no reconecta más en ninguno de esos 31 planos o de esas tres esferas, simple y sencillamente sale de la rueda del nacimiento y muerte, trasciende el samsara y ya no reconecta más.

(Fuente: Instituto de Estudios Buddhistas Hispano)

¿Qué es la mente?

Lo que denominamos mente, es en realidad un fenómeno concreto que existe en todo momento, un fenómeno continuo, de constante expresión, que se vivencia como un proceso continuado de expresión, por ello se le suele llamar continuum mental o abreviadamente: mente.

La mente es un fenómeno inmaterial, NO producido por la materia; en el ámbito del ser humano, la mente NO es producida por ningún órgano físico, NO está alojada en ningún lugar dentro del cuerpo físico, pero ciertamente tiene determinada correspondencia y se relaciona con el cuerpo físico; para el ser humano hay una correlación y un condicionamiento mutuo entre la mente y la materia, pero esta relación es temporal, es decir si el cuerpo físico llega a su término , el continuum mental seguirá su expresión en una nueva reconexión o renacimiento, es decir este continuum mental se muestra como una continuidad pero no como una identidad (no hay una individualidad que pase de una existencia a otra, pero si hay una continuidad que se expresa en determinados matices diferenciables temporalmente). En otras palabras NO es que el ser humano “posea” mente, si no que más bien todo lo que englobamos bajo el concepto de ser humano, es solo una expresión de la mente.
Esto se entiende mejor bajo la formulación dada en el Buddha Dhamma, específicamente en la sección del Abhidhamma.

En el Abhidhamma se analiza la mente en detalle, obviamente respaldada por la experimentación producto de la meditación, y se descubre, se encuentra que la mente se puede dividir en dos componentes: la conciencia (citta en pali) y los factores mentales (cetasika). Estos dos componentes son vivenciables cuando usted se sienta a meditar, en esa experiencia lo más probable es que emerjan una serie de pensamientos discursivos, si usted afina su atención va a descubrir que hay dos “cosas”, dos elementos, dos componentes en ese momento: el primer componente vendrían a ser los pensamientos discursivos en sí mismos y el otro componente vendría a ser “lo que nota” que están ocurriendo tal o cual tipo de pensamientos discursivos. Así que en ese caso concreto de experiencia, en ese preciso momento hay algo que se da cuenta, que descubre, que nota, que se percata de que hay pensamientos discursivos, exactamente eso que se percata, eso que nota, eso que conoce lo que está ocurriendo es la conciencia (citta) y aquello que la conciencia observa y se percata es una determinada expresión de los factores mentales, en este ejemplo la cualidad de sus pensamientos discursivos, pongamos el ejemplo de que sus pensamientos discursivos fueron de preocupación respecto a una situación laboral, o familiar, o sentimental, o financiera o de cualquier otro tipo, mas allá de cual sea el contenido específico, la historia misma del pensamiento discursivo, ese es un tipo de pensamiento donde hay preocupación, entonces ese es una de los factores mentales implicados en ese momento: el factor mental de la preocupación (kukkucca), que es un factor mental insano, si usted agudiza un poco más su observación va a descubrir que está presente una determinada molestia físico o mental, que según la intensidad de sus pensamientos este malestar está tomando la forma de enojo, ira, rabia, mala voluntad, insatisfacción, o derrotismo ( depresión), entonces todos estos últimos mencionados forman lo que en el Buddha Dhamma se denomina aversión, así en ese precio instante en su mente este presente la aversión (dosa) que es otro factor mental, así usted ya va conociendo dos factores mentales (insanos por cierto) uno llamado preocupación y otro denominado aversión; pero si usted sigue atento y no se distrae va a ver que esos pensamientos discursivos que tenía toman el giro de buscar un responsable, un culpable, de su mal momento, de su malestar, de su rabia, de su enojo, de su insatisfacción, si en ese momento fallamos en entender la ley del Kamma (tal como publicamos el día de ayer) vamos a dirigir un pensamiento de mala voluntad, o unas palabras cargadas de ira y enojo contra esa persona posiblemente cuando la veamos, o una acción física concreta contra esa persona o cosa que según nosotros es el responsable de nuestra malestar, entonces aquí aparece un nuevo factor mental denominado concepción errónea (diṭṭhi); así usted ya conoce vivencialmente tres factores mentales insanos : concepción errónea, aversión y preocupación. Cada uno de ellos se hace predominante en determinado instante en su mente a través de algún tipo de pensamiento discursivo.
Si cambiamos el ejemplo y asumimos que ese pensamiento discursivo tenia contenidos sobre algo muy agradable que usualmente nos produce tremendo placer o gozo, por ejemplo comenzar a pensar sobre ese postre que nos encanta, o comenzar a pensar en la cena que ya se acerca y el platillo que vamos a elegir y con el que nos vamos a engreír (puede que se nos empiece a ser agua la boca), o tal vez comenzamos a pensar sobre el spa que nos espera con el delicioso sauna y los reconfortantes masajes que ya conocemos; en este caso está presente el placer y el apego a lo que nos lo proporciona, así que se genera en nosotros el deseo de enrumbarnos en determinada acción, cancelando o dejando de dar preferencia a cualquier otra actividad programada; por lo que en este ejemplo se hace predominante el factor mental conocido como apego (lobha).
Entonces vemos que cualquier tipo de pensamiento que tengamos se puede reducir a uno u otro tipo de factores mentales, ahora cada uno de estos factores mentales esta siempre (como vimos) acompañando a la conciencia, surge en el mismo momento que la conciencia, por lo tanto cada uno de estos factores cuando se hace predomínate le da a la conciencia cierto matiz, cierta tonalidad, genera cierto tipo de conciencia; así es fácilmente comprobable por nosotros que no es lo mismo cuando nuestra conciencia esta matizada de enojo o ira (cuando vamos a decirle a alguien “sus verdades”) que cuando vamos a solicitar ese postre que nos encanta, en el primer caso tenemos una conciencia donde predomina la aversión y en el segundo caso tenemos una conciencia donde predomina el apego, y desde cada una de ellas (como es fácilmente comprobable en nosotros mismos) pensamos ,hablamos y actuamos distinto.
Así que los factores mentales que surjan y que se hagan predominantes en cada momento mental determinan el tipo o el matiz que toma la conciencia en ese momento, definiendo esto una gama o una variedad de conciencias disponibles en el continuum mental; lo que también es comprobable es que a medida que se van identificando todos los factores mentales, se descubre que en cada momento hay varios factores mentales presentes con cada conciencia; también encontramos que tanto la conciencia como los factores mentales están tomando el mismo objeto (el objeto de la aversión o el objeto del deseo) ese objeto a quien le imputamos la responsabilidad de nuestra emoción, el “responsable” de nuestro tipo de pensamiento o emoción; Otra característica dentro del continuum mental es que estos factores mentales y la conciencia surgen juntos y cesan juntos en un despliegue continuado de variedades y opciones. Es decir si meditamos por 20 o 30 minutos presenciamos como nuestra mente pasa de un tipo de pensamiento a otro, en su momento son pensamientos agradables, en su momento son pensamientos desagradables, en su momento tal vez neutros, pero notamos ese oscilar, ese cambiar, ese pendulear de un estado de mente a otro, a veces la pasamos bien, es una agradable experiencia, a veces la pasamos mal, y es una experiencia insatisfactoria. En resumen, si tenemos factores mentales sanos, se originan conciencias sanas, y si tenemos factores mentales insanos se originan conciencias insanas; y descubrimos como nuestro continuum mental pasa de expresar estados mentales sanos a expresar estados mentales insanos y así sucesiva y oscilatoriamente. Esta última característica es lo que se llama Impermanencia (anicca), la que nos dice que todos los fenómenos condicionados son siempre impermannetes; cuando se agudiza más la atención a largo plazo se descubre la alta frecuencia con que esta impermanencia está ocurriendo en el continuum mental y eso genera insatisfacción (dukkha) en la mente del practicante, esta es la segunda característica de todos los fenómenos condicionados , descubrir que no se tiene ningún control, que se mueve a su antojo exhibiendo tonalidades distintas a todo momento; la experiencia directa de estas dos características , lleva al practicante a conocer la tercera característica de los fenómenos condicionados: la Impersonalidad (anatta), la característica que muestra que no hay una entidad fija en ninguno de los fenómenos, que estos son solo la temporal confluencia de determinadas causa y condiciones, que después de estas no hay nada concreto. Estas son las tres principales características generales que tienen todos los fenómenos condicionados.

Entonces resumiendo:
Mente = Conciencia + Factores Mentales

Especificando
Factores Mentales
Son los factores que siempre acompañan a la conciencia, siempre están surgiendo y cesando al mismo tiempo con ella, siempre toman el mismo objeto que la conciencia está tomando; son los que le dan el matiz o el tono al estado mental; al combinarse con la conciencia hace que esta tome su matiz respectivo, generando un tipo determinado de conciencia.
Los factores mentales son 52 en total: 25 de ellos se llaman factores mentales hermosos (o sanos), 14 de ellos son factores mentales insanos y 13 son factores mentales comunes a los dos anteriores.
Los 13 factores mentales comunes a ambos grupos se subdivide en dos grupos : el de los factores mentales universales, que son 7 y que son el mínimo numero en realidad de factores con los que se puede acompañar una conciencia; dado que la función de la conciencia es conocer, estos 7 factores mentales universales apoyan a la conciencia en su actividad de notar, de conocer los objetos mentales, por lo tanto están siempre presentes con la conciencia sea cual sea el tipo de conciencia que surja, estos 7 son : Contacto (phasa)[el factor que hace contacto entre la conciencia y el objeto a conocer], Sensación (vedanā)[que surge producto del contacto anterior], Percepción (saññā)[la que es capaz de reconocer los objetos o hacerlos reconocibles],Volición (cetanā)[el impulso o la voluntad que generara una acción mental, verbal o corporal],Unificación (ekaggattā)[el sostener el objeto por la mente], Facultad Vital (Jīvitindriya)[ayuda a mantener los factores mentales asociados] y Atención (manasikāra)[estar atento al objeto].El segundo grupo se compone de 6 factores mentales llamados ocasionales, que a diferencia de los anteriores ya no son comunes a todas las conciencias, es decir solo ocurren en determinados contextos y circunstancias, son ocasionales.
De ahí siguen los 25 Factores Mentales Hermosos, así llamados porque son factores mentales sanos , que hacen que la conciencia tome un matiz sano, desde la cual se generan acciones mentales, verbales y corporales realmente sanos, beneficiosas para el practicante y para todos los seres, podemos mencionar como resumen solo algunas: Confianza (saddhā), Atención Plena (sati), No Codicia(alobha), No Aversión (adosa),Estabilidad mental (Upekkhā), Tranquilidad mental (kāya passaddhi), Compasión (karuna), Entendimiento (ñāṇa) y 17 más que no por no mencionarlos aquí dejan de ser importantes.
Luego están los 14 Factores Mentales Insanos, cada vez que se usa uno de estos factores mentales, la conciencia toma un matiz insano, por lo tanto toda acción mental, verbal y corporal que se realicen con estos tipos de conciencias generaran resultados adversos y circunstancias desfavorables en la existencia, podemos mencionar a: Ignorancia (moha), Apego (lobha), Aversión (dosa), Agitación mental (uddhaccha),Concepción Errónea (diṭṭhi),Envidia (Issā),Vanidad (māna),Avaricia (macchariya) y la Preocupación (kukkucca) y 5 adicionales.
Estos 52 factores mentales en distintas agrupaciones y bajo la fuerte predominancia de algunos de ellos dan origen a la clasificación de la conciencia también en grupos.

Conciencia
Como ya se mencionó la conciencia es la cualidad de conocer, la capacidad de conocer, para realizar esta tarea se acompaña de determinado grupo de factores, la función mínima cognitiva se acompaña de los 7 factores mentales universales, en compañía de tales factores mentales la conciencia llega a conocer cualquier objeto sea mental o material, y de ahí puede adicionar los otros factores mentales con lo que se genera un tipo de relación y de interacción de la conciencia con el objeto ( se puede relacionar por ejemplo desde el apego hasta el entendimiento). En base a esa combinación de determinados factores la conciencia toma distintos tipos o matices.
En total la conciencia puede tomar 121 tipos de expresión, esta se divide primeramente en dos grandes grupos,: el primero de ellos se llama el grupo de las Conciencias Supramundanas (lokuttara Cittas), este es el tipo de conciencia que llega a conocer un ser que ha experimentado directamente el del elemento Incondicionado de la mente (también llamado Nibbāna), aquí son 40 los tipos de conciencia, que puede conocer y experimentar ese ser, en donde participan de manera predominante ocho factores mentales sanos: la Atención Plena(sati), El Entendimiento (ñāa),Energía (viriya),Gozo (pīti),Tranquilidad (passadhi),Concentración (samādhi) y Ecuanimidad (upekkhā). Luego está el segundo grupo que se denomina Conciencias Mundanas (Lokiya Cittas) compuesta por 81 tipos de conciencia; se denominan conciencias mundanas porque aquí todavía no se llega a conocer el elemento incondicionado de la mente.
Estas 81 conciencias mundanas se subdividen a su vez en tres grandes grupos: el primer grupo es el de las Conciencias de la Esfera Inmaterial, que son un grupo de 12 tipos de conciencias nuevas que puede conocer alguien que practica la meditación de tipo samatha y alcanza maestría en el quinto nivel de absorción meditativa conocida como el quinto jhāna. El segundo grupo es el de las conciencias de la Esfera de la Material Sutil, grupo compuesto de 15 tipos de conciencias, cognoscibles por quienes llegan a experimentar los cinco primeros niveles de absorción meditativa o los cinco primeros jhānas. Y el tercer grupo está formado por 54 conciencias y se denomina el grupo de la Esfera Sensorial, y es el grupo en el que nos encontramos la mayoría de los seres humanos comunes, aquí es donde predominan las conciencias sanas e insanas y desde las cuales estamos por lo general actuando, moviéndonos u oscilando entre el apego, o el no apego, la aversión o no aversión, la preocupación o la calma, la agitación o la tranquilidad mental y así sucesivamente. A diferencia de las otras conciencias (las de la esfera de la Materia Sutil, la Esfera Inmaterial, y las Conciencias Supramundanas) donde solo se producen factores mentales sanos y por lo tanto lo que se generan son conciencias sanas.

(Fuente: Instituto de Estudios Buddhistas Hispano)

De la obstinación por tener razón y la sensación de estar equivocado.

La mayoría de nosotros hace todo lo posible por evitar pensar que la propia opinión está equivocada. Nos produce una profunda incomodidad la idea de la equivocación y preferimos dejarla en abstracto, como algo que puede suceder en lugar de contemplar la posibilidad que estemos afirmando como válido ahora mismo, algo que es un error. Nos va la vida en la opinión, estar equivocados nos expone y preferimos vivir en la burbuja de nuestra percepción correcta aún al costo de los perjuicios que causa.

Pero somos falibles, vulnerables, nos equivocamos. Somos humanos y eso incluye estar errados. La obstinación por tener razón es un verdadero problema para la vida personal y como colectivo social, al haber construido «la cultura de lo correcto» como la forma de tener éxito en la vida. Insistimos en tener razón porque nos hace sentir inteligentes, responsables, virtuosos y seguros.

Suele suceder que sentirse equivocado nos provoca emociones devastadoras tales como la vergüenza o la inadecuación. Darse cuenta que uno está equivocado no se siente nada bien y preferimos pensar, aún semiconscientes del error, que estamos en tierra firme. Así es como ciegamente, a pesar de estar equivocados, nos podemos sentir igual que si tuviéramos razón y muy sólidos en defensa de nuestra equivocación.

Confiar demasiado en la sensación de estar en el lado correcto de algo puede ser muy peligroso no solo para nosotros mismos sino para los demás, puesto que no es una guía confiable de lo que realmente está sucediendo en el mundo exterior. Cuando actuamos como si esa sensación lo fuera y dejamos de evaluar la posibilidad de estar equivocados es cuando nos exponemos a convertir el error en un problema mayor en lo práctico.

Nuestras creencias no son el espejo perfecto de la realidad pero al  considerarlas como tal, se vuelve imperativo convencer a los demás. Es a partir de allí que entran en escena, una serie de suposiciones desafortunadas como considerar que los demás son ignorantes y no logran comprender perdiéndose la posibilidad de iluminarse. Si el desacuerdo persiste, entonces los consideramos tontos, porque a pesar de contar con la valiosa información que nosotros mismos tratamos de aclararles, persisten en el error. Y cuando todo eso no funciona, cuando resulta que la gente que está en desacuerdo tiene frente de sí los mismos hechos que nosotros y realmente son bastante lúcidos, entonces pasamos a la suposición extrema: saben y entienden la verdad de la cosa pero la distorsionan deliberadamente.

Este apego a la razón propia nos impide evitar errores, algo absolutamente necesario por lo delicado de los hechos que puede estar atendiendo y, al mismo tiempo, daña las relaciones interpersonales. Lo más desconcertante es que nos aparta de nuestras humanas necesidades compartidas. Esta persistencia en imaginar que nuestras mentes son ventanas perfectamente traslúcidas como para ver hacia afuera y describir el mundo tal como se revela, nos lleva a pretender que todo el mundo mire por la misma ventana y vea exactamente lo mismo. Pero eso no es la verdad, el gran desafío humano es nuestra capacidad para tener distintas perspectivas y armonizar en las diferencias en la búsqueda del bien común.

En lo personal, realmente creo que la única forma de recuperar el sentido de opinar, discrepar y acordar es mantenernos humildes y no perder de vista que podemos estar equivocados. Todas esas certezas que en algún momento aportaron sentido pueden derrumbarse en un abrir y cerrar de ojos. Si uno realmente quiere redescubrir la maravilla de estar vivo,  tiene que apartarse de ese pequeño y aterrado espacio de las propias razones y mirar alrededor, a los otros, contemplar la inmensidad, la complejidad, el misterio del universo y pensar: «¡Qué sé yo!»

Del egoísmo, el altruismo y lo genuino.

En estos tiempos de culto al egoísmo, donde lo auténtico y lo ilusorio cobran formas distorsionadas que confunden y hasta tienen sus militantes, aspirar a un mundo donde la conducta altruista sea la expresión genuina del afán de dar que tiene el alma puede ser considerado como síntoma de alguna patología. Pero el altruismo verdadero, sin motivaciones egoicas fundadas en la necesidad de representar el papel de bueno,  de supuesto ángel o de santo existe en el espíritu humano sin estar vinculado a dogma alguno que intente validarlo.

En el ser humano existe un potencial para el bien que siempre está ahí. Porque el oro es oro aún cuando se ensucie en el fango.  Se trata de ir más profundo para comprender cómo funciona la conciencia. Hay ahí disponible un aspecto luminoso que no casualmente es así llamado en distintas tradiciones espirituales como lo original e imperecedero: Es como una antorcha que no se modifica ni cambia de acuerdo a lo que ilumina. La naturaleza básica de la conciencia admite diversos contenidos, conceptos como el amor, el odio, los celos o la envidia. Pero la naturaleza esencial del pensamiento no está determinado, tiene el potencial de ir en cualquier dirección y es entonces el despliegue de la conciencia espiritual lo que marca hacia dónde irán los pensamientos y emociones que surjan en la mente. Somos conscientes y eso nos permite transformar la forma en que pensamos.

La manera en que interpretamos lo que nos sucede determina nuestro estado mental y con ello lo que sentimos internamente. Pensamos que las emociones y pensamientos nos son propios pero cada imagen es un estado mental, no son nuestra naturaleza intrínseca sino que son una proyección de la mente.  Cuando meditamos podemos enfocar la atención en lo que hay detrás de los pensamientos, la conciencia pura donde reside la capacidad de estar lúcido y comprender. Ahí las emociones y pensamientos no nos arrasan y podemos modificar la forma de percibir el mundo.

Necesitamos una mente calmada, con más estabilidad para desarrollar atención. Para eso sirve la práctica de concentrarse en la respiración e ir al silencio, porque la mente deambula y los pensamientos se asocian y saltan de tema en tema todo el tiempo. Es la naturaleza de la mente hacerlo. Focalizarse en la respiración permite percibir solo la sensación de respirar, el aire que entra y sale. Y eso calma, brinda sosiego a la mente. Hay que entrenarla para que no se distraiga y así lograr flexibilizarla.

Siento que hay que liberarse de la mente a través del altruismo y la compasión. La consideración por los demás, sin codicia. El altruismo es el camino, hay que desarrollar cualidades humanas además de contenidos académicos en el sistema educativo. No alcanza con las herramientas sino que necesitamos intenciones y valores que le den sentido a su uso. La compasión nos hace más humanos suavizando la individualidad con el dolor de los demás. La naturaleza del ser humano es compasiva y hay que fomentarla para que se vuelva protagonista.

No somos ni especiales ni distintos a ningún ser sintiente, por lo que, respeto completo es la aceptación incondicional de quién soy, quiénes son los demás y cómo son las cosas.

 

«La compasión debería ser la conciencia de la ciencia que vele por todas sus aplicaciones.» (Matthieu Ricard)

 

De la información y la sabiduría

Uno puede ser un gran erudito pero la información no transforma y es por eso que la filosofía puede atormentarnos con elucubraciones. Una cosa es conocimiento y otra es sabiduría. La información es como una moneda prestada que no aumenta tu patrimonio pero te hace sentir más pudiente puesto que no cambia la mente ni hace que nuestra esencia se disocie de lo material para comprender la realidad. Las herramientas son orientadoras, son pautas para despertar la sabiduría interior.

La sabiduría es intransferible, un espacio de conciencia libre de ataduras, de máscaras mentales y emocionales que nos impiden conectar con nuestro yo más honesto.

«Ven y mira lo que es desde la pureza de la conciencia», dijo Buda. La mente debe liberarse de la atadura del autoengaño para volverse más lúcida, penetrante, ver las cosas tal como son y observar la verdad de los hechos.

Hay que despejar los densos nubarrones que pueblan el pensamiento. Tenemos la tendencia a explorar lo que está lejos, a externalizar pero eso nos aliena y perdemos de vista al que mira, al pensador y su universo más cercano, su interior. La insatisfacción es el impulso básico para encontrar respuestas que orienten. Ir más allá de las apariencias no tiene un único camino posible. Se trata de desarmar los mecanismos de protección en los que nos hemos escudado para auto-observarnos tal como somos. 

El camino del recto entendimiento, tal como sostenía Buda, solo es posible si «enciendes tu propia lámpara»

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Del miedo y la resistencia

El miedo a lo incierto de la vida nos impulsa a ordenar los detalles de nuestro mundo de forma de sentir seguridad. Nos rodeamos de lo que nos gusta y nos protegemos de lo que nos disgusta. Fuimos arrojados a un mundo sin haberlo elegido y debemos convivir con la angustia de la incerteza con lo que nos anestesiamos en el entretenimiento, nos distraemos en un estado de inconsciencia.

Normalmente no nos damos cuenta que tan distraídos estamos, simplemente porque la distracción es un estado de no darse cuenta. La mayor parte del tiempo no registramos qué es lo que pasa aquí y ahora. Revivimos una versión editada del pasado, programando un futuro incierto. O nos complacemos imaginando estar en otra parte, en piloto automático, sin siquiera estar conscientes.

En vez de una personalidad coherente nos descubrimos acosados por vacíos y ambigüedades. El «Yo Soy» parece coherente solo debido al monólogo que continuamente repetimos, editamos, censuramos y embellecemos en nuestras mentes.

El presente se mueve entre el pasado y el futuro al igual que nuestra vida ronda entre el nacimiento y la muerte. Huimos del aterrador encuentro con el presente y su impermanencia como expresión de resistencia al cambio y a la angustia que implica. Algo dentro nuestro insiste en una forma fija, insensible a la angustia, que sobrevivirá a la muerte como algo de los otros.

La evasión de la intemperie de la vida está arraigada de forma implacable. Aún deseando estar alerta y atento en el momento actual, la mente nos arroja hacia las lujuriosas y desgastantes elaboraciones del pasado y futuro. Este anhelo de ser otro, de estar en otra parte, nos impregna el cuerpo, los sentimientos y percepciones, la voluntad y hasta la propia conciencia. 

«El dharma no es algo que hay que creer, sino algo que hay que hacer.» (Stephen Batchelor)

“Sigue a tu razón hasta donde pueda llevarte” (T. H. Huxley)

De la atención y la concentración

Si tan solo pudiéramos suspender el juicio y entregar una atención imparcial a lo que podemos observar, la percepción cambiaría radicalmente. En mi experiencia personal, la práctica del silencio cotidiano, la meditación en la acción y la introspección que indaga la profundidad de eso que somos a través de la mente que observa la mente y las emociones que expresa el cuerpo, me ha permitido desarrollar una práctica de utilidad que es la atención flotante (una expresión que conocí a través de Mark Epstein de la experiencia que identifiqué como tal).

Las tradiciones espirituales brindan recursos para la autorreflexión y así entender la posibilidad de transformar el sufrimiento en desdicha común dentro del proceso de observar lo que sentimos sin identificarnos con ello. La mente que se piensa a sí misma es un universo que requiere desapegarse de las ideas y concentrarse con una intención imparcial en la atención que descubre.

Lo auténtico del alma se expresa y crea en toda su amplitud solo en un espacio de confianza y surge desde extraños lugares del sí mismo que inclusive pueden ser desconocidos para el pensador. Porque no nos resulta sencillo expresarnos con autenticidad si vamos a ser juzgados. Fluir requiere encontrar nuestro propio cauce y no dejarse llevar porque sí. Preservarnos parecía ser una condición de alguna manera natural como seres humanos.Y hay un desafío a nuestra condición humana en la necesidad de mantenernos presentes a la experiencia a través de la capacidad de concentrarnos de manera autorreflexiva y no perdernos en nuestros pensamientos, sentimientos o planes.

La mente calmada es el entorno silencioso, ese estado de atención suspendido en el ahora que sirve de trampolín para la experiencia meditativa profunda. A medida que pasa el tiempo y avanzamos en esa exploración, las capas de la conciencia van dejando ver tesoros desconocidos que siempre estuvieron ahí y podemos conectar, mediante una mirada compasiva, con el auténtico yo transformándonos en cuidadores de nosotros mismos. Así es como el meditador experimentado deja de buscar en la ilusión del afuera lo que encuentra en la verdad del adentro y acepta la vida tal como es.