De las gloriosas interpretaciones y cómo pensamos.

Admitámoslo, a todos nos pasa.

– Aceptamos sin vueltas las pruebas que apoyan nuestras ideas mientras que nos mostramos escépticos con las que son contrarias: Los demás no entienden, no logran verlo.
– Vemos patrones donde no los hay correlacionando un conjunto de hechos: Nosotros somos más lúcidos que los demás, estamos sintonizados con el cosmos.
– Tendemos a creer que un suceso es más probable cuando lleva tiempo sin haber ocurrido o menos probable porque lleva mucho tiempo ocurriendo: Y apostamos al colorado y al 21 porque nacieron los mellizos de Ofelia.
– Asumimos que hay relación entre dos variables porque suceden una a continuación de la otra y nos inventamos causas que confirmen la ilusión: El canto de los grillos provocará altas temperaturas mañana. Es así, ellos no fallan.
– Tratamos las descripciones vagas y generales como si fueran descripciones específicas y detalladas y de ahí inferimos generalizaciones: ¡Caramba, esto parece dirigido para mí! ¡Es que parece que me hablara a mí!
– Decidimos ilógicamente con el afán de la inmediatez aún sin tener los suficientes datos para emitir un juicio: ¿Argentino y porteño? Es fanfarrón.
– Reconstruimos el pasado con la información y el conocimiento de hoy: El Dr. Ravan no podría haber sido otra cosa que médico.
– Mezclamos recuerdos con imaginación editando los recuerdos cada vez que los relatamos a nosotros mismos o a los demás: Y así aquel lejano viaje me cambió la vida y se convirtió en el origen de mi sabiduría de hoy.
– Seleccionamos datos o información que confirmen las expectativas de aquello en lo que creemos: En lo que creemos no hay incoherencias, no hay espacio para la duda.
– Partimos de un concepto falso sobre una situación, seguimos un comportamiento que se adecue a esa idea y lo convertimos en realidad: Somos profetas.
– Valoramos la opinión de un experto aún cuando no ofrezca argumentos porque apreciamos su autoridad: Y caemos en la tontería calificada.
– Sobrestimamos la veracidad de nuestras creencias cuando obtenemos consenso a nuestro alrededor: Somos pequeños dioses sabelotodo.

– Creemos que todo lo anterior le pasa a los demás pero no a nosotros: Somos geniales.

Sí, sí. Decidimos por motivos emocionales que luego justificamos racionalmente. Cometemos errores monumentales debido a los sesgos cognitivos y eso no nos hace más espirituales ni sutiles. Solo nos demuestra que somos vulnerables, cometemos errores y generalmente tratamos de hacerlo tan bien como podemos. ¡En el fondo somos bienintencionados. solo un poco inconscientes!

Del cuaderno de ideas y los susurros del silencio.

Como comenté en algún otro post llevo un cuaderno de notas con las ideas sueltas que pueden dar origen a un análisis más profundo. Algunas, seguramente se quedarán en el intento. Escribir es para mí un acto espiritual por sí mismo. Al hacerlo cotidianamente se vuelve un proceso de comprensión del que emergen ideas y no una acción tendiente a comunicar conceptos. Es por eso que considero a este blog un pequeño espacio sagrado de mi conciencia que hago disponible para que otros encuentren en él un atajo en su propia búsqueda. No intento exponer la verdad sino desnudar mi vulnerabilidad humana. No pretendo un decir que siente precedente sino dejar al descubierto nuestras semejanzas mientras me aventuro a ser yo misma. La alquimia del silencio es el núcleo de lo que comparto para que cada uno abra su propio laboratorio existencial. Vale la pena enfrentarse al dolor, aceptarlo con una sonrisa benévola y dejar de resistirse.

– Gracias a la práctica de la meditación puedo distinguir el inevitable dolor que siento de las historias que me cuento y las creencias que lo rodean. Sin falsas promesas, la introspección es un recurso valioso para construir un bienestar sostenible en el tiempo. Meditar no es evadirse.

– El respeto es en sí mismo una señal de amor. Al respetar la vida como un misterio la honramos con una actitud genuinamente religiosa. No hay distinción entre lo sagrado y lo mundano cuando habitamos en el asombro de los pequeños milagros cotidianos. De hecho, ¿qué o quién es verdaderamente mi Dios?, ¿ante quién me inclino inconscientemente?, ¿qué ubico en el altar de mi conciencia? Porque quizá, las reverencias existenciales sean las únicas que cuenten.

– Lo que observamos no son los fenómenos, los hechos o su naturaleza en sí mismos sino todos ellos expuestos a la luz de nuestra interpretación. Por momentos es decepcionante nuestra incapacidad para reconocer nuestros límites humanos. Hablamos y hablamos pero casi no entendemos nada.

– El significado de eso que llamamos experiencia es lo que determina su peso relativo en nuestras vidas. Por eso es tan importante relatar la experiencia para poder comprender lo que sentimos y nuestro comportamiento. Sucede que el relato estará impregnado de recuerdos editados por todas las veces que los verbalizamos. Y para no caer en el autoengaño hace falta una buena dosis de honestidad y coraje. Meditar no es evadirse.

– Permite que el tráfico de la mente y sus pensamientos vayan y vengan sin tensión. La claridad llegará para una mente impregnada en la paciencia.

– Nadie desea sufrir y nadie daña desde una virtud. Entender que el derecho del otro a vivir con paz en la mente y amor en el corazón es tan legítimo como el mío me conduce a ser tolerante y paciente, empático y generoso. La verdadera compasión no es una respuesta emocional sino un compromiso fundado en esta firme convicción y en la decisión racional de abandonar la tendencia a autocentrarse en las propias necesidades como únicas importantes. Elegir con atención, de eso se trata ser conscientes.

– Y desde que miro para mis adentros en lugar de distraerme en los demás, logré entender lo crucial de la lucha contra el hábito de hablar más de lo necesario. Porque hablar y hablar puede convertirse en el centro de gravedad del trabajo sobre uno mismo. Un hábito que lo toca todo, penetra en todo, cansa y puede pasar desapercibido o ser confundido con comprensión por el mismo protagonista y por los demás. La atención es una virtud compleja que puede hacer crecer tanto lo bueno como lo malo, no es solo observar con precisión y volverse agudo.

– Uno puede mirar la vida con anteojeras, tratando de evitar el sol directamente, sin rascarse donde no pica y concentrándose en lo inmediato. ¿Para qué lidiar con aspectos de la vida más complicados, difíciles o imposibles de cambiar? ¿Para qué insistir con escuchar ese susuro que se filtra e incomoda tratando de abrirse paso a través de la conciencia? Pero sucede que hay temas que pican y es mejor abordarlos amablemente más temprano que tarde.

– En el centro mismo de ese «pavo real» llamado ego anidan «los pájaros» que revolotean la mente haciéndonos vivir la superficialidad como simplicidad y confundir el pensamiento elemental con inocencia. El ego quiere brillar como sea y generalmente lo logra por exceso o por defecto porque detesta pasar desapercibido. A veces eso que llamamos realidad es una farsa extrema.

– Y es que uno puede descansar satisfecho en sus propias trampas y disfrutar del abrigo de la libertad a la medida de sus creencias e íntimos condicionamientos. Porque cuando el pensamiento va por el camino ilusorio también crea realidades que perpetúan el sutil engaño de saber y las respuestas que encontramos se adaptan con perfección a las ideas preconcebidas que impulsaron la búsqueda.

«Estrellas y árboles frutales en flor. La completa permanencia y la extrema fragilidad

proporcionan por igual el sentimiento de la eternidad.» (Simon Weil)

De las misceláneas, las ideas y la necesidad de atraparlas.

Casi todos los días salgo a caminar por el barrio por una hora aproximadamente. Viviendo en una zona verde y con el Río de la Plata cerca, es un verdadero privilegio que la vida me regala el poder disfrutarlo. Es un tiempo y espacio que gozo plenamente, pensando sobre algún tema específico que demanda atención, dejándome llevar por la brisa aquietando con naturalidad los pensamientos o contemplando como la luz del sol se filtra entre los árboles casi jugando con las sombras. Siempre hay algo para asombrarse, que conmueve o provoca admiración. A veces disfruto de mi propia interioridad con la plenitud y el agradecimiento de contar con la fortuna de poder elegir cómo vivo cada día.

En ese ir y venir, aparecen ideas que trato de evitar que se escapen de la cabeza y me prometo anotar en cuanto regrese a casa en esa libreta que guarda sigilosamente en apretadas síntesis el producto de esas caminatas. No siempre sucede ni cada vez me acuerdo de la idea que parece más genial al olvidarla. Pero aquí comparto algunas de esas notas que desordenadamente esperan ser desarrolladas en un futuro:

– Me gusta, no me gusta. Interpretamos la vida desde la parcialidad de los lentes de nuestras preferencias. En un peregrinaje que enamora y repudia, con la ligereza de la inmadurez inconsciente, nos pasamos el tiempo manipulando cosas y personas para complacernos en un afán insaciable, en una manifestación de lo violentos que podemos ser. Meditar es tirarse de cabeza a esa verdad y asimilarla con humildad. Hay muy poca genialidad en la realidad de nuestro estado cotidiano. Solo podemos captar con plenitud el misterio de la vida cuando también nos aceptamos en nuestras dimensiones oscuras.

– Por distantes que parezcan dos puntos, estos se pueden unir. Lo realmente importante es tener varios de ellos. Cuantos más poseamos, más posibilidades de unión habrá. Cada uno tiene sus puntos. Lo importante es combinar y unirlos en nuestro día a día para tener una vida más rica, mágica y sorprendente.

– Algo muy dentro nuestro pide a gritos intimidad y profundidad. En la era de la aceleración, nada puede ser más estimulante que ir lento. En la era de la distracción, nada es más lujoso que prestar atención. En la era del constante movimiento, nada es tan urgente como quedarse inmóvil. Viajar es bello pero la mejor manera de cultivar una mirada atenta y apreciativa es ir a ninguna parte y simplemente sentarse a contemplar y contemplarse.

– La polarización y las generalizaciones son simples manifestaciones de intolerancia. En el emporio de los buenistas siempre hay un vocero dispuesto a recrear la noción de nosotros y ellos con el disimulado filo del que piensa con criterio cuando no hace más que defender su propia ideología. Aceptar, tolerar y respetar tienen que dejar de ser bonitos conceptos para convertirse en una forma de estar en el mundo.

– Deambulando entre la poética de la presencia y la ética de la ausencia, hastiados del maniqueo pragmatismo, nos refugiamos en la celebración de nuestras propias conjeturas devenidas en convicciones. Sin opinar ni comprometernos, disfrazados de juglares de lo virtuoso, solemos jugar a la aceptación envueltos en el rechazo disimulado.
¿Será que la emoción sentida es producto de una idea o previa a ella? La vida es un fenómeno condicional e implica la aceptación voluntaria de la incertidumbre como su eje constitutivo. Pero es lógico que el pensamiento que se piensa a sí mismo no lo pueda ver. Probablemente, una dosis de humildad y conciencia de nuestra falibilidad den como resultado acciones que reflejen la verdad de nuestras necesidades humanas comunes.

– Hay una luz de conciencia que brilla a través de cada uno de nosotros y nos guía a casa, y nunca estamos separados de esta conciencia luminosa más de lo que las olas se separan del océano. La conciencia amorosa es nuestra más profunda naturaleza. Confiando en esto, el corazón se abre para cualquier cosa y con ello a las bendiciones de la libertad, la vida plena y la respuesta sabia. Cuando confiamos en que somos el océano, no tenemos miedo de las olas. Nuestro verdadero refugio es lo que somos.
Vivir en una forma ética nos puede sintonizar con el dolor y las necesidades de los demás, pero cuando nuestro corazón está abierto y despierto a la vida, cuidamos por instinto. Este amor es incondicional y se expande de adentro hacia afuera donde hay miedo y sufrimiento. Cuando nuestro corazón está disponible para todo, somos tocados por la belleza, la poesía y el misterio que inunda la vida. Como hijos del asombro, agradecidos por caminar esta tierra, de pertenecer unos con otros y con la creación, podemos encontrar nuestro verdadero refugio en cada momento, en cada respiración.

– Hace falta cultivar una mente humilde y despierta al asombro para habitar en el corazón de la paradoja de un mundo cambiante, donde conviven lo bello y lo doloroso. Reconocer y aceptar que no lo sabemos todo ni siquiera de aquello que creemos saber y que probablemente nunca lo sabremos. Más allá de nuestras preferencias solo vemos una pequeña parte de las cosas.

– Cada vez que interpretamos un hecho estamos fertilizando el terreno para que brote una creencia. Nos buscamos una explicación intelectual que la apoye y luego nos aferramos al dogma resultante. No hay correcto o incorrecto, solo hay estados de conciencia diferentes para hacer la interpretación. Todo es cambio en esta vida y cuando el yo se empeña en tener una visión estática se atrapa en su propias etiquetas. No importa en lo que creas. Esa creencia no puede cambiar lo que es.

– Vivir con silencio interno es un acto de entrega a la vida, un ofrecerse sin idealizar a la experiencia de estar vivo con aceptación. En la medida que practicamos la espiritualidad hacia adentro se disfruta del camino del silencio puesto que en el contacto con nuestro centro más profundo sentimos lo simple que nos unifica.
Uno puede verbalizar la experiencia de forma religiosa o espiritual pero el contacto con el centro es el mismo porque está en la naturaleza humana. La vida desde el centro habita en la percepción de lo simple.

Somos una paleta de contradicciones. De tanto en tanto pintamos algunas coherencias que nos conectan con esas verdades que nos igualan. En el mientras tanto hacemos lo que podemos para gestionar nuestras angustias.

Lady Funny, tan cándida como el lunes lo hace posible luego de un fin de semana de amigos a puro sol, se encontró a desayunar con Pedro, el gurú de todas y todos en el gym para retomar su disciplinada rutina de autocuidado:
– Pedro, necesito ayuda, estoy desorientada: ¿es verdad, como dicen las canciones, que el amor todo lo puede?
– Querida Lady Funny, es verdad. Pero harías bien en no creerlo.

Del soñar y del crear.

¿Qué diferencia a una persona exitosa de alguien inteligente?

El lenguaje es una herramienta extraordinaria para poner claridad a la confusión: Una fantasía es aquello que nos evade de la realidad mientras que la imaginación nos ayuda a crear una nueva realidad. Hay un espacio entre donde estamos y donde quisiéramos estar que genera miedo. ¿Qué hacer cuando la vida nos llama a dar un salto?

Vivimos en el paradigma del pensamiento racional como el recurso más confiable, pero entonces, ¿por qué la capacidad intelectual no es sinónimo de éxito en la vida? El intelecto es condición necesaria pero no suficiente.
Se necesita contar con fe (como el sentido de certeza sobre algo a pesar de no tener evidencias) y pasión por el sueño que nos impulsa, lo que es, en suma, creer en nuestras posibilidades.
Para vencer el miedo hace falta la «palanca emocional» que permita desplegar el verdadero talento y potencial y ella está constituida por la fe y la pasión. Cuando estamos entusiasmados (cuyo significado es inmerso en lo divino) sentimos que nada nos puede detener.
La introspección y la reflexión interna, el ir hacia el silencio para hacernos preguntas y pensar sobre ellas en términos amplios es el «cerrar los ojos para ver».

«Ni arriba ni abajo, ni a la derecha ni a la izquierda, ni atrás ni adelante, sino adentro» (Miguel de Unamuno)

Penetrar en el mundo interno para poder ver en el interior de las cosas aquello que los sentidos no pueden captar y sin embargo pertenece a la verdad de la cosa.
Aquel que se lo propone puede ser escultor de su propio cerebro. Hoy se sabe que aumentar la conexión entre las neuronas (neuroplasticidad) es volvernos, literalmente, más inteligentes.

«El ser humano no es un participio, es un gerundio. No estamos hechos del todo sino nos vamos haciendo.» (Ortega y Gasset)

El camino es soñar en grande. Los sueños razonables no inspiran a nadie. Pero hay que acompañarlo con una estrategia, un plan de acción ejecutable para actuar en las pequeñas cosas de cada día orientadas por ese sueño.

Dice el Dr. Mario Alonso Puig, Médico Especialista en Cirugía General y del Aparato Digestivo, Fellow de la Harvard University Medical School y miembro de la New York Academy of Sciences y de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia:

Lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo acaba mostrando

  • La palabra es una forma de energía vital
  • No vemos el mundo que es, vemos el mundo que somos
  • Solemos confundir nuestros puntos de vista con la verdad
  • La mayor parte de los actos de nuestra vida se rigen por el inconsciente
  • El mayor potencial es la conciencia
  • Lo que se resiste persiste
  • La aceptación es el núcleo de la transformación

Reinventing yourself: Mario Alonso Puig at TEDxGranVia Live

 

De la desorientación y los personajes.

Y le dijo Pedro al desorientado hijo adolescente de mi amiga Lucrecia mientras acomodaban las pesas:
«NO te adaptes a la sociedad.Nunca te dejes manipular. Vive como un derecho tu legítima rareza. No te engañes pensando que elegir es hacerlo con el tipo de salsa que te van a cocinar. El mundo no se mueve por azar, no aceptes visiones reduccionistas, no dejes que el miedo te arrincone, no creas que la mentira es el método. Toma la iniciativa en todo lo que hagas, imagina y crea. Interésate por los demás con amor, tienen tus mismas angustias básicas. No es lo mismo una poesía que una publicidad aunque ambos escritos tengan letras. No hagas lo que te dicen disciplinadamente sin pensar porque te transformarás sin darte cuenta en un esclavo de otros que sí piensan.»

Y dijo El Tábano Alberto, en un alarde de precisión: «No es lo mismo la unidad social que nos hace sentir parte y crea pertenencia que la uniformidad de pensamiento para que nadie piense por sí mismo. No es lo mismo el rito como cuidado y respeto por los detalles que la rutina de las formas. A todo el mundo le gusta la sinceridad hasta que conocen a alguien que la practica.»

De influir, manipular y falsear.

Podemos compartir lo que sabemos con los demás e invitarlos a pensar pero no deberíamos obligar a nadie a que piense en un sentido u otro. Inclusive, la acción misma de reflexionar, muchas veces se torna innecesaria para quien elige depender de otros para decidir como un estilo de vida. Debemos aceptar que todos somos diferentes y forzar no es tener poder espiritual sino una acción no pacífica.

Influir o forzar sutilmente al otro para que haga conforme a mis deseos es una forma de violencia y en algunos casos de crueldad. Algunas personas prefieren mantenerse en la comodidad y la pereza de lo cotidiano, que otros les digan qué hacer y cuál es el camino que hay que tomar para no enfrentarse a la necesidad de cambiar y hacerse cargo de sí mismos. Y esa es su elección. Una elección que se efectúa de acuerdo a los recursos con los que se cuenta y el grado de lucidez que el estado en que se encuentra la conciencia lo admite.

Suele creerse que el único problema de la memoria es el olvido. Pero estamos pasando por alto la enorme capacidad de la mente para cambiar los recuerdos e incluso inventárselos. La falsa memoria se vive como un recuerdo real alterando a veces completamente los hechos. Las creencias influyen en la creación de inferencias y así es fácil caer preso de la autosugestión porque en el mismo proceso se confunden sucesos mentales con sucesos reales. Hay un punto en que ya no se distingue entre la memoria real y la irreal. La repetición del relato refuerza lo engañoso de la información y el criterio en que se apoya el recuerdo al tiempo que no somos conscientes de estar haciéndolo.

Hay situaciones en las que el sistema directamente promueve y estimula la creación de falsos recuerdos como forma de control al condicionar el pensamiento correcto o lo que se espera que debemos pensar. No es una cuestión meramente anecdótica cuando somos testigos de cómo lo más íntimo de un ser humano es violentado. Porque, ¿es humanamente compasivo mirar para otro lado y guardar silencio frente a aquel que se aprovecha conscientemente de las debilidades de los demás para satisfacer sus deseos personales y mantener su propio estado de cosas?

Del egoísmo, el altruismo y lo genuino.

En estos tiempos de culto al egoísmo, donde lo auténtico y lo ilusorio cobran formas distorsionadas que confunden y hasta tienen sus militantes, aspirar a un mundo donde la conducta altruista sea la expresión genuina del afán de dar que tiene el alma puede ser considerado como síntoma de alguna patología. Pero el altruismo verdadero, sin motivaciones egoicas fundadas en la necesidad de representar el papel de bueno,  de supuesto ángel o de santo existe en el espíritu humano sin estar vinculado a dogma alguno que intente validarlo.

En el ser humano existe un potencial para el bien que siempre está ahí. Porque el oro es oro aún cuando se ensucie en el fango.  Se trata de ir más profundo para comprender cómo funciona la conciencia. Hay ahí disponible un aspecto luminoso que no casualmente es así llamado en distintas tradiciones espirituales como lo original e imperecedero: Es como una antorcha que no se modifica ni cambia de acuerdo a lo que ilumina. La naturaleza básica de la conciencia admite diversos contenidos, conceptos como el amor, el odio, los celos o la envidia. Pero la naturaleza esencial del pensamiento no está determinado, tiene el potencial de ir en cualquier dirección y es entonces el despliegue de la conciencia espiritual lo que marca hacia dónde irán los pensamientos y emociones que surjan en la mente. Somos conscientes y eso nos permite transformar la forma en que pensamos.

La manera en que interpretamos lo que nos sucede determina nuestro estado mental y con ello lo que sentimos internamente. Pensamos que las emociones y pensamientos nos son propios pero cada imagen es un estado mental, no son nuestra naturaleza intrínseca sino que son una proyección de la mente.  Cuando meditamos podemos enfocar la atención en lo que hay detrás de los pensamientos, la conciencia pura donde reside la capacidad de estar lúcido y comprender. Ahí las emociones y pensamientos no nos arrasan y podemos modificar la forma de percibir el mundo.

Necesitamos una mente calmada, con más estabilidad para desarrollar atención. Para eso sirve la práctica de concentrarse en la respiración e ir al silencio, porque la mente deambula y los pensamientos se asocian y saltan de tema en tema todo el tiempo. Es la naturaleza de la mente hacerlo. Focalizarse en la respiración permite percibir solo la sensación de respirar, el aire que entra y sale. Y eso calma, brinda sosiego a la mente. Hay que entrenarla para que no se distraiga y así lograr flexibilizarla.

Siento que hay que liberarse de la mente a través del altruismo y la compasión. La consideración por los demás, sin codicia. El altruismo es el camino, hay que desarrollar cualidades humanas además de contenidos académicos en el sistema educativo. No alcanza con las herramientas sino que necesitamos intenciones y valores que le den sentido a su uso. La compasión nos hace más humanos suavizando la individualidad con el dolor de los demás. La naturaleza del ser humano es compasiva y hay que fomentarla para que se vuelva protagonista.

No somos ni especiales ni distintos a ningún ser sintiente, por lo que, respeto completo es la aceptación incondicional de quién soy, quiénes son los demás y cómo son las cosas.

 

«La compasión debería ser la conciencia de la ciencia que vele por todas sus aplicaciones.» (Matthieu Ricard)

 

Del silencio, el olvido y la espiritualidad profunda.

¿Cómo se podría emerger el amor espiritual sin transitar la clase de silencio donde se hace evidente? 

Escuchamos hablar del silencio pero conocemos a pocos que lo transitan como un estilo de vida. En occidente nos hemos vuelto expertos en relatar los beneficios de estar atentos al momento presente y de la meditación como medio para crear bienestar banalizando la riqueza y abundancia que habita en el silencio. Los juglares del silencio nos hablan y explican la importancia de concentrarnos y recordar pero nada dicen de la mística que encierra el olvido y la humildad de no saber para abrirse al encuentro de la dimensión divina de la existencia.

Los caminos religiosos suelen hablar del recuerdo de Dios y consideran a lo inconmensurable como alguien con quien es posible hablar y acercarse a través del conocimiento objetivo brindando una doctrina plagada de conceptos que todo lo explican.

Creo en un Dios que no habla con palabras, que se expresa a través de lo manifestado y viene a mi encuentro en el silencio profundo cuando logro situarme en la humildad del no saber y abrirme a la contemplación. Cuando contemplo el océano de lo inexplicable con una actitud abierta y olvido inclusive los pensamientos que me llevaron a sentarme en contemplación, logro disfrutar de lo eterno y del amor que todo lo contiene.

Es el proceso de olvidar todo pensamiento condicionante que abre a la experiencia divina, el vaciamiento progresivo que nos deja desnudos y desprovistos, a la intemperie del cambio permanente de la vida sin pequeñeces ni remilgos. Desapegarse hasta del último pensamiento de dolor y alegría, de creer que sabemos algo para abrirse al espacio de abundancia del silencio. Es en la sabiduría de la aceptación sin resistencias que Dios puede sutilmente hablarle al alma usando el lenguaje de las no palabras y conectar con la maravilla de lo que es y su devenir. Es el silencio que permite, que apaga la radio de las conversaciones imaginarias y da aire y perspectiva a la vida. El silencio como un santuario y no como un foro, un templo que abraza con amor sin discriminar. El silencio envuelve y cobija con paz y confianza al alma paciente que se ofrece al instante que es.

La sabiduría del silencio se manifiesta en el estado de conciencia, en el equilibrio y la mesura para abordar lo cotidiano, en el comportamiento virtuoso y compasivo que no se impone sino que no encuentra resistencia. Porque la manifestación del amor encuentra siempre espacio para fluir y hacer confluir a las almas pacíficas que se abren a la vida.

 

«Pero si yo quiero ser acogedor respecto al Espíritu, en primer lugar es preciso que me ponga a la escucha de todos los que me rodean, ser realmente acogedor en la vida concreta: con aquel que viene a hablarme de sus historias, con aquel que me juega una mala pasada sin darse cuenta, con el que me cansa, con el que me molesta. E incluso con aquel al que espontáneamente amo mucho debo ser acogedor, es decir, no debo ser posesivo y devorarlo; al contrario, debo acogerlo tal como es, de manera que, después de haber sido acogido por mí, él sea aún más él mismo, que yo le haya ayudado a recibirte a ti, Jesús. Si quiero ser realmente ser acogedor de todo lo que viene del Padre, tengo que acoger a todos los hombres que tú me envías y, además, acoger todo lo que me das en la realidad que me rodea: las cosas bonitas y las menos bonitas, todo lo que afecta a mis sentidos […] Porque eres tú el principio y la raíz de todos estos seres, yo tengo que ser con ellos infinitamente acogedor. Finalmente es necesario que yo me acoja a mí mismo. Este ser, cuerpo y espíritu, que soy yo, no me pertenece o, mejor dicho, si me pertenece es porque el Padre me lo ha dado.» (escrito por un monje cartujo en Burgos, Monte Carmelo, 2009)

Lecturas recomendadas: Las puertas del silencio y La nube del no saber (ambas son obras de monjes cartujos)

 

De la información y la sabiduría

Uno puede ser un gran erudito pero la información no transforma y es por eso que la filosofía puede atormentarnos con elucubraciones. Una cosa es conocimiento y otra es sabiduría. La información es como una moneda prestada que no aumenta tu patrimonio pero te hace sentir más pudiente puesto que no cambia la mente ni hace que nuestra esencia se disocie de lo material para comprender la realidad. Las herramientas son orientadoras, son pautas para despertar la sabiduría interior.

La sabiduría es intransferible, un espacio de conciencia libre de ataduras, de máscaras mentales y emocionales que nos impiden conectar con nuestro yo más honesto.

«Ven y mira lo que es desde la pureza de la conciencia», dijo Buda. La mente debe liberarse de la atadura del autoengaño para volverse más lúcida, penetrante, ver las cosas tal como son y observar la verdad de los hechos.

Hay que despejar los densos nubarrones que pueblan el pensamiento. Tenemos la tendencia a explorar lo que está lejos, a externalizar pero eso nos aliena y perdemos de vista al que mira, al pensador y su universo más cercano, su interior. La insatisfacción es el impulso básico para encontrar respuestas que orienten. Ir más allá de las apariencias no tiene un único camino posible. Se trata de desarmar los mecanismos de protección en los que nos hemos escudado para auto-observarnos tal como somos. 

El camino del recto entendimiento, tal como sostenía Buda, solo es posible si «enciendes tu propia lámpara»

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De lo sabio y la capacidad de discernir

No hay un solo talle posible para todos los tamaños y situaciones. Las distintas filosofías, caminos y doctrinas son como herramientas en una caja. Está la adecuada para cada caso dependiendo de la necesidad que hay que atender.

La enseñanza espiritual más profunda es una frase adecuada en el momento justo. No hay jerarquías en la sabiduría sino lo apropiado para cada situación. Discernir es la discriminación inteligente, la capacidad que precisa con precisión lo que es adecuado. Esto se vuelve intuitivo a través de la experiencia de haber cometido errores y haber acertado en el tiempo. Pero no es casualidad como podría creerse al ser testigo de respuestas casi espontáneas. Casi siempre es el resultado de cultivar durante años el esfuerzo espiritual por comprender con humildad a través del silencio.

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