Todo pasa

Escuchó tantísimas veces que la edad está en el espíritu, casi tantas como lo repitió, pero eso sonaba bien antes, cuando aún no era un viejo. Ahora, cuando escucha frases hechas de ese estilo, se muerde los labios. Ahora, todas esas cosas que hizo toda la vida, sucedieron hace más de veinte años. No solo está viejo, se siente viejo. Le cuesta verse por fuera y contemplar en qué se convirtió, no se reconoce. A veces desearía haber perdido la cabeza. Por dentro está lleno de recuerdos e historias que no le interesan a nadie. A veces, cuando no se puede mover sin ayuda, pasa revista mentalmente a todos los errores que cometió. Otras, cuando se le da por compararse con su versión del pasado, piensa en que nadie le enseñó a dejar de caminar y a volver a usar pañales. Entonces se dio cuenta que se preparó para muchas cosas pero no para hacerse viejo.

Intemperie

Aún cuando huyamos saltando de una fantasía a otra o nos refugiemos en esos lugares en que nadie nos cuestiona. Aún cuando nos perdamos en esos caminos que creemos seguros pero conducen a ninguna parte. Aún poniéndole nombre a las certezas y viviendo como un logro ver el revés al derecho, en algún momento enfrentamos la decepción de esa ficción. Porque nos creemos a salvo mientras hacemos nuestras opciones, pero inexorablemente llega el día en que todo el orden se derrumba y nos sentamos a revisar las fotos viejas de nuestra vida.

Es que a veces la vida se vuelve una habitación sin ventanas, una penumbra donde falta el aire, como si el sol se hubiera apagado. La mirada se siente vacía, no encuentra referencias y las palabras parecen incapaces de pronunciar algunos nombres, como si hubieran caído en un olvido imprescindible. Acudir a la naturaleza siempre ayuda a recuperarse. Fijar la mirada en la superficie del río ejerce un poder hipnótico que desdibuja los límites, induce a afinar y confiar en los sentidos, escuchar el rumor y avanzar a tientas. Cierta dosis de coraje brota de ese entorno ajeno a los sinsabores humanos que se mueve en la dimensión del silencio, sin opiniones guardadas ni puntos de vista defendidos. Y luego de un rato, con algo de viento a favor, es posible que las cosas recobren su nombre.

Vacíos

Las reuniones sociales la desesperaban, bebía en el afán de hacer interesantes a los demás y no distinguir demasiado cuál era el hilo de la conversación. Miraba el entorno con resignación, se sentía en una trampa de la que no podía escapar. Eran encuentros totalmente vacíos, una puesta en escena, un simulacro hueco sin algo que valiera la pena rescatar. Pero ese día fue diferente, ella supo que lo peor de vivir atrapada en convencionalismos no era darse cuenta sino la vocación de hacer de esa jaula un hogar. Ese día comprendió que masticar indecisiones no la iba a sacar de la mitad del camino entre la sensibilidad y el cinismo. Y que el vacío no necesita relleno. Desde entonces huyó de lo políticamente correcto y disfrutó de su mundo como una rara sin culpa.

De la verdad las cosas y sus vías de acceso.

Si la verdad no es la experiencia directa de uno, entonces la vida misma, tarde o temprano, expondrá cualquier hipocresía. No hay método, categorización ni cronología posible a la hora de encontrarse con la verdad. Para aquel que sabe, nada ocurre. En el espejo de la indagación no hay contradicción ni conflicto entre el camino del amor y el camino de la sabiduría. La mente despierta respeta toda las formas de ser, todas las formas de devoción, todas las religiones, sin juicio ni rechazo, sabiendo que todas emanan como expresiones del origen único.

En India existe el dicho: “Si te entra una espina en el pie, puedes usar una segunda espina para sacar la primera. A continuación, deshazte de ambas”.

LA PEQUEÑA OLA PERDIDA

Érase una vez una pequeña ola que se sentía cansada e inquieta, desgastada por el ir y venir entre el horizonte y la costa. Un día oyó hablar de un Gran Océano, donde no había que deambular inquieta a merced de las mareas, donde todo estaba tranquilo y lleno de amor. En ella surgió un gran deseo de encontrar ese lugar pacífico, pero no sabía por dónde empezar.

-¿Sabes el camino hacia el Gran Océano? –preguntó a las otras olas que pasaban.
Otra ola, una Anciana muy cargada de algas, le dijo:
-He oído hablar de ese Océano, pero está muy lejos, y harán falta muchas vidas para llegar a él.
Otra ola comentó:
-He oído que si somos olas muy bondadosas y amables, y si vivimos vidas muy, muy buenas, entonces, cuando morimos, nos encontraremos en el Gran Océano.
-Todas estáis erradas, ese Océano no existe –añadió cínicamente una ola ondulante.
-¡Oye! ¡Ven conmigo! –le llamó una ola fresca con voz amistosa-. Conozco a una ola sabia que ha estado en el Gran Océano y lo conoce bien. ¡Te la presentaré!
Y salieron para allá.

Al irse, otra ola refunfuñó:
-¡Niños locos! ¿Por qué desperdiciar tanta energía buscando lugares míticos? ¿Por qué no contentarse con lo que tienes?
Pronto llegaron a la morada de la ola sabia.
-Por favor, ola sabia, ¿puedes mostrarme el Gran Océano? –imploró la pequeña ola.
La ola sabia se echó a reír en profundas y cálidas ráfagas que salpicaban la superficie del agua.
-¿Qué imaginas que es el Gran Océano, hija mía?
-He oído que es un lugar maravilloso, lleno de belleza y alegría, que allí hay amor y paz duradera –tembló la pequeña ola.
La ola sabia siguió riéndose.
-Tú estás buscando el Gran Océano, amiguita, pero ¡tú eres el Océano mismo! ¡Qué divertido que no seas consciente de ello!
Esto confundió todavía más a la pequeña ola y la enfadó un poco.
-¿Cómo es posible? No veo ningún océano. Lo único que veo son olas, olas y más olas.
-Eso es porque tú crees que eres una ola –sonrió la ola sabia.
Al oír esto, la pequeña ola chocó con frustración contra una roca cercana.
-¡No entiendo nada de lo que dices! ¿Puedes enseñarme el Gran Océano, sí o no? –presionó impaciente.
-De acuerdo, de acuerdo, amiguita determinada –dijo la ola sabia- pero, antes de eso, ¿te importaría sumergirte y masajearme mis pies doloridos?
La pequeña ola se sumergió… y desapareció como ola.
En ese momento, descubrió que el Gran Océano no era diferente de ella misma –que, de hecho, ella misma era el Gran Océano mismo-, ¡simplemente había estado soñando que era una ola suelta!
Sabiendo esto, disfrutó del juego de bailar como todas y cada una de las olas, con una alegría inmensa e interminable.
(Mooji)

Del amor y el aprecio espiritual.

Equivocarnos es inevitable. Somos falibles y los errores están siempre ahí, a la vuelta de la esquina, a la espera de recordarnos que no somos perfectos. Los acontecimientos nos dominan cuando la relación con nosotros mismos se basa en la desmedida autoexigencia sin espacio para el autocuidado que estima y aprecia a ese ser vulnerable que somos. Al volvernos resultadistas y buscar la apreciación y la estima en el afuera es fácil frustrarse y entregarse a la pereza del no puedo, no es para mí.

Cuando nos reconocemos como seres espirituales rápidamente hablamos del ego como un enemigo a vencer, en muchos casos, sin conocerlo lo suficiente. El alma nos conecta con lo eterno y provee una sensación de sentido y valor a nuestras vidas. Pero desplegar lo espiritual de nuestra existencia implica considerar que somos un complejo sistema: Mente, cuerpo y espíritu funcionando como un todo interrelacionado. El respeto y la apreciación debe comenzar en uno mismo a partir de comprender a esa personalidad que construimos a lo largo de la vida. No es cuestión de desprenderse de esa identidad rápidamente considerada falsa para ser reemplazada por otra con el título de verdadera. Porque la frustración seguirá siendo un invitado indeseable a nuestras vidas mientras no internalicemos el sentido profundo de no resistir y aceptar los hechos con una mirada compasiva hacia ese que somos. La voluntad de cambio emerge sin violencia como un anhelo profundo al reconocer nuestras debilidades  y explorarlas con amabilidad y compasión.

Maitri es una palabra en sánscrito (esa preciosa lengua litúrgica usada en el hinduismo y el budismo) que significa amor bondadoso hacia uno mismo, amistad incondicional con ese que somos. Es el autoafecto que posibilita reconocer nuestras debilidades y trascenderlas desde el anhelo de cambiar y conquistar la voluntad de hacerlo sin violencia.  Amor es una palabra bella, debemos restaurar su significado. La palabra maitri tiene sus raíces en la palabra mitra, que significa amigo. En las tradiciones orientales el significado principal de la palabra amor es amistad; sin condiciones, el darse recobra su sentido verdadero cuando el yo chiquito no es el protagonista.

El amor compasivo que brota de nuestro ser esencial no discrimina entre nosotros y los demás. Es la sabiduría de la igualdad que nos hace soltar los prejuicios y eliminar los límites en busca del encuentro que integra de adentro hacia afuera. La armonía en la conciencia será el resultado natural que se verá reflejado en el vínculo con ese otro que nos espera en el tú para recordarnos nuestra humanidad compartida.

El sí mismo es nuestra expresión de integridad en y con el mundo, paradojalmente nos convierte en individuos completos. Como dice tan poéticamente la investigadora jungiana Pearson S. Carol:  «La esencia del Self o Sí Mismo es la paradoja pues es a la vez lo más singular y único de nosotros mismos y aquello que conecta a nuestro Ego con lo transpersonal. El Self o Sí Mismo también es el punto de entrada a una forma de vivir completamente nueva, desplazándonos desde la percep­ción de «la vida como lucha» a la abundancia. Así, la imagen de abolengo, de realeza es apropiada para el logro de esta etapa. Nos convertimos en Reyes y Reinas de nuestros dominios, y en la medida en que somos fieles a nuestro verdadero Self o Sí Mismo interior, las áreas yermas de nuestra vida comienzan a florecer. Los Gobernantes con frecuencia se aferran a sus ideas sobre cómo deben ser las cosas, o incluso a nociones anticuadas de quiénes son. Pero la travesía del héroe es en espiral, no lineal. Debemos seguir andando para renovarnos y renovar nuestros reinos. El Gobernante que se aferra a viejas ideas o a la vieja identidad por demasiado tiempo se transforma en tirano, sofocando la vitalidad del reino o de la psiquis individual. Para evitar que esto suceda, debemos sacrificar una vez más al viejo Gobernante y permitir que el nuevo héroe -que acaba de regresar de su travesía- tome el poder para que nuestros reinos vuelvan a ser abundantes y prósperos».

«Si no nos arriesgamos, si actuamos roles socialmente prescriptos en lugar de emprender nuestros viajes, experimentamos un vaciamiento interior. Cuando las personas son desalentadas a atacar dragones, internalizan la necesidad y se atacan a sí mismas, declarando la guerra a cualquier atributo  de sí mismos que consideren desagradable. O se enferman y tienen que luchar para reponerse. Uno de los temas primarios de la literatura en la actualidad es esa experiencia de alienación y desolación. Por eso el antihéroe reemplaza al héroe…” (Carol Pearson, El Viaje del Héroe)

 

 

Del engaño y la autoindagación

Todos y cada uno de los engaños de este mundo no son nada comparados con los que cometemos con nosotros mismos. Ser honesto con uno mismo es uno de los más duros desafíos de la vida e infinitamente más difícil que culpar y condenar a otros o al entorno. Lo más sencillo es reprimir, disimular y ocultar a través de máscaras constituidas por todas esas cualidades maravillosas y nobles virtudes que creemos tener.
Rechazamos mirar y afrontar el dolor a causa del miedo pero al hacerlo nos causamos una clase de sufrimiento que se vuelve inexplicable para una mente acostumbrada a negar lo que siente y a no aceptar la realidad tal como es. La madre de todas las batallas se libra dentro de uno mismo con coraje para autoindagarnos, humildad para aceptar nuestra vulnerabilidad y compasión hacia nuestra condición de seres humanos.

Transformarse, crecer y madurar como seres humanos implica transitar por cada rincón de nuestras actitudes y rasgos inconscientes.

“No es mirando a la luz como se vuelve uno luminoso, sino hundiéndose en su propia oscuridad” Carl G. Jung

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De la atención y la concentración

Si tan solo pudiéramos suspender el juicio y entregar una atención imparcial a lo que podemos observar, la percepción cambiaría radicalmente. En mi experiencia personal, la práctica del silencio cotidiano, la meditación en la acción y la introspección que indaga la profundidad de eso que somos a través de la mente que observa la mente y las emociones que expresa el cuerpo, me ha permitido desarrollar una práctica de utilidad que es la atención flotante (una expresión que conocí a través de Mark Epstein de la experiencia que identifiqué como tal).

Las tradiciones espirituales brindan recursos para la autorreflexión y así entender la posibilidad de transformar el sufrimiento en desdicha común dentro del proceso de observar lo que sentimos sin identificarnos con ello. La mente que se piensa a sí misma es un universo que requiere desapegarse de las ideas y concentrarse con una intención imparcial en la atención que descubre.

Lo auténtico del alma se expresa y crea en toda su amplitud solo en un espacio de confianza y surge desde extraños lugares del sí mismo que inclusive pueden ser desconocidos para el pensador. Porque no nos resulta sencillo expresarnos con autenticidad si vamos a ser juzgados. Fluir requiere encontrar nuestro propio cauce y no dejarse llevar porque sí. Preservarnos parecía ser una condición de alguna manera natural como seres humanos.Y hay un desafío a nuestra condición humana en la necesidad de mantenernos presentes a la experiencia a través de la capacidad de concentrarnos de manera autorreflexiva y no perdernos en nuestros pensamientos, sentimientos o planes.

La mente calmada es el entorno silencioso, ese estado de atención suspendido en el ahora que sirve de trampolín para la experiencia meditativa profunda. A medida que pasa el tiempo y avanzamos en esa exploración, las capas de la conciencia van dejando ver tesoros desconocidos que siempre estuvieron ahí y podemos conectar, mediante una mirada compasiva, con el auténtico yo transformándonos en cuidadores de nosotros mismos. Así es como el meditador experimentado deja de buscar en la ilusión del afuera lo que encuentra en la verdad del adentro y acepta la vida tal como es.