De las expectativas y las humanas ansiedades.

A veces es muy útil meditar sobre un tema en particular para explorar hasta que punto estamos condicionados por lo que sentimos y la manera en que la respuesta que damos en el presente está influida por ello. Es el caso de la sutil sensación de expectación. Tenemos expectativa porque creemos que recibiremos algo que nos completará, que nos hará sentir plenos, algo que terminará con la incomodidad, con esa inquietud vital que nos acompaña sin invitación. Al anticiparnos al futuro a través de las expectativas perdemos la experiencia actual y viajamos con la imaginación a un futuro donde esperamos recibir «un algo» que satisfará aquello que deseamos intensamente. No advertimos que todo aquello que nos sea dado en el futuro también nos será arrebatado en algún momento, de modo que no puede ser fuente de paz y plenitud duradera. La presencia de expectativas en nuestra mente delata nuestras creencias sobre la existencia de algo por conseguir, que el bienestar es un objeto más que podemos adquirir. Pero la plenitud no tiene nada que ver con algo que no está presente en cierto momento y sí en otro. Es un estado completamente atemporal vinculado al hecho de estar presente.

Al vivir en la expectación sobre lo que vendrá en un futuro negamos justamente lo que estamos esperando.  Cuando adviertas su compañía sutil puedes preguntarte, ¿qué estoy esperando? Una respuesta honesta contendrá la descripción de algún objeto o estado de la mente. Recuérdate que cualquier cosa que llegue en algún momento también se irá, de modo que no puede ser fuente de paz duradera. Nuestra naturaleza esencial e inmutable yace en el origen de lo que somos y no en algo por venir.

No se trata de detener o modificar las expectativas sino de orientarnos a la comprensión de su naturaleza, aparición y forma. Descansar silenciosamente en esa comprensión nos aquieta. Necesitamos advertir los impulsos emocionales que nos dominan llevándonos hacia el futuro o el pasado como una forma de resistirnos a lo que está presente. No nos damos cuenta hasta el punto en que nos convertimos en la mismísima actividad de resistir. La resistencia se volvió casi una norma de tanto practicarla y la no aceptación que la acompaña condiciona lo que pensamos y sentimos de forma prerracional. Necesitamos evaluar nuestros impulsos.

La mecánica de la expectación queda expuesta en la contemplación silenciosa. Observarla y comprenderla es ver con discernimiento. La conciencia atenta distingue que, aquello que anhelamos profundamente, no tiene nada que ver con la ansiedad tan común que se renueva todo el tiempo con nuevos deseos. Cuando descansamos en esta comprensión las expectativas se deshacen con naturalidad, sin esfuerzo, no es algo que hacemos sino algo que sucede. Es entonces cuando podemos recobrar nuestra naturaleza esencial e inmutable y el estado de plenitud que la constituye.

 

De los refugios, sus engaños y la verdad que libera.

Visto en perspectiva, sorprende como a lo largo de la vida buscamos refugio en algo. En los primeros tiempos nuestra madre, si algo iba mal, corríamos hacia ella ya que parecía tener todas las soluciones. Luego nos dimos cuenta que quizá no podía resolver todas nuestras inquietudes y acudimos a los amigos que fuimos encontrando por ahí. Más tarde, al hacernos mayores fuimos por otros refugios: el poder, en particular a través del dinero, pensamos que podría darnos alivio al sufrimiento, seguridad y felicidad. Las drogas socialmente aceptadas como el alcohol y los ansiolíticos, quizá fueron el complemento en esa necesidad de alivio y protección. Para otras personas quizá el sexo o la comida o una combinación de todas ellas. Pero con el tiempo nos damos cuenta que nada de eso resuelve la angustia que provoca la incertidumbre de estar vivo, que son solo soluciones parciales brindando un bienestar temporal.

Con la ayuda del silencio, la observación y la experiencia descubrí una respuesta que me aporta coherencia al día a día: Una conciencia pura, libre de error y que posea todas las virtudes es el verdadero refugio. Se puede confiar por completo en ella y tiene solución para todo. La convertí en mi religión y trabajo cada día para alimentar su sabiduría original y sanar la manera en que pienso.

La espiritualidad es una necesidad humana con la que, si ponemos atención, conectaremos naturalmente atrayendo a nuestra vida un conjunto de recursos para afrontar lo inevitable desde nuestro ser esencial.  Es en la hondura del significado de nacer, enfermar, envejecer y morir que uno llega a entender la naturaleza inevitablemente transitoria, trágica e impersonal de la existencia humana y sentir alivio. No es negando lo que sentimos ni reprimiendo lo que deseamos que vamos a cambiar hacia algo mejor. La lógica del deseo se desvanece y la ansiedad, el miedo y la resistencia se van disipando a medida que realizamos esta comprensión en toda la amplitud de sus términos.

La verdad proveniente de nuestra verdadera naturaleza nos libera. Pero no es suficiente con captarla sino que hay que cultivar las virtudes imprescindibles para comprender sus implicancias y tener el coraje de cambiar de rumbo.

«Un león recién nacido se quedó rezagado y se perdió, pero un grupo de ovejas se cruzó en su camino y lo adoptó como un miembro más de su rebaño. El animal creció convencido de que era una oveja, aunque, por más que tratara de berrear como tal, solo lograba emitir débiles y extraños rugidos; por más que se alimentara de hierba, cada vez que veía a otros animales sentía el deseo de devorar su carne. Por ello, a diferencia del resto de ovejas, que pastaban plácidamente, el felino solía estar angustiado y triste.
Los años pasaron y el animal se convirtió en un león fuerte y corpulento. Una mañana, mientras el rebaño descansaba a orillas de un lago, apareció un león adulto y todas las ovejas huyeron despavoridas. Lo mismo hizo el león que creía ser una oveja y enseguida quedó a merced del león adulto. Nada más verlo, el león cazador no pudo evitar su sorpresa al reconocer a uno de los suyos. Y sorprendido, le preguntó: «¿Qué haces tú aquí?». Y el otro, aterrorizado, le contestó: «Por favor, ten piedad de mí, no me comas, te lo suplico, solo soy una simple oveja». «¿Una oveja? Pero ¿qué dices?». El león adulto arrastró a su camarada a orillas del lago y le dijo: «¡Mira!». El león que creía ser una oveja miró, y por primera vez en toda su vida se vio a sí mismo tal como era. Sus ojos se empaparon en lágrimas y soltó un poderoso rugido. Acababa de comprender quién era verdaderamente. Y nunca más volvió a sentirse triste.»

De la meditación, sus recursos y la conciencia.

La vida es un gran río en rápido movimiento y todo su curso está sujeto a la fuerza de su poder. Nuestro condicionamiento a hacer en lugar de ser es implacable: Sobrevivir y autolimitarnos. Esto nos conduce a sufrir en muchos niveles. La práctica de la meditación es una oportunidad para actuar de forma revolucionaria y radical, para ir contra la corriente de nuestro condicionamiento con el fin de aliviar el sufrimiento, ser compasivos y cultivar el verdadero bienestar.

Meditar significa parar y tomar conciencia de nuestro estado interno, conectar con la bondad y la compasión profunda para dar nacimiento a un espacio de conciencia donde hablar y actuar se desarrolla con amabilidad y consideración por uno mismo y los demás seres.

La meditación cultiva el espacio entre el estímulo y la respuesta para desarrollarnos en nuestra verdadera libertad, un espacio abierto donde podemos ser testigos de los condicionamientos que afectan nuestro juicio y capacidad para adaptarnos a las situaciones con dignidad y autorrespeto. Al darnos cuenta, la primera respuesta es no causar daño a los demás ni a nosotros mismos.

Probablemente la felicidad sea una búsqueda equivocada y vivir con bienestar existencial se trate de estar completamente vivos en el presente, con aceptación y sin resistencias de ningún tipo. Cultivar el coraje y la perseverancia para aprender a convivir con la incomodidad de la incertidumbre, el dolor o la pérdida y confiar en que la impermanencia tiene su propia lógica.

Si cada uno de nosotros nos hiciéramos cargo de lo que pensamos, hablamos y actuamos, el impacto en la comunidad que integramos sería ilimitado. El mundo estaría impregnado de compasión, bondad y complementación para crear juntos en lugar de unos contra otros para superarnos en competencias y reconocimiento. Creo en un mundo donde podamos expresar nuestra individualidad honrando y respetando nuestras diferencias y enriqueciéndonos espiritualmente en la diversidad.

La mejor manera de influir sobre los demás es modelar la propia conciencia con amor y libertad para expresarlo a través de nuestro comportamiento. Si creemos que el camino espiritual es fácil y rápido de implementar como seguir un método o las instrucciones de un manual, no vamos a estar preparados para el trabajo real y la transformación genuina. Todo lo que es falso en nosotros, las barreras y defensas emocionales que ya no son útiles y las creencias limitantes deben caer y dejar de ser el filtro con el que transitamos la vida para fluir en el constante cambio que la inunda. Los verdaderos tesoros ocultos son los que se pueden descubrir sólo a través del compromiso sostenido con el cambio.

No hay una fórmula ganadora ni una talla única para el proceso, el camino es misterioso, complejo y totalmente individual. Sin sermones acerca de teorías de lo correcto y mucho más experimentando una forma diferente de estar con y para los demás desde el centro de uno mismo. Estar juntos de esta manera es posible: Presentes, abiertos, atentos, cálidos y disponibles.

Puedo dar fe que el viaje interior nutre y crea satisfacción por sí mismo con una sensación cotidiana de riqueza y plenitud.

De la ética de vivir y la espiritualidad cotidiana.

Muchas veces justificamos un comportamiento poco ético y moralmente repudiable en el dolor inconsciente, el de la infancia o el no trabajado. El volvernos egoístas pasa así a tener un argumento lógico que lo sostenga aún en gente que podríamos considerar “buena”. Toda la doctrina de la reencarnación y el karma que sostienen las tradiciones espirituales orientales es fuente de un comportamiento ético para sus creyentes y establece una frontera para el obrar incorrecto. Puesto que las acciones de hoy darán sus frutos en el futuro (léase en esta vida o las siguientes) la noción sirve como límite para las acciones repudiables. En el mismo orden, se justifica a los afortunados que viven bien hoy en su buen karma pasado.

Pero conviene no perder de vista que hay gente exitosa y que disfruta de la vida ignorando por completo estas ideas y sus similares de premio y castigo  del cristianismo. La crueldad y la psicopatía tienen su espacio en esta vida y a veces asociado a un vistoso bienestar.

Creo que el punto fundamental para vivir una vida anclada en valores o principios espirituales y elegir el camino de la empatía, el respeto y la compasión no pasa por negar que se puede vivir sin que los demás importen y sentirse bien sino optar por transitar el propio camino independientemente de las elecciones ajenas. Poco debería importarme cómo construye su felicidad ese otro que en mis términos es inmoral o ejecuta actos reñidos con la ética. Ese es su camino y el mío es otro.

Realmente no veo necesario creer en la reencarnación ni motivarnos en una vida futura de fortuna para llevar una vida moral y éticamente aceptable en el presente y lo cotidiano. La clave para ser responsable y respetuoso pasa por aprender a gestionar el dolor eficientemente y así no buscar alguna forma de compensación en el afuera por lo que sentimos. No es un dar para recibir ni un hacer buenos actos para que la vida me retribuya con el mismo criterio simplista del cielo y el infierno con el que la mayoría fuimos educados en occidente. En lo personal, el sistema de premios y castigos  no lo deseo para mi vida.

A medida que aumenta la comprensión del misterio de la vida y se acepta la realidad y el sufrimiento como parte de ella sin resistencias en el corazón, es posible transitar nuestro paso por este mundo con sensibilidad, amabilidad, generosidad y cuidado de otros y con otros. El poder espiritual para enfrentar la adversidad se incrementa naturalmente y con él nuestra capacidad para gestionar en el modo en que atravesamos las escenas. El beneficio es para todos y el primer paso para lograrlo es que lo hagamos cada uno en nuestra propia vida.

Maestro, veo que a veces te ríes solo. ¿Es que tienes lindos recuerdos de algo o alguien? No hijo, no hay recuerdos; río por mi naturaleza. Los seres humanos somos todos esquizofrénicos, duales, pensamos en blanco y negro, hacemos y no hacemos, amamos y odiamos al mismo tiempo, estamos y nos preocupamos por estar. ¿Qué te extraña que ría si a veces lloro?

De citas, personajes y la conciencia.

Estamos habitados por múltiples personajes. Somos una maraña de yoes irrumpiendo en la consciencia tratando de imponer sus puntos de vista. Todos y cada uno de los engaños de este mundo no son nada comparados con los que cometemos con nosotros mismos. Ser honesto con uno mismo es uno de los más duros desafíos de la vida e infinitamente más difícil que culpar y condenar a otros o al entorno. Lo más sencillo es reprimir, disimular y ocultar a través de máscaras constituidas por todas esas cualidades maravillosas y nobles virtudes que creemos tener. Rechazamos mirar y afrontar el dolor a causa del miedo pero al hacerlo nos causamos una clase de sufrimiento que se vuelve inexplicable para una mente acostumbrada a negar lo que siente y a no aceptar la realidad tal como es.

Hay una pasión que nos ata y otra que nos libera. El arte de discernir y discriminar hace la diferencia frente a la necesidad de decidir: Reconocer, distinguir y seleccionar lo verdadero, apropiado, coherente y equilibrado frente a lo que no lo es.
Somos la expresión de un gran misterio y diversas las formas de entendernos a nosotros mismos y a la vida. 

La madre de todas las batallas se libra dentro de uno mismo. Y el humor puede ser un alivio y un gran compañero de viaje: «Felices los que se ríen de sí mismos porque nunca terminarán de divertirse».

Y dijo Victoria Victimitis, asistente a tiempo parcial de Pedro el Gurú: «A veces los mejores amigos son aquellos que no están ahí cuando los necesitamos. Porque entonces tenemos que ir más allá de la necesidad y encontrar algo mucho más profundo que la comodidad de lo conocido donde sabemos desenvolvernos. Desear que algo sea diferente a como es se vuelve el pasaje al sufrimiento. Finalmente el corazón se llena de gratitud y crecemos en sabiduría al comprender.»

Y dijo Pedro el Gurú, mientras elongaba los gemelos contra el cordón de la vereda: «Ser consciente es también estar atento como presencia sensible, a las necesidades de los demás. El bienestar interior que solo satisface los deseos que giran alrededor del propio ombligo, aún cuando sean buenos deseos, son solo una forma espiritualizada de egoísmo.»

Y dijo Pedro, el gurú del gym, secándose la frente y tomando el acostumbrado trago de su misterioso batido: En el «emporio del siga siga» los que la pasan bien son los mudos condescendientes que silenciosamente disimulan lo que ven al no atreverse a expresar lo que piensan. Luego sobrevienen las contorsiones interpretativas que justifican los deseos con el disfraz de lo necesario. Mi error está en desear que sea diferente a lo que es y eso demuestra que todavía no estoy muy zen que digamos.

Y dijo El Tábano Alberto, el tanguero caminador de veredas porteñas, despuntando el vicio de la pregunta retórica mientras pateaba latas y botellas de plástico vacías:
– ¿La verdad nos hace libres o la libertad nos hace verdaderos?
– Respeto, pluralismo, tolerancia ¿son atolones en el océano Índico o estancias en la Patagonia?

Y dijo Pedro mientras se sacaba las zapatillas y escurría las medias: «Sabio es quien busca asomar aunque sea por un momento su cabeza al cielo y necio quien desespera por meter el cielo en su cabeza».

Y dijo Lady Pureza, la inmaculada sabia incógnita: «Reemplazar el miedo a Dios por el miedo al karma es una forma alternativa de no confrontar la naturaleza de nuestros propios miedos. No hay forma de liberarse de ellos sin comprender su origen con lo que implica hacerlo. Aunque mantenerse adormecido en algún falso refugio sigue siendo una opción.»

Y dijo Pedro, el silencioso maratonista de la vida, desde su perfil pragmático: «Porque no es suficiente hacer esfuerzos, pasarla mal y sufrir con resignación. No es cuestión de pasarse la vida chupando limones porque uno ama la sabiduría, la verdad y desea ser honesto. Estamos en esta vida para estudiarnos a nosotros mismos pero solo es posible mirando nuestro corazón con bondad dentro de nuestra horrible y deprimente confusión. Sin bondad, humor y compasión hacia lo que vemos la honestidad se vuelve un lugar sórdido y nos sentimos desgraciados.
Por eso, coraje pero con cordura, firmeza pero con suavidad. Siempre con delicadeza y cordialidad hacia lo que vemos en nuestro corazón para hacernos amigos de eso que vemos con altas dosis de compasión y cuidado.»

Y dijo el Dr. Ravan, el psicoanalista freelance de lo cotidiano: «Toneladas de apego moldean nuestros puntos de vista y calificativos. Los hechos son solo hechos pero cuando adjetivamos alrededor de ellos tratamos que sean conforme a nuestros deseos e influimos en la opinión de los demás.
La honestidad se parece a la raíz de un rosal. Tiene menos prensa, no busca la fama, se la deja a la flor. ¿Por qué será que las palabras sinceras suelen carecer de elegancia?»

Y dijo Gladys, la cosmiatra zen: «Quizá se trate de comprender que las verdaderas tinieblas no son las de nuestra oscuridad desbordante sino las de rendirse a ellas bajo el imperio de la impotencia y la aflicción. Porque también las carencias afirman, tienen su propio decir y maneras de confirmar su existencia para señalar algo. Cuesta más de lo deseable aprender a constatar que todo tiene un sentido a la espera de ser descifrado y que habitar nuestras ambig­üedades puede resultar incómodo e inquietante. Tanto así, que optamos por volvernos ciegos a nuestra propia oscuridad. Después de todo, las nubes hacen al cielo más humano para que el sol no nos encandile.»

Y dijo  Lady Pureza: «Lo que consideramos válido hoy, no necesariamente será válido mañana para nosotros mismos o para los demás. La validez está condicionada por muchas cosas, como todo en este mundo de permanente cambio. Es legítimo, lógico y coherente analizar, corregir, mejorar e inclusive descartar lo que ya no tiene sentido. Tomar lo que hoy es válido en forma descontextualizada es considerar mi apreciación como una verdad absoluta. Y no lo es.»

Y dijo Pedro: «Algunas personas piensan que están reflexionando cuando simplemente están reorganizando sus prejuicios. Es infinitamente más fácil verlo en los demás que darse cuenta cuando uno mismo lo está haciendo. Pero para poder darle un vistazo a la vida hay que dejar de juzgar lo que está bien y lo que está mal disolviendo las propias creencias y dualidades.»

Y dijo Pedro (sentado en el cordón mientras cambiaba la cámara de la rueda trasera de la bici): «La paz es el bonus track del cd del entendimiento. Si no hay verdadera comprensión creerás que sientes paz pero no durará. Pronto estarás cuestionando algo que se llevará esa paz superficial. Volverte pacífico es la consecuencia natural de comprender integrando los dos hemisferios cerebrales: el analizar le da forma a la idea y tu corazón la reconocerá como verdadera.»

Y dijo Pedro, con la medialuna enarbolada preguntando por su café y con algo de malhumor: «Frente a las situaciones siempre hay un gap, un espacio hueco que nos separa de ellas cuando aprendemos a observar. Ese espacio suele llenarse con pensamientos que siempre son una elección personal. Dependen de cada uno y no de la escena. Aprender a verlo nos hace libres de elegir qué pensar como un acto subjetivo frente a un hecho objetivo. Pero para eso hay que aprender a hacer un stop, parar y observar y luego recién seguir. Sin ese stop hay pocas posibilidades de entender y no habrá verdadera comprensión por más sabias que sean las enseñanzas espirituales. El conocimiento que no se practica es como una flor artificial: Las hay bonitas pero no tienen vida.»

Y dijo Ofelia Guillotina, el instrumento filoso, mientras degustaba su segundo té verde: «Ella estaba tan ocupada y entretenida en mantener su día a full que tuvo un accidente de tránsito, murió y le llevó un par de horas darse cuenta que ya no necesitaría su agenda».

Y la vida nos da la opción de dibujar el propio boceto en un proceso de revisión permanente o creer en el diseño de otro.

  «Un día sin chocolate es un día perdido».

De lo inexplicable y el pesar.

Que la vida tiene un orden aunque a veces incomprensible es una verdad que a veces se vuelve difícil de metabolizar. El sistema se autorregula independientemente de nuestra voluntad aunque nos involucra en el proceso siendo parte del ciclo: Todo nace, tiene su plenitud y luego muere independientemente del vínculo que tenga con nosotros puesto que la flor se marchita aunque la amemos y la semilla crece aunque no la amemos. Claro que se vive mejor si elegimos que el brillo del amor emerja en nosotros.

Y sí…, hay momentos que incluso los pájaros y las nubes parecen viejos. Acostumbrarse, dejar de oponer resistencia y entregarse al flujo de los acontecimientos quizá sea la tarea más difícil que la vida nos exija si deseamos sentir bienestar existencial. El privilegio de ser conscientes tiene sus matices y demanda serenidad para ser acompañados por esa inequívoca sensación que nos indica que todo está bien así como es.

EL HELECHO Y EL BAMBÚ

Un día decidí darme por vencido, renuncié a mi trabajo, a mi relación, a mi vida. Fui al bosque para hablar con un anciano que decían era muy sabio.
-¿Podría darme una buena razón para no darme por vencido? Le pregunté.
-Mira a tu alrededor, me respondió, ¿ves el helecho y el bambú?
-Sí, respondí.
-Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú, las cuidé muy bien. El helecho rápidamente creció. Su verde brillante cubría el suelo. Pero nada salió de la semilla de bambú. Sin embargo no renuncié al bambú.
-En el segundo año el helecho creció más brillante y abundante y nuevamente, nada creció de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
-En el tercer año, aún nada brotó de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
-En el cuarto año, nuevamente, nada salió de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
-En el quinto año un pequeño brote de bambú se asomó en la tierra. En comparación con el helecho era aparentemente muy pequeño e insignificante.
-El sexto año, el bambú creció más de 20 metros de altura. Se había pasado cinco años echando raíces que lo sostuvieran. Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para sobrevivir.
-¿Sabías que todo este tiempo que has estado luchando, realmente has estado echando raíces? Le dijo el anciano y continuó…
-El bambú tiene un propósito diferente al del helecho, sin embargo, ambos son necesarios y hacen del bosque un lugar hermoso.
-Nunca te arrepientas de un día en tu vida. Los buenos días te dan felicidad. Los malos días te dan experiencia. Ambos son esenciales para la vida, le dijo el anciano y continuó…
-La felicidad te mantiene dulce. Los intentos te mantienen fuerte. Las penas te mantienen humano. Las caídas te mantienen humilde. El éxito te mantiene brillante…
Si no consigues lo que anhelas, no desesperes… quizá sólo estés echando raíces.