Del recuerdo fértil.

En este mundo nuestro, aún con sus complejidades y a pesar de las conocidas miserias de las que no somos ajenos, lo más hermoso y sublime también tiene cabida. Nos lo recuerda siempre la naturaleza con su belleza. Así como su potencia nos intimida, su contemplación nos conecta, aún dentro de nuestra vulnerabilidad, con un poder espiritual que nos sobrepone. Y en medio las dificultades y los desafíos cotidianos, probablemente el arte de vivir consista en imitarla y estar a la altura de lo que ella nos brinda. Porque si estamos lo suficientemente atentos, cada amanecer nos abre los ojos a un significante.


“En la mayoría de las personas, las gloriosas puertas de la percepción crujen sobre bisagras oxidadas. ¡Cuánto nos perdemos del esplendor de la vida por arrastrarnos medio ciegos, medio sordos, con nuestros sentidos ahogados y adormecidos por la rutina!” (Bro. David Steindl-Rast)

De la naturaleza de la vida y su verdad.

Cada momento de la vida es una puerta abierta hacia el encuentro con la verdad esencial. Pensamos que descubrir lo que somos es imposible o solo para unos pocos iluminados pero cada experiencia cotidiana nos muestra la naturaleza esencial que nos constituye. Lo que está sucediendo en este preciso momento trae en sí mismo el mensaje primordial pero no lo percibimos porque buscamos lo extraordinario como algo ajeno a lo ordinario.

La paradoja radica en que es la mente, fiel compañera que todo lo define y clasifica, la que cubre a través del pensamiento el contacto con lo primordial que nos anima y le da vida al fino equilibrio en que la vida fluye. La utilidad de la mente es nuestro máximo engaño. Una fina capa ilusoria filtra la naturaleza de la realidad y nos resulta muy difícil contemplarla en su desnudez. Ayuda mucho al descubrimiento ponerse en contacto con el mundo natural porque allí la experiencia es directa, los sentidos transcienden los conceptos y surge la esencia como la diferencia entre pensar en nadar en el lago y sumergirnos en él, imaginar el perfume de una mañana en el bosque y sentirlo sentados a la vera de un arroyo.

Nuestra condición humana no existe separada de lo trascendente. La mente nos atrae y seduce separándonos con sus interpretaciones. Si observamos con atención, no hay un mundo espiritual separado del material sino que lo espiritual lo permea todo. Hacernos conscientes de cómo es la naturaleza de la vida está ligado a habitar cada experiencia con lucidez para no quedar atrapados en el personaje que nos hace creer que tenemos una identidad ajena y separada de los demás y de los objetos del mundo.

Descubrir esta verdad no modifica nada pero lo cambia todo. A partir de entonces la paz anhelada deja de ser utopía y la aceptación se transforma en un estado hacia la plenitud de la ecuanimidad.

«Ninguna situación por difícil que sea nos impide responder con sabiduría y compasión. Esta es la libertad que nace de comprender la naturaleza de la realidad.» (Alice White)

 

De la unidad y su expresión en la vida.

De tan acostumbrados a clasificar para analizar, lo dividimos todo. Disociamos para asociar y encontrar sentido. Como si cada parte por separado pudiera darnos la respuesta final al enigma de todos los enigmas. Pero la vida no es un conjunto de partes, no es lo sagrado frente a lo mundano, la vida es indisociable de sus manifestaciones. El íntimo sentido del vuelo de un insecto se vuelve sagrado si vemos como la vida se manifiesta en él. El camino al trabajo se vuelve sagrado si lo vemos como símbolo del único espacio en el que acontece la vida.

La unidad se expresa en las diferencias, es su latido íntimo el que cobra forma y da vida a la diversidad. La naturaleza íntima de la diversidad cobra vida en la realidad íntegra que se nos presenta como externa pero nos contiene en lo que a veces se deja ver como una oculta connivencia de cosas y hechos.

Nuestra propia apariencia física nos confunde y desalinea de la corriente de la vida. La experiencia cotidiana se transforma y convierte en esencial cuando captamos la maravilla de la obra que la vida realiza sobre sí. Sorprendentemente, la vida se encauza a través de nuestra originalidad y al mismo tiempo nos contiene en su flujo.

El mundo natural expresa inequívocamente el obrar de la vida sobre sí misma. Belleza callada, quieta y sin estridencias subyace en la naturaleza. Es la que ve el místico, el poeta, el artista y también el jardinero que todos llevamos en el corazón. El que mira con los ojos abiertos tiene ante sí toda la realidad. La energía del flujo de la vida y su danza determinan el momento justo en que el rosal abre sus flores, el sol completa su ciclo y la cría rompe el cascarón. En la abundancia de la naturaleza no hay derroche inútil.

Si te quedas mirando largamente
cualquier cosa del mundo,
si miras cualquier cosa un largo rato
y dejas que entre en ti,
que te vacíe de tu oscuridad
y que en tu ser halle cobijo y sea,
verás y sentirás que cuando miras
tú eres mundo también,
que en ti la vida se entrecruza y canta,
y que todo es sagrado
(Eloy Sánchez Rosillo)

De la magia de percibir la esencia.

La naturaleza dotó a la luz con la imaginación más refinada. Los colores son su lenguaje y con ellos juega para deleitarnos. Belleza diversa, precisa y siempre sorprendente que transforma lo que vemos casi inadvertidamente. La luz altera lo que toca y el color le pone pasión. Nuestra tímida luz interior reconoce la bendición de percibir la presencia que nos convierte en testigos. ¿Cómo sería el mundo sin color? La pregunta me causa escalofríos.
 
«El ojo le debe su existencia a la luz… que se baña y se recrea en la fiesta prodigiosa de la belleza y de la vida.» (Goethe)
Una buena vida es solo una colección de buenos rituales que le permitan a uno transitar el camino con serenidad y sentido, oliendo el perfume que trae cada mañana, sintiendo la vitalidad del rocío y recreando la voluntad de asombrarse. Solo es cuestión de encontrar un ritmo, hacerlo propio y apoyarse en él para conectar con el centro de la vida: La esencia.

La comprensión esencial nos llama a la presencia. Lo que es, se vuelve existente con nuestra atención. En el plano del pensamiento conceptual nos inventamos razones y argumentos que en realidad nos alejan de la esencia. La verdadera naturaleza de las cosas es una experiencia espiritual de claridad y comprensión que se despliega internamente. La conciencia simplemente ilumina silenciosamente el pensamiento, la percepción y pone orden al conocimiento relativo que ya tenemos.

Algunas buenas preguntas que cuestionen lo aparente desmantelan cualquier fachada y habilitan la vía de la presencia, la libertad y de lo que quizá sea la máxima experiencia espiritual: Reconocer la vida en su esplendor con todos sus matices y reconocerse en ese contexto.

/Well I knew
What I didn’t want to know
And I saw
Where I didn’t want to go
So I took the path less traveled on
And I’ll let my stories be whispered
When I’m gone… When I’m gone When I’m gone
When I’m gone

Well in this life you must find something to live for
Cause when the darkness comes a callin’
You’ll go back to where you were before
Cause this life is as
Fragile as a dream, and
Nothing’s ever really
As it seems… As it seems As it seems
As it seems
Well I lost my innocence when in I let him dive
But the way that he looked at me
Made me feel alive
And now I know
Nothin’ at all
But the release that comes when you’re
In mid fall… In mid fall  In mid fall
In mid fall

Cause in this life you must find something to live for
Cause when the darkness comes a callin’
You’ll go back to where you were before
Cause this life is as
Fragile as a dream, and
Nothing’s ever really
As it seems… As it seems


Bueno, yo supe 
Lo que no quería saber 
Y vi dónde no quería ir

Así que tomé el camino menos transitado  
Y voy a dejar que mis historias susurren 
Cuando me haya ido … Cuando me haya ido Cuando me haya ido… Cuando me haya ido 

Bueno, en esta vida hay que encontrar una razón para vivir 
Porque cuando la oscuridad hace una llamada
Vas a volver a donde estabas antes 
Porque esta vida es tan 
Frágil como un sueño, y 
Nada es realmente 
como parece … Según parece…Según parece… Según parece 

Bueno, yo perdí mi inocencia, cuando  lo dejé entrar 
Pero la forma en que me miró 
Me hizo sentir viva 
Y ahora sé 
Nada en absoluto 
Salvo  la liberación que viene cuando estás 
A mediados de otoño… A mediados de otoño… A mediados de otoño…A mediados de otoño 

Porque , en esta vida hay que encontrar una razón para vivir 
Porque cuando la oscuridad hace una llamada
Vas a volver a donde estabas antes 
Porque esta vida es tan 
Frágil como un sueño, y 
Nada es realmente 
como parece … 
Según parece 

De la esencia del ser y su espiritualidad.

Para muchas personas profundamente espirituales, la palabra «Dios» no aporta sentido ni resulta relevante. ¿Por qué entonces deberíamos reducir la necesidad humana derivada de su dimensión espiritualidad a ese término? Lo que vuelve relevante a las palabras es la experiencia a la que están asociadas. Hay personas que sienten la interconexión con todo lo existe en una intensa experiencia de pertenencia y a partir de entonces la expresión «todos somos uno» cobra una nueva significación. Para otras la pertenencia se expresa en «humanidad compartida».

En esta existencia nuestra donde la dualidad y la polaridad están tan arraigadas, solemos identificar al corazón como el lugar de los sentimientos en contraposición a la mente como el espacio de pensamiento. Pero al hacerlo nos desconectamos de la esencia del ser que está conformada por la totalidad de lo que somos. Esa verdad esencial clama por una dimensión de acuerdos donde varía nuestro decir pero en un marco ético común arraigado esta raíz central.

El eje de la fe en una vía de realización o camino espiritual no está constituida por un conjuntos de enseñanzas o nociones que incorporamos intelectualmente sino en experiencias de silencio absolutamente personales a partir de la cuales sentimos lo que nos pertenece radicalmente y a lo que pertenecemos de manera desbordante. Algunos llaman a esta vivencia dicha suprasensorial o éxtasis espiritual.

Inevitablemente, la experiencia misma será interpretada por el intelecto pasando a través de nuestro sistema de creencias y filtros emocionales. De allí derivan las asociaciones que pueden resultar en conflicto: Es lo que sucede cuando la interpretación deviene en la doctrina religiosa y degenera en el dogma único verdadero. Luego, la pertenencia se ve limitada a aquellos que piensan del mismo modo y sostienen ese mismo dogma.

Llegados a este punto, debemos recuperar nuestras raíces comunes a través de la voluntad y una convicción ética sin moralinas que establezcan que «hay que hacer ésto en lugar de aquello». No hay juez más genuino que nuestra propia conciencia.

La autoridad última en materia espiritual reside en el interior cada uno de nosotros. El núcleo de nuestro ser reconoce el valor del camino elegido, acepta su autoridad y celebra la riqueza de su libertad. El silencio se vuelve entonces, el espacio sagrado donde la conciencia se reencuentra a sí misma.

 

 

De la paz de las preguntas y la soledad habitada.

Habita en la naturaleza una delicada soledad. Una sabiduría amable que es afín a nuestra discreta timidez. La costa del mar con su sincronizado movimiento deleita la mirada humana. Nos seduce y atrapa. A la mente desconcertada le agrada pasear por la playa e impregnarse de ese ritmo con el que el mar llega y retrocede. Libera los nudos que crea el pensamiento. Los suelta y armoniza para que ocupen su lugar. Es la paz invisible que se hace visible y nos renueva cuando tomamos conciencia de lo eterno y lo impermanente, de la profunda afinidad que existe en el reflejo del silencio.

No se trata de convertirse en alguien solitario sino de aprender a vivir dentro del silencio de la propia soledad. De renunciar a los mundos que no nos pertenecen y estar en paz. La soledad no es un peso, es el umbral de una conexión profunda con todas las cosas.
El error es sentirse aislado. Todo espera por nosotros. Incluso en el momento más inesperado podemos captar la grandiosa diversidad, la extraordinaria presencia que acompaña y acoge nuestro propio tono. La atención se convierte entonces en la disciplina oculta de la familiaridad.

» Sentirte abandonado es negar la intimidad de tu entorno.» (David Whyte)

La vida adquiere la forma en que habitamos nuestros días, horas y momentos. La vida es movimiento y el despliegue de nuestros anhelos más íntimos le ponen el ritmo. Si vivimos replegados en algún confín del alma, no es raro que la vida se convierta en pura hostilidad. Es nuestra tarea reconocernos y reconvertir las formas en que nos vinculamos para notar lo asombroso de este mundo que constituimos y nos constituye. Nadie puede hacernos el favor de hacerlo por nosotros.

Podemos formularnos muchas clases de preguntas. Las hay estériles y fértiles, para eruditos y para gorriones. Las hay estimulantes e inútiles, están las retóricas que patean tachos y las que demandan respuesta con su urgencia. Pero hay algunas que son un despertador convertidas en poesía.
Los Gansos Salvajes
¿Quién hizo al mundo?
¿Quién hizo al cisne, y al oso negro?
¿Quién hizo a la langosta?
Esta langosta, quiero decir-
la que acaba de lanzarse desde el pasto
la que come azúcar de mi mano,
la que mueve sus mandíbulas
hacia atrás y hacia adelante,
en vez de arriba y abajo-
la que mira a su alrededor con sus ojos
enormes y complicados.
Ahora levanta sus pálidos antebrazos
y se lava la cara meticulosamente.
Ahora abre las alas de un brinco, y se va flotando.
Yo no sé qué es exactamente un rezo.
Sí sé prestar atención, sé cómo caerme
sobre el pasto, cómo arrodillarme en el pasto,
cómo ser ociosa y bendita, cómo pasear por los prados
que es lo que he estado haciendo todo el día,
Dime, ¿qué debiera haber hecho?
¿No es que todo muere al fin, y demasiado pronto?
Dime, ¿qué piensas hacer tú
con tu vida única,
salvaje, preciosa?
(Mary Oliver)

Del agradecimiento y su práctica consciente.

Cuando en las mañanas me despierto con el cuerpo dolorido casi de inmediato me recuerdo el privilegio que encierra poder darme cuenta. Estar consciente de ser quien habita el cuerpo que me fue dado me hace agradecer la maravilla que representa. Porque nuestros cuerpos son un verdadero milagro de adaptación, flexibilidad y destreza para hacer lo necesario. Trato de vivir consciente de este regalo y conectar con lo que parece rutina a través de una actitud de asombro.

Todos tenemos razones para agradecer algo aunque no olvidarlo requiere enfoque cotidiano para no aletargarnos en nuestra adicción a querer más. Cada vez que me siento a escribir algo siento la dicha de poder hacerlo. Es una de las razones por las que entiendo el escribir como un acto profundamente espiritual que me permite estar en íntima comunión con eso que soy.

Los días en Buenos Aires están otoñalmente bellos, los colores ocres se van abriendo paso y las hojas secas comienzan a adornar las caminatas. El sol ya más oblicuo aún se mantiene generoso haciendo de los días tibios, ideales para disfrutar de respiraciones profundas que invitan a crear horizontes ilimitados. Son momentos de realización espiritual, de sumergirse en la experiencia de estar vivos y despiertos a la vida.

Ayer veía a los pájaros viviendo su propia realidad: Llenos de energía, elegantes y confiados, no saben nada de esas palabras pero son todo eso sin saber su significado. Están siendo en su naturaleza verdadera. No necesitan aprender de equilibrio y armonía porque simplemente son eso. Ellos son maestros del equilibrio moviendo las alas cuando hace falta y planeando cuando la situación lo requiere. No rechazan el viento en contra o el viento a favor sino que se adaptan a su presencia. Viven en el ahora sin necesidad de entender qué es eso.

Un maestro aparece cada día en la naturaleza cuando estamos sintonizados con su devenir. A veces la vida nos ofrece maestros que no usan palabras. Es un hecho que la vida se mueve en nosotros, el impulso vital que se manifiesta en nosotros es una realidad. Movimiento, emoción y motivación están íntimamente relacionados. La expresión es individual y diferente puesto que somos la vida viviendo. Pero mucho de ese movimiento no depende de nuestra voluntad dado que late en nosotros esa fuerza que trasciende nuestra existencia humana. La vida se manifiesta más allá de toda lucha. Somos olas en el océano de la vida. Meditar nos despierta a esta verdad: el agua no se puede separar del agua.

El lenguaje suele no ser suficiente para describir claramente las experiencias donde el corazón es el protagonista. Un sentimiento muy íntimo puede considerarse místico o inexplicable cuando tratamos de ponerlo en palabras. La mayoría de nosotros pensamos que una investigación tiene que hallar una respuesta para ser exitosa. Pero cuando se trata del viaje hacia el reconocimiento de nuestra verdadera naturaleza, a veces, el vivir las preguntas y el gozo de habitarlas alcanza como respuesta. No siempre podemos articular y formular respuestas a nuestras preguntas pero sí aceptar que hay formas de comprensión que están un paso más allá de las palabras.
Meditar no es evadirse, no es imaginar o convencerse de nada. Es aceptar con humildad que hay preguntas que encierran misterios que no necesitan una respuesta intelectual.

«En primavera las hierbas crecen sin un plan, un concepto o una intención. Ellas no están haciendo algo o practicando cualquier cosa. El sol brilla, calienta el suelo, la lluvia cae y la hierba crece. Eso es todo.» (Peter Seishin Wohl)

Si la verdad nos hace libres, la espiritualidad en nuestro comportamiento debería ser su expresión. Al descubrir nuestra verdadera naturaleza en el seno de nuestra propia conciencia es posible ver que la búsqueda subyacente en todos los caminos es la misma. Vivir conscientemente en nuestra verdadera naturaleza, estabilizarnos en este reconocimiento es el origen de la transformación de la visión sobre los demás y lo que nos rodea. No hay un yo ausente de un otro. No hay un yo aislado de su entorno.

Todo es efímero. Lo efímero lo es todo. Lo que piensas, lo que oyes, lo que ves, lo que sientes, lo que amas, lo que odias, lo que recuerdas, lo que proyectas… La transitoriedad, el cambio continuo, es una de las leyes básicas del mundo. Todo lo que nace, muere. Pero esto no tiene por qué ser causa de dolor. No es el carácter efímero de las cosas lo que nos causa dolor sino el apego y el rechazo. Queremos que las cosas agradables duren mucho y que las desagradables desaparezcan enseguida.

Pero como dijo el maestro Dogen: «Aunque las amemos, las bellas flores se marchitan. Aunque las odiemos, las malas hierbas crecen».
Cuando aceptamos la impermanencia de las cosas agradables y de las desagradables, ni las primeras crean apegos ni las segundas rechazo. Aferrarnos a lo que nos gusta es como aferrarse a un helado un día de verano a las tres de la tarde: una actitud inútil que está abocada a la frustración y al dolor. (Dokushô Villalba)

De la realidad y su naturaleza.

Entender la naturaleza de la realidad es una búsqueda permanente en el ser humano. Encontrar el sentido de lo que existe, de lo que percibimos y su relación con nuestro propio ser y estar. Hay un espacio de conciencia, un refugio íntimo de paz que nos aguarda en el silencio como una compañía eterna a nuestra esencia divina. Cuando nuestro corazón siente esa clase de amor profundo que abraza la vida estamos conectados a la claridad de nuestra naturaleza verdadera. Aceptamos las escenas tal como son, sentimos confianza y seguridad en nuestra capacidad para desplegar alternativas sin cuestionar ni buscar razones que justifiquen o expliquen nada.

Cuando nos abrimos a la experiencia de estar solo presentes, al gozo del único momento real sin pasado ni futuro, podemos tocar la perfección y sentir ese profundo agradecimiento por ser conscientes, estar despiertos a la vida y ver más allá de lo evidente.

Hasta que no soltamos la manipulación de la realidad a través de nuestras experiencias subjetivas, cargadas de interpretaciones y explicaciones fundadas en creencias que condicionan la percepción no es posible entender la naturaleza de la realidad. Hace falta confiar también en lo que no entendemos, aceptar y rendirnos al misterio de lo incognoscible para disfrutar de las olas de la vida.

Volvernos serenos es la base para experimentar estados de conciencia que nos permitan fluir en la verdadera libertad del ser espiritual viviendo en un cuerpo físico.

Toma una posición cómoda, cierra los ojos o fíjalos con suavidad en un punto por delante de ti sin ver. Solo contempla en reposo. Realiza algunas respiraciones conscientes, inhala lenta y profundamente, llenando los pulmones y luego exhala sin prisa, al tiempo que sientes tu cuerpo, relajas las zonas tensas, tu mente descansa en la respiración y suavemente suelta las resistencias. Dirige tu atención a recorrer tu cuerpo y sus sensaciones. Siente la vibración de la vida en los pequeños movimientos, frío o calor, músculos firmes o relajados. Tómate unos minutos para el recorrido consciente, para danzar en las sensaciones. 

Invita a tu conciencia a recibir los sonidos que escuchas dejándolos fluir a través de ti. Ábrete al cambiante entorno y sus sonidos escuchando con tus oídos y toda tu atención consciente. Percibe, capta y disfruta unos minutos de la exploración al sumergirte en la levedad de la experiencia. 

Deja que tu conciencia reciba las luces e imágenes que lleguen. Formas, sombras, destellos. Presta atención a tus sensaciones, siente el espacio a tu alrededor y vuélvete receptivo a los olores del aire. Descubre qué es oler como si nunca lo hayas hecho.  

Ahora deja que los sentidos se abran con el cuerpo y la mente relajados y receptivos. Siente la experiencia de la vida que fluye libremente a través de ti. Observa el flujo cambiante de la vida sin juzgar, su vitalidad y presencia.  Goza este espacio de presencia silenciosa y ábrete a sostener esta conciencia en lo que hagas luego. Lentamente regresa al mundo de la acción, con movimientos lentos en tus extremidades. Estás listo para sostener esa experiencia de paz en la acción. Quietud en la inquietud, sosiego en el desasosiego. 

 

De los mitos, la identidad y la comunidad

El mito es un relato y un mapa, una necesidad humana que busca idealizar aquello que inspira. El alma no necesita de mitos, pero el ser humano sí. Porque acostumbramos a desvalorizar su significado asociándolo a algo impuesto y no consensuado. Pero, ¿qué hay del mito que nace como una construcción consciente y colectiva justo desde el seno de una comunidad para aglutinar valores e identidad?

La acepción más divulgada del mito es de falsedad o engaño y por eso su concepto está devaluado y menospreciado como fuente de conocimiento social y cultural. Pero el mito expresa en un lenguaje simbólico, y como tal, tiende a representar la profundidad de las cosas, la mentalidad de un grupo y su manera de ver el mundo. Al menospreciarlo perdemos nuestra propia identidad como colectivo social.

«El mito es al grupo humano lo que el sueño es al individuo» (Joseph Campbell

El mito tiene un sentido profundo en la búsqueda de lo trascendente. Nos desconecta de los asuntos cotidianos para trasladarnos a otro estado de conciencia que trata de desentrañar y amigarse con el misterio. Con el mito se abre un modo de interpretar que facilita la reinvención del enfoque, de la forma de comprender lo inconmensurable.

Cuando el mito nace en una comunidad real a la que adherimos por propia voluntad porque compartimos la mirada, valores y disfrutamos de la compañía se transforma en un legítimo norte que inspira. Se trata de la clase de mito que incluye y delimita abrazando al diferente dentro de los valores compartidos, en la conciencia que vivir es un proceso de cambio permanente y lo que hoy es de un modo, mañana puede ser de otro. No ata sino libera al inspirar a encontrar nuestro propio modo de estar en el mundo de forma no dogmática ni reglamentarista.

Cuando logramos conectar con ese otro que nos espera en el tú con un vínculo fraterno, el mito alegórico crea identidad al reconocernos mutuamente respetuosos de los mismos valores de manera flexible. La experiencia indica que cuando se rechazan los mitos se están rechazando los valores de forma inconsciente. Es una confrontación sin racionalizar.

El mito flexible que nace de la esencia comunitaria permite la reinterpretación personal y la constante reinvención de la coalición que aúna a los miembros. El mito sano es aquel que muta y transmuta en la evolución, sin trauma alguno para su interpretación, puesto que acompaña a la comunidad es su propia evolución con pragmatismo.

La comunidad es una construcción humana real, cotidiana, no es una idea que surge de imaginar un ideal con sus mitos prefabricados e impuestos. Porque lo simbólico no está reñido con lo racional y consciente sino que debería integrarnos hacia otro estado de conciencia emergente.

Es prioritario considerar la necesidad humana de contar con mitos auténticos que contengan y orienten su búsqueda de sentido porque su carencia será llenada consciente o inconscientemente con pseudomitos o creencias mágicas que guíen la huida de su insoportable cotidianidad.

¿Este vivir qué será?
mil muertes se me hará,
pues mi misma vida espero,
muriendo, porque no muero.

(San Juan De la Cruz)

 

De la naturaleza espiritual

En la vida cotidiana, solemos vivir en los pensamientos y alrededor de ellos. El viaje de regreso es a la esencia de nuestra verdadera naturaleza. Los sentimientos profundos se pueden expresar emocionalmente emergiendo a la superficie pero no como un acto racional sino desde la apertura que no interpreta ni juzga lo que sentimos, como un acto consciente. Si juzgamos lo que sentimos estaremos retroalimentando la sensación de carga que es una forma de apego a la historia, asociada a la creencia de ser una personalidad. El dejar fluir es un movimiento natural cuando estamos verdaderamente enamorados de nuestra naturaleza original.

Reconocer el mensaje de nuestras emociones es desenredar los hilos de nuestros apegos más íntimos y comenzar a escuchar con un oído más refinado a la banda sonora interna que acompaña los pensamientos y nos convierte en héroes o víctimas. Al observar el origen de nuestros hábitos e identificarlos podemos interrumpir la compulsión repetitiva que crea resistencia. Porque lo que resiste, persiste y se incrementa.

«Solo hace falta inventarte un deseo para que comiencen las complicaciones.»

La buena noticia es que podemos explorar esos patrones subconscientes que se repiten desde el miedo creando juicios, apegos y argumentos que justifican su existencia y así trascender las emociones sin reprimirlas o ignorar sus mensajes intrínsecos.

Los pensamientos asociados a emociones difíciles son pegajosos y repetitivos condicionando la percepción de los hechos. Al volvernos atentos podremos ver venir a la mente que juzga y perderá poder el pensamiento asociado de forma automática.

«Cuando llegues al final de lo que debes saber, estarás al principio de lo que debes sentir.» 

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