Casi todos los días salgo a caminar por el barrio por una hora aproximadamente. Viviendo en una zona verde y con el Río de la Plata cerca, es un verdadero privilegio que la vida me regala el poder disfrutarlo. Es un tiempo y espacio que gozo plenamente, pensando sobre algún tema específico que demanda atención, dejándome llevar por la brisa aquietando con naturalidad los pensamientos o contemplando como la luz del sol se filtra entre los árboles casi jugando con las sombras. Siempre hay algo para asombrarse, que conmueve o provoca admiración. A veces disfruto de mi propia interioridad con la plenitud y el agradecimiento de contar con la fortuna de poder elegir cómo vivo cada día.
En ese ir y venir, aparecen ideas que trato de evitar que se escapen de la cabeza y me prometo anotar en cuanto regrese a casa en esa libreta que guarda sigilosamente en apretadas síntesis el producto de esas caminatas. No siempre sucede ni cada vez me acuerdo de la idea que parece más genial al olvidarla. Pero aquí comparto algunas de esas notas que desordenadamente esperan ser desarrolladas en un futuro:
– Me gusta, no me gusta. Interpretamos la vida desde la parcialidad de los lentes de nuestras preferencias. En un peregrinaje que enamora y repudia, con la ligereza de la inmadurez inconsciente, nos pasamos el tiempo manipulando cosas y personas para complacernos en un afán insaciable, en una manifestación de lo violentos que podemos ser. Meditar es tirarse de cabeza a esa verdad y asimilarla con humildad. Hay muy poca genialidad en la realidad de nuestro estado cotidiano. Solo podemos captar con plenitud el misterio de la vida cuando también nos aceptamos en nuestras dimensiones oscuras.
– Por distantes que parezcan dos puntos, estos se pueden unir. Lo realmente importante es tener varios de ellos. Cuantos más poseamos, más posibilidades de unión habrá. Cada uno tiene sus puntos. Lo importante es combinar y unirlos en nuestro día a día para tener una vida más rica, mágica y sorprendente.
– Algo muy dentro nuestro pide a gritos intimidad y profundidad. En la era de la aceleración, nada puede ser más estimulante que ir lento. En la era de la distracción, nada es más lujoso que prestar atención. En la era del constante movimiento, nada es tan urgente como quedarse inmóvil. Viajar es bello pero la mejor manera de cultivar una mirada atenta y apreciativa es ir a ninguna parte y simplemente sentarse a contemplar y contemplarse.
– La polarización y las generalizaciones son simples manifestaciones de intolerancia. En el emporio de los buenistas siempre hay un vocero dispuesto a recrear la noción de nosotros y ellos con el disimulado filo del que piensa con criterio cuando no hace más que defender su propia ideología. Aceptar, tolerar y respetar tienen que dejar de ser bonitos conceptos para convertirse en una forma de estar en el mundo.
– Deambulando entre la poética de la presencia y la ética de la ausencia, hastiados del maniqueo pragmatismo, nos refugiamos en la celebración de nuestras propias conjeturas devenidas en convicciones. Sin opinar ni comprometernos, disfrazados de juglares de lo virtuoso, solemos jugar a la aceptación envueltos en el rechazo disimulado.
¿Será que la emoción sentida es producto de una idea o previa a ella? La vida es un fenómeno condicional e implica la aceptación voluntaria de la incertidumbre como su eje constitutivo. Pero es lógico que el pensamiento que se piensa a sí mismo no lo pueda ver. Probablemente, una dosis de humildad y conciencia de nuestra falibilidad den como resultado acciones que reflejen la verdad de nuestras necesidades humanas comunes.
– Hay una luz de conciencia que brilla a través de cada uno de nosotros y nos guía a casa, y nunca estamos separados de esta conciencia luminosa más de lo que las olas se separan del océano. La conciencia amorosa es nuestra más profunda naturaleza. Confiando en esto, el corazón se abre para cualquier cosa y con ello a las bendiciones de la libertad, la vida plena y la respuesta sabia. Cuando confiamos en que somos el océano, no tenemos miedo de las olas. Nuestro verdadero refugio es lo que somos.
Vivir en una forma ética nos puede sintonizar con el dolor y las necesidades de los demás, pero cuando nuestro corazón está abierto y despierto a la vida, cuidamos por instinto. Este amor es incondicional y se expande de adentro hacia afuera donde hay miedo y sufrimiento. Cuando nuestro corazón está disponible para todo, somos tocados por la belleza, la poesía y el misterio que inunda la vida. Como hijos del asombro, agradecidos por caminar esta tierra, de pertenecer unos con otros y con la creación, podemos encontrar nuestro verdadero refugio en cada momento, en cada respiración.
– Hace falta cultivar una mente humilde y despierta al asombro para habitar en el corazón de la paradoja de un mundo cambiante, donde conviven lo bello y lo doloroso. Reconocer y aceptar que no lo sabemos todo ni siquiera de aquello que creemos saber y que probablemente nunca lo sabremos. Más allá de nuestras preferencias solo vemos una pequeña parte de las cosas.
– Cada vez que interpretamos un hecho estamos fertilizando el terreno para que brote una creencia. Nos buscamos una explicación intelectual que la apoye y luego nos aferramos al dogma resultante. No hay correcto o incorrecto, solo hay estados de conciencia diferentes para hacer la interpretación. Todo es cambio en esta vida y cuando el yo se empeña en tener una visión estática se atrapa en su propias etiquetas. No importa en lo que creas. Esa creencia no puede cambiar lo que es.
– Vivir con silencio interno es un acto de entrega a la vida, un ofrecerse sin idealizar a la experiencia de estar vivo con aceptación. En la medida que practicamos la espiritualidad hacia adentro se disfruta del camino del silencio puesto que en el contacto con nuestro centro más profundo sentimos lo simple que nos unifica.
Uno puede verbalizar la experiencia de forma religiosa o espiritual pero el contacto con el centro es el mismo porque está en la naturaleza humana. La vida desde el centro habita en la percepción de lo simple.
– Somos una paleta de contradicciones. De tanto en tanto pintamos algunas coherencias que nos conectan con esas verdades que nos igualan. En el mientras tanto hacemos lo que podemos para gestionar nuestras angustias.
Lady Funny, tan cándida como el lunes lo hace posible luego de un fin de semana de amigos a puro sol, se encontró a desayunar con Pedro, el gurú de todas y todos en el gym para retomar su disciplinada rutina de autocuidado:
– Pedro, necesito ayuda, estoy desorientada: ¿es verdad, como dicen las canciones, que el amor todo lo puede?
– Querida Lady Funny, es verdad. Pero harías bien en no creerlo.