Del corazón de la duda y su mensaje.

La duda nos mantiene flexibles, curiosos, preparados para el asombro, abiertos a la posibilidad de lo diferente. Y nos protege de uno de los más grandes y dolorosos errores: La arrogancia. Incluso la confusión nos humaniza y nos reencuentra con lo sagrado que habita en la paradoja. Porque honrar los miedos no implica aferrarnos a ellos, ni reconocer y aceptar la tristeza regodearnos en ella.

No se trata de dudar como método sino de dejarse llevar por la emoción en una exploración consciente, lúcida, llena de vitalidad. El corazón de la experiencia de dudar y ser amables con nuestras sensaciones alberga la plenitud del misterio, cobija nuestra vulnerabilidad, nos amiga con el enigma y nos conecta con la humildad y la integridad. Sin negar nada, la magnificencia de la vida asoma en el horizonte sin estridencias, casi ordinariamente natural. Toda forma de fundamentalismo colapsa frente a las verdades que no comprendemos pero aceptamos desde nuestra pequeñez sin resistencias. No somos más que nadie ni menos que nada siendo quienes somos, parte de un algo misterioso, inasequible, que tiene su propio tiempo y ritmo para mostrarse. Aún cuando la duda suele desconcertarnos.

Podemos ver en cada amanecer como la vida es con su pacífico transcurrir, cada día se abre paso así como cada cambio de estación para dar su mensaje. Interpretamos como podemos, decodificamos a los tumbos, pero el mensaje sigue imperturbable.
Confío en el mensaje que trae la incomodidad de la duda. La reivindico como un acto de militancia por la verdad.

Cuando sientas dolor, tristeza o angustia,
Cuando la ira o el miedo vengan a visitarte,
Cuando la duda o la frustración se muevan en ti,
Cuando la amargura aparezca de la nada,
No te apresures a eliminar esos sentimientos.
No saltes a conclusiones,
o pretendas que no estás en donde estás.

Hazles una pequeña reverencia.
Reconoce su presencia.
Regálales un espacio para respirar.

Nada de eso es un enemigo, ni un error.
No se trata de castigos.
No son signos de tu fracaso.
No son tu ‘culpa’.

No te compares con los demás.
Confía en este momento. Presta atención a tus visitantes.

Son movimientos de energía,
niños pequeños,
anhelando recibir una caricia con amor.

No están en contra de la vida,
sólo son partes de ella,
deseando ser vistas, incluidas, acogidas
en la inmensidad del momento.

Porque ya estás cansado de huir, ¿no es así?
y cansado de fingir que estás perfecto,
y cansado de perseguir estados de dicha,
y cansado de toda esta búsqueda,
y deseas descansar,
y darle la bienvenida
a lo que nunca pudiste evitar.

Cuando sientas dolor, tristeza o angustia,
Cuando la ira o el miedo vengan a visitarte,
Cuando la duda o la frustración se muevan en ti,
Cuando la amargura aparezca de la nada,

¡C e l é b r a l o !

(Jeff Foster)

Del yo, el ego y el discernimiento.

Cuando asumimos que estamos donde estamos y no dónde nos gustaría estar, es posible dar inicio a un proceso de auténtico desarrollo espiritual y lograr la ayuda que necesitamos para profundizar en nuestras aspiraciones. No es lo mismo estar implicado en una idea que comprometido en llevarla a la práctica. Es elemental ser honesto en toda la dimensión de la palabra para asumir que las ideas que tenemos sobre nosotros mismos suelen ser inexactas y generalmente sobredimensionadas.

Hablamos mucho y con cierta suficiencia sobre el EGO, ¿pero entendemos de qué estamos hablando? Navegar sobre la superficie de la idea puede resultar un gran descubrimiento en el principio del viaje de autoobservación, pero luego, al tratar de demostrarnos que lo conocemos y dominamos (vaya ego…) caemos en suposiciones, creencias, generalizaciones, prejuicios y malentendidos que demuestran lo resbaladizo del concepto.
Siendo el ego, un constructo tan elusivo y sutil, reducir sus complejidades a la simplificación descriptiva o al aforismo pomposo es sencillamente infantil. Hace falta humildad para enfrentarse a su incomprensión una y otra vez y volver intentar discernir.

El discernimiento espiritual es algo a cultivar y la máxima protección contra todas las formas de engaño. Creerse a salvo, saber lo suficiente o estar en la verdad son errores bastante comunes. Existe una cierta pasión que nos ata y otra que nos libera. El arte de discernir y discriminar hace la diferencia frente a la necesidad de evaluar y tomar decisiones: Reconocer, distinguir y seleccionar lo verdadero, apropiado, coherente y equilibrado frente a lo que no lo es. En última instancia, somos la expresión de un gran misterio y diversas las formas de entendernos a nosotros mismos y a la vida. Pero lo importante es aprender a tomar decisiones propias que nos satisfagan y contribuyan de manera positiva al mundo. Solo es posible decidir con sabiduría y madurez si aprendemos a gestionar nuestras emociones porque las vamos a seguir teniendo hasta la última respiración.

¿Quién eres tú, preguntó la oruga?
Pero como esa no era una forma demasiado alentadora de iniciar una conversación, Alicia replicó un tanto intimidada:
Apenas, señora, lo que soy en este momento… sé quién era la levantarme esta mañana, pero creo que, desde entonces, he cambiado en varias ocasiones.
(Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas)

De las explicaciones y argumentos.

Solemos darnos explicaciones para aliviarnos. Es que el miedo es un compañero fiel de nuestra condición humana y nos angustia la incertidumbre de no poder controlar lo que nos sucede cotidianamente. A veces creemos haber trascendido la necesidad de tenerlo todo controlado, nos sentimos muy inclusivos aceptando al que piensa diferente por el simple hecho de no contradecirlo pero luego el cuerpo en el que habitamos nos envía las señales de malestar. Es que nuestras vísceras suelen pensar con coherencia… y no cambian de opinión como nuestra mente.

La percepción selectiva suele escoger cuidadosamente sus testigos cuyo testimonio es consecuente con la necesidad que los invitó a ser parte. Los argumentos a favor de la creencia son siempre convincentes para quien la detenta. Así es como nos convencemos de lo que deseamos percibir y de la ficción en la que decidimos mantenernos.

La mayoría de nuestras decisiones son emocionales y las justificamos con argumentos lógicos porque nos consideramos seres racionales. Pero la autoconciencia requiere práctica para llevarla a un nivel superior al de ser conscientes de estar vivos y vinculados al mundo. No es solo eso. Podemos vivir el sueño de la ilusión pensando que estamos despiertos, conscientes, atentos y que somos rápidos y claros en nuestras decisiones. Pero sin virtud transformamos la práctica en un recurso útil y solamente eso. No alcanza con creernos lúcidos y aplicar herramientas prácticas sino que es necesario concentrarnos en determinar si lo que hacemos nace del amor o del miedo como premisa fundamental de nuestras acciones. Porque nuestra espiritualidad se deja ver, fluye como el río buscando su cauce y no requiere demostración de sus márgenes. Así como las flores, somos abiertos y receptivos al suave rocío y cerrados a la rigidez del aguacero.

Un asiduo visitante de la catedral de los fierros, ateo reconocido y orgulloso de serlo, casi increpó a Pedro, pacífico gurú del gym, con una pregunta crucial: 

– «¿Existe realmente un Dios?»

– «Para serte completamente sincero, no tengo respuesta», respondió Pedro.

– «Caramba, ¡eres ateo!

– «¡Claro que no! El ateo comete el error de negar algo de lo que no puede decirse nada. Y el teísta comete el error de afirmarlo.», contestó Pedro revolviendo el fondo de su licuado de zanahoria y apio porque era lunes.

De reacciones e interpretaciones.

La paz interior necesita de práctica para que un estado de conciencia sereno y equilibrado en la quietud se mantenga firme ante cualquier circunstancia. Si practicamos estar enojados reaccionaremos bajo ese patrón ante la primera situación de tensión. Porque en la naturaleza de la mente no está la docilidad, su flujo natural es emotivo.

Meditar ayuda a crear paz en la mente pero también es necesario estar atentos a la autoindagación que nos permita ver las respuestas nacidas en reacciones emocionales para poner distancia y observar su origen. Hay que desear cambiar y motivarse diariamente para no caer en el autoengaño o atraparse en argumentos que enmascaran y refuerzan las tendencias subconscientes.

Lleva tiempo aprender a distinguir el origen de una reacción descontrolada, las afirmaciones nacidas en la imaginación o las ideas producto de la interpretación Aunque sepamos que las cosas son como son, muchas veces las vemos a través de los velos de la mente conforme nos gustaría, suponemos que son o tememos que sean.

Hay una profunda enseñanza espiritual detrás de cada escena si aprendemos a capitalizarla. O la vida continuará siendo un lugar hostil si nos aferramos a la seguridad de nuestros hábitos y creencias.

Cierto tendero tenía un loro en su negocio que le gustaba hablar y hablar cuando había clientes. Pero un día, sin darse cuenta, el loro volcó una jarra de aceite y manchó el mostrador. Al ver el desastre, el tendero montó en cólera y le dio un golpe en la cabeza perdiendo en ello un buen número de plumas. El loro dejó de hablar. El tendero se culpó a sí mismo e hizo lo posible para que el animal volviera a parlotear pero no lo consiguió. Pero un día, un cliente calvo entró en la tienda y el loro al verlo comenzó a gritar: ¡Pelado, pelado…  también te golpearon en la cabeza! Derramaste una jarra de aceite, ¿verdad?

A menudo no vemos los hechos como son porque permitimos que nuestras experiencias nos condicionen y perturben la visión. La meditación es un método para superar condicionamientos psíquicos y apreciar las cosas como son, con pureza y sin adulterarlas con nuestros esquemas mentales.

De las expectativas, los miedos y la vulnerabilidad.

Aprender a convivir con lo que no podemos cambiar es una forma de liberación. Darnos permiso para sentir miedo y prescindir de él para salir al encuentro de la combinación ganadora que conduzca a decidir con amor a lo que crece. Los acontecimientos de la vida forjan la travesía de existir, nos enseñan a convivir con los misterios, con lo inexplicable, disolviendo los fantasmas y la desesperanza.  Las puertas se abren sin necesidad de empujarlas cuando aceptamos nuestras expectativas y decepciones como parte del proceso que es la vida. No somos perfectos y más bien somos vulnerables por distintos flancos sin que signifique que somos defectuosos. Transformarse es conquistarse además de conocerse, es aprender a contenernos para integrar nuestras partes menos lúcidas, es desvelar la esencia de la verdad y que somos huérfanos en su búsqueda.

Con o sin nuestro consentimiento la vida nos muestra lo necesario aún cuando no encaje con nuestras ilusiones y no sepamos distinguirlo. No en vano la búsqueda de la verdad es un viaje hacia las interioridades de la conciencia para desentrañar las respuestas a las preguntas eternas,  para comprobar que no se crece en comprensión hasta observar las situaciones sin juzgarlas ni atarse a ellas, sin desear que sean diferentes ni temer a sus consecuencias. Pero, ¿cuánta verdad somos capaces de soportar? Aceptar que nuestras experiencias vitales transcurren en ciclos, en etapas caracterizadas por esa curva en forma de campana donde las cosas ascienden, se estabilizan y declinan para extinguirse. Qué todo cambia y todo acaba. ¿Es qué hay algo con sentido ahí afuera? Porque la vida no siempre es justa, la gente no siempre es amorosa o leal y no hay puerto seguro más allá de nuestro refugio interno, más allá del cobijo de nuestro espacio emocional privado construido con ladrillos de amor por lo que somos sin depender de nada ni de la aprobación de nadie.

¿Qué es todo esto que llamamos realidad? Es un hecho que algunas cosas suceden de acuerdo a nuestros planes y otras en contra o a pesar de ellos. Paradojalmente, lo que aceptamos sin condiciones nos fortalece para aceptar lo inmodificable que demanda de nuestra aceptación sin rechazos ni resistencias. Cuando aceptamos que no tenemos el control, sentimos una sensación de libertad.  La vida no siempre es justa e inevitablemente en algunos momentos sentiremos dolor y podemos sufrir. Crecer y madurar consiste un poco en aceptarlo. Dirigirnos hacia aquello que más desearíamos evitar hace que nuestras barreras y corazas se vuelvan permeables. Si concebimos la vida como un sistema podremos observar cómo todo converge hacia su propio equilibrio con aparente arbitrariedad, distinguir el patrón que tiende al encuentro coherente que cohesiona más allá de las creencias e ideologías. Y donde la lógica personal ve disyuntivas que afligen hasta el hastío.

El corazón no puede romperse, porque su misma naturaleza es abierta y blanda. Lo que se rompe cuando vemos las cosas tal y como son, es el caparazón protector de la identidad del yo que hemos construido alrededor nuestro con el fin de evitar os sentimientos de dolor. Cuando el corazón sale de caparazón, nos sentimos crudos y vulnerables. Sin embargo, ése es también el comienzo de los sentimientos reales de compasión hacia nosotros mismos y los demás. (John Welwood)

De la sabiduría sin fronteras.

En algunos ambientes espirituales, es común escuchar la tendencia a considerar que lo sabio proviene de oriente y que en occidente al ser racionales, no podemos abordar con éxito las grandes verdades universales, como si para hacerlo, no fuera necesario razonar y discernir. Pero occidente ha producido enormes pensadores y científicos con un profundo amor por la verdad que nos han proporcionado saberes que nos rescataron de las creencias mágicas y fenoménicas como camino a evolucionar como seres humanos. Se trata de integrar ambos mundos, oriente y occidente así como el hemisferio derecho e izquierdo del cerebro a quienes se les atribuye la sensibilidad  y la razón por separado. La visión holística oriental y la visión analítica occidental pueden dar origen a la construcción de una conciencia integral donde lo espiritual y lo físico conformen un nuevo intento por explicarnos el sentido de la vida.

Existen desde la antigüedad creencias que se vuelven transformadoras  en las personas que las traducen en experiencias vitales. Lo que nos transforma y nos es útil para cambiar el comportamiento, la actitud y humanizarnos es la práctica cotidiana y la disciplinada que hace que metabolicemos las enseñanzas. Las creencias pueden arrobarnos y darnos seguridad pero son un arma de doble filo: Nos pueden ayudar si nos motivan e invitan a investigar, a indagar por más en nuestro propio beneficio. Pero si las aceptamos ciegamente, sin investigar ni cuestionar,  se vuelven modelos fosilizados de pensamiento y se transforman en un obstáculo muy grave y difícil de sortear para el crecimiento espiritual.

Hay que aplicar el discernimiento y entender con humildad que cuando penetramos en el campo de lo insondable es una necesidad imperiosa rendir el ego, someter nuestro intelecto y comprender que hay muchas cosas que no son entendibles. Podemos debatir y polemizar apoyándonos en diferentes teorías pero si esas teorías no se incorporan a nuestra vida, a nuestro metabolismo, no serán una inspiración ni revelarán la trascendencia espiritual de nuestra existencia.

A veces se usan conceptos y términos de las tradiciones de oriente  un poco a la ligera como maya o karma. Al abordarlos en forma superficial, en lugar de esclarecer hacen  sucumbir las estructuras básicas de la personalidad en una completa confusión y como consecuencia, la realidad se convierte en una Torre de Babel. El juego de diletantes, de hablar por hablar sin fundamento basándose en la experiencia personal que no es más que producto de la imaginación, no ayuda sino genera una fantasía delirante que no nos hace mejores personas. Y para colmo de males, nos detiene psicológicamente en una maraña de ideas inconexas que dividen y separan. Divagar porque sí y de cualquier manera no es el camino. Porque nos guste o no, es un hecho real que existe lo conocido, lo desconocido y lo incognoscible (el intelecto ordinario y el pequeño ego no tienen cómo abordarlo). Frente a esta realidad tenemos que rendirnos con humildad y compasión por nuestra pequeñez  y aceptar que nuestro cerebro por mucho que evolucione, no puede desvelar el misterio. Y no hay atajos para elevar la conciencia y captar la unidad y el sentido último de todas las cosas.

Lo importante no es lo que creemos sino lo que hacemos y en qué medida usamos esta vida, la presente, para crecer, desarrollarnos y desplegar nuestros talentos y dones. Es muy importante ceñirse a un método y no descontextualizar sus enseñanzas para obtener  ayuda y no enloquecer en las diversas filosofías, conceptos metafísicos o las distintas técnicas de autorrealización. El método es un recurso y el camino en sentido amplio es una balsa que nos cruza desde la orilla de la dependencia  hacia la orilla de la libertad interior.

 

De maestros y lo aparente

Los mejores maestros te muestran dónde mirar pero no te dicen qué ver. 
Conocer algo es el intento por correr el velo de lo aparente para comprender la esencia de lo que se percibe como real. Quizá el viaje consista en no volverse aquello que no somos a fuerza de creerse que el fenómeno es real. 

Había una vez, cuatro individuos llamados Todo el Mundo, Alguien, Nadie y Cualquiera. 
Siempre que había un trabajo que hacer, Todo el Mundo estaba seguro que Alguien lo haría. Cualquiera podría haberlo hecho, pero Nadie lo hizo. Cuando Nadie lo hizo, Alguien se puso nervioso porque Todo el Mundo tenía el deber de hacerlo. 
Al final, Todo el Mundo culpó a Alguien cuando Nadie hizo lo que Cualquiera podría haber hecho.

«Un modelo bien construido crea su propia realidad.» Nuestros cerebros interpretan las informaciones de nuestros órganos sensoriales construyendo un modelo del mundo exterior. Formamos conceptos mentales de nuestra casa, los árboles, la otra gente, la electricidad que fluye de los enchufes, los átomos, las moléculas y otros universos. Estos conceptos mentales son la única realidad que podemos conocer. No hay comprobación de realidad independiente del modelo. (Stephen Hawking)

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