Meditaciones de oportunidad: El caso de la mujer mareada.

La sala de espera del sector de emergencias de un hospital es el lugar perfecto para experimentar la importancia que tiene nuestra individualidad. Toda nuestra mismidad y dignidad cuidadosamente edificada en el tiempo cae rendida frente a la evidencia de nuestra invisibilidad. Ese yo tan preciado se convierte en una ficción gramatical, en un número en un listado de desolados impacientes condenados al rol de pacientes.
Todas las teorías sobre la dignidad y nuestra condición de únicos e irrepetibles se caen a pedazos frente a la evidencia de nuestro anonimato. Y ese mundo propio erigido prolijamente sobre las ideas que nos hacemos de cómo deben ser las cosas se vuelve anécdota. Jodida realidad la que nos pone de cara a nuestra insignificancia.

(Alice White)

De las ideas amontonadas, de aquellas que provocan y de esas otras que despistan.

Mi cuaderno de notas desborda, hay bastante para desarrollar y profundizar. Pero también amo la síntesis que invita a pensar, que provoca la duda y el replanteo. El lenguaje ha alcanzado tal precisión y sutileza como para poder nombrarlo casi todo, desde la minúscula pieza de un instrumento musical hasta el más volátil estado de ánimo, desde el más intrincado concepto científico hasta el más inexplicable estado metafísico. Y aún para vislumbrar lo incompresible ellas no nos abandonan. Pero (porque el pero tiene asistencia perfecta en el pensamiento que no se convence a sí mismo), entre lo pensado, lo vivido y lo contado siempre está la versión. Una versión que marida lo que es con lo que nos gustaría, lo que fue real con nuestro recuerdo de aquello. ¿Es que acaso puede alguien poner las manos en el fuego por la autenticidad de un recuerdo?

Cuando uno mira hacia el interior de sí mismo en inevitable y previsible tropezar con esos personajes que nos habitan, esos múltiples yoes que interpretan la realidad, opinan y compiten entre sí para prevalecer. Construimos ficciones en base a lo que nos parece, a veces apoyados en la imaginación emitimos una catarata de palabras y en otras editamos conscientemente el relato para justificar aquello en que creemos.

Pero también hay momentos de honda comprensión en donde sentimos esa conexión y repercusión que cala profundo. Suele ser un estado impreciso, difícil de describir y definitivamente provisional e inestable. Creo que mi vida no es un cuento idílico, un relato armonioso, equilibrado y exitoso del estilo de esas historias inventadas y convertidas en míticas. Mi historia tiene gusto a insensatez y a confusión, a desconcierto y a errores repetidos. Es la historia de ser humano común que elige no mentirse y comprar engaños para ver el sol cuando llueve a cántaros. La meditación es importante porque te devuelve a este mismísimo momento, el único que existe, un lugar donde casi nadie quiere estar pero del que no se puede escapar.

Cuando decidimos acercarnos de manera radical a la realidad desnuda de interpretaciones es necesario no perder de vista que eligir significa también saber renunciar. Cada horizonte de sentido organiza sus propios referentes. Recorrer a fondo un camino implica el compromiso de ir más allá de la mera aproximación. Probablemente, la última puerta sea aquella que nos invita a rendir el punto de vista del ego, que se resiste y se atrinchera en sus argumentos y falsas identificaciones cada vez más sutiles y espiritualizadas. Las fascinantes aguas de lo intangible merecen el esfuerzo.

Van aquí algunas ideas amontonadas:

– La paz del sabio es su silencio interior. Cuando nos liberamos de creer que las ideas y opiniones que construye la mente son la verdad, se abre un espacio sereno, creativo y relevante. La mente nos somete y retroalimenta nuestra fe en ella. Si fuéramos capaces de observar la vida desde nuestro centro verdadero, la mayor parte de nuestros padecimientos dejarían de existir.

– Con el tiempo y la práctica nos volvemos hábiles en el arte de disimular nuestros vicios y debilidades. No es difícil ver cómo el uso de una virtud es solo un escudo para que no se vea todo eso que somos incapaces de abordar y transformar. El cielo y el infierno están dentro de nosotros mismos y sus puertas están muy cerca una de la otra. La atención y la conciencia sobre nuestras acciones determinan que puerta elegimos abrir. Bienaventurados aquellos que ofrecen una parte de su alma al mundo, aceptan a los demás como son y viven su naturaleza humana sin creerse santos.

– Hay sentido en cultivar la lucidez que mira y descubre para atravesar con paz interna el dolor que nos toque transitar. El conocerse internamente nos ayuda a aprender y a superar la insatisfacción, a sobreponernos a los obstáculos y a potenciar las cualidades que nos distinguen. Cuando uno comprende que no se trata de «mi dolor o mi sufrimiento» sino ese que todos sentimos, podemos transformar la angustia en compasión. La experiencia negativa se transforma con compasión y es algo que se puede aprender y cultivar.
– Cuestionar qué hacemos y para qué es fundamental para cambiar e integrar; pero para cuestionar hay que conocer. La capacidad de cuestionar y crecer es directamente proporcional a la capacidad para ser honesto con nosotros mismos y los demás. Desde la perspectiva del progreso y la evolución, siempre es preferible una verdad incómoda que una mentira útil. Solo con creatividad y renovación se puede ser fiel a los valores que dan origen a las formas. Sin incomodidad no hay transformación. Sin honestidad radical no hay paraíso.

– Siempre que reaccionamos al escuchar una perspectiva diferente sobre un tema sobre el que tenemos tomada una posición, es el sentido del yo el que se siente amenazado, busca protección y desea defenderse. Lo que suele sentirse es una amenaza sobre la propia identidad. Hay una íntima sensación de desafío a lo que sentimos ser y de allí nace la urgencia por tener la razón. Cuando vemos como un conflicto el simple hecho que el otro piense diferente ponemos en evidencia la importancia que tiene el miedo en nuestras vidas. ¡Qué difícil se hace debatir ideas atrapados en el cerebro emocional! Un punto de vista puede ser ofrecido al mismo tiempo que podemos acoger otros sin convertirlos en una amenaza. No hay lucha si no hay partes tratando de defenderse. El gran desafío es «ver a través» para distinguir qué clase de verdad tratamos de defender cuando vivimos estas escenas como un conflicto.

– Llega un punto en que se vuelve imprescindible diferenciar la vida del ego de la vida interior. Podemos autoengañarnos en la ilusión de estar pensando bien y haciendo acciones elevadas cuando en realidad, solo estamos cultivando el ego, que atrincherado en sus propios confines y entretenido con lo que le gusta, ve al mundo como un error, juzga a los demás y solo valida desde su propia perspectiva lo correcto y lo incorrecto.
Para cultivar la interioridad hay que ser muy honesto y el resultado debe llevarnos a actuar con sabiduría y compasión en cada pequeña decisión. Ir al encuentro del otro desde la plenitud de nuestro ser ofreciéndonos en un vínculo creativo y complementario. De lo contrario, lo más probable es que el personaje termine desdibujando al yo real y el resultado sea más de lo falso para maquillar una identidad mezquina y carente que desde la necesidad dependiente busca gratificación.

La misteriosa naturaleza de la realidad puede ser analizada en una escala mucho más fina que la convencional.
«La realidad es aquella que, cuando dejas de creer en ella, no desaparece.» (Phillip K. Dick)

Del apego a las ideas, la duda y la verdad.

La mente crea pensamientos todo el tiempo. Es una experiencia necesaria adentrarse en esta comprensión para avanzar en el camino espiritual cotidiano que es la vida. Pero no se trata de un avanzar de un lugar hacia otro sino en el afianzarse en la conciencia de aceptación que no se resiste al devenir. La duda desaparece cuando dejamos de juzgar y vivimos en la libertad de ser sin temor. Es ese estado en el que no estamos perdidos en nada ni sumergidos en el éxtasis de nada sino apoyados en la experiencia de observar y desplegar una visión profunda, honesta, una hondura sin filtros personales.

Mucha gente piensa que es función de la enseñanza espiritual proporcionar respuestas a las preguntas más grandes de la vida, pero la tarea principal de cualquier buena enseñanza espiritual no es responder a nuestras preguntas sino cuestionar nuestras respuestas. Porque las suposiciones y creencias que distorsionan la percepción consciente e inconsciente son la auténtica causa de ver la vida en compartimentos estanco, divisiones que solo nos separan de la unidad y la integridad que todo lo constituye.

Es en el abandonar la mirada dual de los opuestos que se desarrolla la percepción de lo real sin prisiones dogmáticas, sin creencias ni explicaciones. La razón suele argumentar que entendemos y solo está creando rigideces, atrapándonos en sus hielos que pretenden congelar el cambio constante que es la paradoja de la vida. La vida es lo que es más allá de nuestros deseos, y no hay forma en que el pensamiento lineal la pueda abordar sin atraparse en el error del controlador.

En el terreno de las ideas desarrollamos soluciones que nos provean de esa ansiada necesidad de seguridad y control. Creencias, emociones, costumbres se adueñan de nuestro camino cotidiano nublando la conciencia que podría distinguir a través de la aguda capacidad de discernir que emerge cuando nos liberamos de esos obstáculos.

“No busques la verdad; solamente deja de albergar opiniones”, dice Seng-ts’an. Y agrega claridad en su poema sobre la confianza del corazón: «Si quieres que la verdad se manifieste, no estés a favor ni en contra, no gustes ni disgustes, si permaneces en los extremos toda posibilidad de unidad o totalidad se desvanece«.
Sentarse en silencio revela que la mente no es nada más que pensamientos condicionados que surgen espontáneamente en la conciencia. A través de albergar estos pensamientos, y tomarlos como reales y relevantes, creamos imágenes internas de uno mismo, los demás y el mundo. Entonces vivimos en estas imágenes como si fueran reales. Ser capturado por estas imágenes es vivir en una realidad virtual e ilusoria.
A través de la observación de la naturaleza ilusoria del pensamiento sin resistirse a él, podemos empezar a cuestionar e indagar en las subyacentes estructuras de creencias que lo sustentan. Estas estructuras de creencias son las que forman nuestros apegos emocionales al falso yo y al mundo que nuestra mente crea.
El verdadero despertar no cabe en el mundo que te imaginas o el yo que te imaginas que eres. La realidad no es algo que integras en tu visión personal de las cosas. La realidad es la vida sin tus historias, ideas y creencias distorsionadas.
(The Way of Liberation, Adyashanti)

Del cuaderno de ideas y los susurros del silencio.

Como comenté en algún otro post llevo un cuaderno de notas con las ideas sueltas que pueden dar origen a un análisis más profundo. Algunas, seguramente se quedarán en el intento. Escribir es para mí un acto espiritual por sí mismo. Al hacerlo cotidianamente se vuelve un proceso de comprensión del que emergen ideas y no una acción tendiente a comunicar conceptos. Es por eso que considero a este blog un pequeño espacio sagrado de mi conciencia que hago disponible para que otros encuentren en él un atajo en su propia búsqueda. No intento exponer la verdad sino desnudar mi vulnerabilidad humana. No pretendo un decir que siente precedente sino dejar al descubierto nuestras semejanzas mientras me aventuro a ser yo misma. La alquimia del silencio es el núcleo de lo que comparto para que cada uno abra su propio laboratorio existencial. Vale la pena enfrentarse al dolor, aceptarlo con una sonrisa benévola y dejar de resistirse.

– Gracias a la práctica de la meditación puedo distinguir el inevitable dolor que siento de las historias que me cuento y las creencias que lo rodean. Sin falsas promesas, la introspección es un recurso valioso para construir un bienestar sostenible en el tiempo. Meditar no es evadirse.

– El respeto es en sí mismo una señal de amor. Al respetar la vida como un misterio la honramos con una actitud genuinamente religiosa. No hay distinción entre lo sagrado y lo mundano cuando habitamos en el asombro de los pequeños milagros cotidianos. De hecho, ¿qué o quién es verdaderamente mi Dios?, ¿ante quién me inclino inconscientemente?, ¿qué ubico en el altar de mi conciencia? Porque quizá, las reverencias existenciales sean las únicas que cuenten.

– Lo que observamos no son los fenómenos, los hechos o su naturaleza en sí mismos sino todos ellos expuestos a la luz de nuestra interpretación. Por momentos es decepcionante nuestra incapacidad para reconocer nuestros límites humanos. Hablamos y hablamos pero casi no entendemos nada.

– El significado de eso que llamamos experiencia es lo que determina su peso relativo en nuestras vidas. Por eso es tan importante relatar la experiencia para poder comprender lo que sentimos y nuestro comportamiento. Sucede que el relato estará impregnado de recuerdos editados por todas las veces que los verbalizamos. Y para no caer en el autoengaño hace falta una buena dosis de honestidad y coraje. Meditar no es evadirse.

– Permite que el tráfico de la mente y sus pensamientos vayan y vengan sin tensión. La claridad llegará para una mente impregnada en la paciencia.

– Nadie desea sufrir y nadie daña desde una virtud. Entender que el derecho del otro a vivir con paz en la mente y amor en el corazón es tan legítimo como el mío me conduce a ser tolerante y paciente, empático y generoso. La verdadera compasión no es una respuesta emocional sino un compromiso fundado en esta firme convicción y en la decisión racional de abandonar la tendencia a autocentrarse en las propias necesidades como únicas importantes. Elegir con atención, de eso se trata ser conscientes.

– Y desde que miro para mis adentros en lugar de distraerme en los demás, logré entender lo crucial de la lucha contra el hábito de hablar más de lo necesario. Porque hablar y hablar puede convertirse en el centro de gravedad del trabajo sobre uno mismo. Un hábito que lo toca todo, penetra en todo, cansa y puede pasar desapercibido o ser confundido con comprensión por el mismo protagonista y por los demás. La atención es una virtud compleja que puede hacer crecer tanto lo bueno como lo malo, no es solo observar con precisión y volverse agudo.

– Uno puede mirar la vida con anteojeras, tratando de evitar el sol directamente, sin rascarse donde no pica y concentrándose en lo inmediato. ¿Para qué lidiar con aspectos de la vida más complicados, difíciles o imposibles de cambiar? ¿Para qué insistir con escuchar ese susuro que se filtra e incomoda tratando de abrirse paso a través de la conciencia? Pero sucede que hay temas que pican y es mejor abordarlos amablemente más temprano que tarde.

– En el centro mismo de ese «pavo real» llamado ego anidan «los pájaros» que revolotean la mente haciéndonos vivir la superficialidad como simplicidad y confundir el pensamiento elemental con inocencia. El ego quiere brillar como sea y generalmente lo logra por exceso o por defecto porque detesta pasar desapercibido. A veces eso que llamamos realidad es una farsa extrema.

– Y es que uno puede descansar satisfecho en sus propias trampas y disfrutar del abrigo de la libertad a la medida de sus creencias e íntimos condicionamientos. Porque cuando el pensamiento va por el camino ilusorio también crea realidades que perpetúan el sutil engaño de saber y las respuestas que encontramos se adaptan con perfección a las ideas preconcebidas que impulsaron la búsqueda.

«Estrellas y árboles frutales en flor. La completa permanencia y la extrema fragilidad

proporcionan por igual el sentimiento de la eternidad.» (Simon Weil)

Del apego, de creer y ver.

Muchas veces vivimos creyendo que «tenemos los ojos abiertos», «que estamos despiertos» y por eso a nuestra conciencia no se le escapa nada de lo que sucede. Cabría preguntarse cuánto de válido tiene esa confianza en estar comprendiendo. Las formas que toma el apego a las ideas y las explicaciones que nos damos para fundamentar aquello que nos hace sentido o satisface las necesidades básicas de afecto, cuidado, pertenencia se vuelven sutiles para saltear cualquier filtro primario. Pero una mente que vive obsesionada por las cosas que obtiene y la vivencia de logro no puede ver incluso lo obvio. Lo aparente confunde y transforma en ilusión lo que percibimos como real.

Es inclusive en la búsqueda legítima de paz o amor que nos apegamos al identificarnos con la idea que tenemos de lo que significan y cómo se manifiestan. Nos relacionamos con la idea o con el concepto de la paz o el amor como algo que construimos o hacemos pero no con su sentido consciente que solo es accesible a través la experiencia cuando el «yo chiquito» no está allí. Incluso llegamos al absurdo de buscar la experiencia para unirnos al «club de los experimentadores de paz y amor». Podemos vivir ciegos a esa verdad y sentir felicidad. Y es válido como forma de seguir adelante en la vida sin derrumbarse al no tener de donde sostenerse o tomar soporte. Aunque en absoluto es la representación de la pureza de la paz o el amor sino formas de apego a esos conceptos. Confiarse en una percepción subjetiva con el peso de la verdad es garantía de conflicto seguro con otros que no acuerden con ella. Casi sin darnos cuenta podemos construir nuestro propio dogma personal, ese que provoca que todo lo que se aparte al sistema de creencias propio, moldeado con rigurosa meticulosidad a lo largo de la búsqueda de respuestas, sea erróneo o simple ignorancia.

Los seres humanos somos entidades psicosomáticas complejas, individuos únicos y diferentes, vulnerables desde distintos ángulos y aspectos. Aceptarlo es una forma de comenzar a conocernos verdaderamente y no como manera de tapar otras necesidades psicológicas. Las necesidades del alma fluyen en el movimiento de la vida sin forzar las formas ni maneras y se expresan sin esperar ser validadas por ninguna pertenencia.

El individuo que ha logrado independizar su capacidad de elegir de cualquier forma de apego vive consciente, en libertad, se observa imparcialmente para discernir, no juzga a los otros sino los abraza con compasión desde su propia vulnerabilidad. El amor hacia sí mismo se expresa al respetar a los demás en sus propias necesidades aunque no las viva como tales.

Y como dice nuestro querido Pedro, el silencioso maratonista de la vida desde su costado más pragmático: «Porque no es suficiente hacer esfuerzos, pasarla mal y sufrir con resignación. No es cuestión de pasarse la vida chupando limones porque uno ama la sabiduría, la verdad y desea ser honesto. Estamos en esta vida para estudiarnos a nosotros mismos pero solo es posible mirando nuestro corazón con bondad dentro de nuestra horrible y deprimente confusión. Sin bondad, humor y compasión hacia lo que vemos la honestidad se vuelve un lugar sórdido y nos sentimos desgraciados.
Por eso, coraje pero con cordura, firmeza pero con suavidad. Siempre con delicadeza y cordialidad hacia lo que vemos en nuestro corazón para hacernos amigos de eso que vemos con altas dosis de compasión y cuidado.»

Del cambio, las ideas y la conciencia.

Cambiar la conciencia con la que transitamos esta vida es sin dudas un profundo desafío  a los hábitos y respuestas automáticas que fuimos incorporando a nuestra personalidad. El yo sentirá siempre la amenaza de verse compelido a salir del espacio de seguridad que le fue dando forma trabajosamente.

Vivir la espiritualidad implica dejar de hacer algo para ser alguien y explorar las sensaciones íntimas que nos producen las reales intenciones que tenemos versus las palabras bonitas con que defendemos la moralidad de nuestros actos.

Juzgamos casi ni percibir que lo hacemos tildando de bueno o malo, de correcto o incorrecto como consecuencia de la “ideología de patio trasero” que condiciona y embreta el posible despliegue de una incipiente idea. Saltamos de pensamiento en pensamiento creyéndonos poseedores de una verdad más auténtica que la de los demás con la naturalidad propia de la inconsciencia. Pero el yo se siente satisfecho con el esfuerzo conceptual.

Poseemos un extraordinario poder espiritual que es la capacidad de elegir, de ejercer la opción consciente frente una situación. Pero para construir la conciencia que nos guíe a tomar decisiones con sabiduría tenemos que acudir al silencio, la observación e indagación. Hacerlo nos conduce por el camino de decidir desde la honestidad de la intención real, sin miedo.

Aceptar las circunstancias y el cómo se presentan será consecuencia de dejar de resistirse atrincherados en el mundo del “yo y mis prejuicios” de la zona confortable en la que pasamos la mayor parte de nuestra vida filtrando lo que sucede de acuerdo a esas creencias más arraigadas en nuestra psiquis. La habilidad de estar abiertos y receptivos a la vida está latente en nosotros. Solo debemos hacerle honor, con la responsabilidad  de ser humanos, y el asombro que surge de un corazón abierto a dar amor.

En mi propia experiencia espiritual, Dios es una conciencia pura que se manifiesta de diferentes formas. Cada día estoy más convencida que esa Conciencia Pura cuya denominación no me preocupa, está en constante comunicación con nuestra conciencia a través de impulsos creativos para que encontremos la mejor solución con pureza en la intención. El punto es que la conciencia se contrae con el miedo (emergiendo la conciencia de cuerpo, el ego) y lo espiritual, lo verdadero no fluye porque no tiene espacio para crecer. La cuestión radica en qué tan abiertos estamos para recepcionar esas señales de Dios. Cuando logramos fluir con pureza no hay conflicto, la visión está clara, no hay resistencia y los deseos se cumplen espontáneamente sin forzar nada.

En algunos momentos que logro conectar con la pureza de conciencia que habita en mí, todo se vuelve transparente, ¡y no hay necesidad de soluciones porque no hay problemas! Casi puedo tocar la plenitud y la unidad de la vida, todo está integrado naturalmente. Para mí eso es bienestar existencial, felicidad en términos espirituales. A pesar de no tener todas las respuestas, tampoco las necesito.

Hay un deseo interno por evolucionar que nace en el yo verdadero, un impulso creativo que nos lleva a hacer, pero eso es hacer desde el ser. Eso es estar en el flujo de la vida sin resistencias.

– Maestro, ¿hago bien en no tener ideas?
– ¡Allá tú, si quieres seguir con esa idea de las no ideas!

De opiniones, ideas y el arte de meditar

Todos tenemos ideas preconcebidas, opiniones y puntos de vista. Construimos argumentos e innumerables juicios muy especialmente vinculados a los demás, sus conductas y maneras de pensar. Cuando trabajamos sobre nosotros mismos, en muchas ocasiones nos sentimos inmunes a la trampa de abrir juicios y argumentar pero un análisis honesto nos descubre en una realidad diferente: Cambiamos un conjunto de prejuicios por otro.

Descubrimos nuestra dimensión espiritual en un cierto contexto y punto de vista. Es así como aprendemos a practicar el arte de la contemplación, la meditación e introspección profunda. No dejamos de ser quienes somos por el mero hecho de incorporar nuevas prácticas. Para ver sus beneficios tenemos que ser pacientes y compasivos con nosotros mismos en primer lugar.

Dejar de lado ideologías, opiniones y marco conceptual requiere relegar nuestro punto de vista para que los hechos no nos muestren una sofisticación de los mismos prejuicios adornados por un nuevo traje espiritual. El autoengaño está a la distancia de un pensamiento egoico. Nada más. Si no lo tenemos bien presente, nos encerraremos en nuestras cabezas, desconectados de la realidad del mundo y los demás, más relajados temporalmente y tan inconscientes como siempre, sin mejoras profundas ni de largo plazo.

El silencio auténtico practicado con amor en el corazón suaviza las rigideces ideológicas y estructuras que brindan seguridad a la personalidad para transformarnos en mejores personas en la acción. Nos vuelve más inspirados y creativos para la vida cotidiana.

Un cuerpo de conocimientos que nos permita profundizar intelectualmente nos ayuda en orientar algunas prácticas meditativas y nos vuelve más claros y precisos pero bajo ningún punto de vista debería ser condicionante de lo que experimentemos en la meditación sino solo una puerta a la comprensión consciente de lo inconmensurable y su sentido. Conocimiento y experiencia se integran en un todo que da respuestas que sanan, cobijan, generan aceptación de la realidad y voluntad para contribuir a la construcción de un mundo más justo y ético.

Llevar una vida espiritual implica usar la meditación como un recurso de autoconocimiento y no como una mera técnica a dominar, un ejercicio para sentirse bien o una gimnasia mental para aumentar nuestra concentración o rendimiento. Involucra un cambio completo de perspectiva, un renovado marco de acción donde la vida se aborda con una nueva mirada.

Los hechos nos muestran que cambiar lleva tiempo, que diluir prejuicios, patrones de conducta, comprender y reconocer nuestra esencia es un proceso lento. Requiere tomar conciencia que no es cuestión de cambiar un paquete de ideas preconcebidas por otro más exótico y políticamente correcto conforme a una falsa moral.

Soltar nuestras certezas, cultivar la apertura mental y descubrir el sabor de formularse preguntas. Las verdades espirituales no buscan convencer a nadie, están allí para ser descubiertas a través del trabajo interno silencioso, sistemático y comprometido. De eso se trata el viaje.

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De las creencias y la autoconciencia

En nuestro humano afán de conocer y entender la realidad tratamos de hacerlo a partir de lo que ya sabemos y que proviene de saberes académicos aprendidos, tradiciones culturales y hábitos latentes en nuestra personalidad. Incorporamos lo nuevo a partir de lo viejo, de las experiencias previas. Buscamos encontrar sentido sobre la base de nuestras propias creencias condicionantes que se convierten en el filtro a través del cual percibimos el mundo.

Nuestro propio deseo de saber puede venir acompañado de expectativas a ser satisfechas sobre eso que tratamos de entender y consigo la humana tendencia a manipular los acontecimientos de la realidad para adaptarlos a nuestras creencias. Así se va construyendo la percepción colectiva de la realidad que contiene la ilusión de rectitud.

Es así como nacen las religiones, para dar respuestas a las preguntas existenciales del ser humano, las preguntas sobre el sentido de la vida y así calmar su angustia de ser. Se crea un capullo que da cobijo a la intemperie de la falta de certezas y consigo emerge la ilusión de «esta en la verdad». Pero no se trata de una verdad objetiva sino de una verdad subjetiva.

La ciencia es en sí misma, una creencia más que busca la verdad por otra vía, aunque solo afirma aquello que puede demostrar objetivamente, dejando sin respuesta aquello que no puede pasar por el filtro de lo que conoce.

Pero la experiencia de lo verdadero está más allá de lo intelectual. Conocer implica conocer-nos. Ir hacia adentro de nosotros mismos, abordar en silencio como observadores cuidadosos y objetivos, desapegados en términos espirituales, aquellos temas que buscan respuesta. No se trata de dejar de ser quién soy sino del ser más Yo, el esencial y auténtico yo que conoce la pureza integradora y que es parte de la verdad misma. Volvernos autoconscientes, claros, con capacidad para discernir la vía de la unidad que considera con compasión al otro desde aquél que soy.

Es el verdadero conocimiento que surge a través de la autoconciencia el que nos permite crecer, volvernos mejores personas, coherentes, íntegros, formando parte del todo de manera activa, en la acción y más allá de los discursos. Estar presentes, atentos, en el recuerdo de nuestra verdadera identidad es una construcción que procede de las tradiciones meditativas orientales y ha sido adaptado en occidente con diferentes nombres pero que esencialmente se refiere a lo mismo. Llevar la atención a un punto para que la mente pensante habitual, la mente discursiva se calme y con ella el cuerpo y la respiración que trae consigo la claridad sobre lo que nos rodea y nuestros propios procesos internos, tanto físicos, emocionales como mentales.

«Cuando estamos totalmente atentos a lo que estamos haciendo, pensando o sintiendo en el momento presente estamos practicando mindfulness: La capacidad humana universal y básica que posibilita volvernos seres conscientes de los contenidos de la mente momento a momento. Volvernos autoconscientes.» (Vicente Simón, catedrático en psicobiología de la Universidad de Valencia,2006).

http://www.mindfulness-salud.org/multimedia/videos/la-meditacion-por-vicente-simon/

 

 

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