Chispas de contemplación: Revalorizando lo efímero con claridad.

Que actualmente la palabra escrita no pasa por su mejor momento no es novedad. Se lee poco, la paciencia no abunda y hay escasa posibilidad que la atención se concentre en decodificar un párrafo sin saltearse palabras y una alta probabilidad que la mirada vaya rápidamente al final de la hoja para captar alguna conclusión cuando apenas se llegó al final de la primera oración.

No me lamento, es simplemente que esta clase de dinámica puede ser poco estimulante para la reflexión serena, elaborada, asimilada. En este contexto me parece especialmente útil que quienes sienten afinidad por ir a fondo en la observación de la realidad y aportar opinión argumentada lo hagan considerando el valor de lo breve. Existen distintas formas de ofrecer una idea que invite a la propia reflexión y me gusta el desafío de tener que adaptarme a los formatos nuevos adoptando un lenguaje claro sin demasiados artificios literarios. El estímulo no es sólo intelectual sino que exige una adaptación emocional que a veces representa el real esfuerzo.

Van aquí algunas reflexiones cortas nacidas en este ecosistema de lo efímero del que somos parte aún cuando reneguemos de él. Se pueden leer de forma independiente. Y si decides ir directo a la última, no pasa nada. Las anteriores seguirán en el mismo lugar esperando que vuelvas a ellas.

– Cada uno desempeña una función y diferentes límites en este mundo. Pero la función y el papel de cada uno cambian y evolucionan a lo largo de la vida. La tarea es ampliar los límites de nuestro comportamiento. Una forma práctica de hacerlo es observar el mundo a través de los ojos de otra persona puesto que a menudo nos centramos en nosotros mismos sin tomar en cuenta otras perspectivas y en particular durante una crisis.

– Cuando alguien llega con una verdad de esas que no se discuten resulta útil preguntarle cómo lo sabe. Porque siempre hay que distinguir si lo que dice proviene de lo que sabe, de lo que cree o de lo que desea. Esto es válido en todos los ámbitos pero es particularmente significativo cuando viene asociado a un pronóstico. Y si el pronóstico es económico, ni te cuento… porque la economía disociada de la política es pura teoría. La vocación por inventar certezas a veces parece ilimitada.

Más de una vez pensamos que lo que no sabemos nos hace cometer errores. Pero lo que realmente nos mete en problemas es lo que estamos seguros que sabemos y simplemente no es así.

– El techo ecológico a una mayor producción como constante de progreso es una realidad. Aquello que es necesario para sostener la vida, común a todos y evidentemente limitado, no puede tener un uso irrestricto. La propiedad, los derechos y la libertad constituyen una realidad relacional y no individual: Cuando algo es finito, lo que unos tienen demás, otros lo tienen de menos. Y en esto no hay de por medio ningún fundamentalismo ideológico. La ética de lo común no puede ser reducida a un debate ideológico porque nos involucra en nuestras necesidades más íntimas. Hay que buscar la construcción de un bienestar viable que contemple las necesidades a satisfacer respetando el límite de lo natural. De otra forma, el sistema sólo encontrará su equilibrio con exclusión. ¿De qué clase de humanidad estamos dispuestos a ser parte? ¿A qué estamos contribuyendo cuando consumimos lo que no necesitamos?

– Hay un tiempo para cada cosa: Un tiempo para crear y hacer, un tiempo para divertirse y distraerse, un tiempo para serenarse y apreciar. No son necesariamente secuenciales, a veces están vinculados al modo en que percibimos la experiencia. Quizá el máximo desafío está representado por los diversos aspectos en que la impermanencia está presente. Lidiar con el cambio exige flexibilidad y adaptación en forma constante. Pero se hace más evidente cuando tomamos conciencia que el ecuador de nuestra vida quedó atrás. Me encanta la sabiduría de la madurez, es un tiempo dulce. Un tiempo significativo, genuino y lleno de reconocimiento cuando logramos que el peso de las pérdidas y los deseos insatisfechos no nos aplasten. Es bueno envejecer con gracia y no como un problema a resolver. La impermanencia se vuelve cálida cuando despejamos el horizonte y nos abrimos camino como un compromiso con la vida que nos fue dada, valorando el mundo tal como es.

– Detenerse, mirar, hacerse preguntas, habitar en ellas… es cuestión de actitud. Todo se mueve. El ritmo de lo natural es un gran maestro. Así es como el límite de nuestra comprensión no silencia la curiosidad frente al misterio, aún cuando nos quedemos sin respuestas.

– Desde la cumbre del olvido de sí, es más fácil abrir los ojos y ver que la vida proporciona todo lo necesario para estar en paz. No sé si dejamos de verlo porque las posesiones nos cegaron o porque nos dejamos domesticar para dejar de mirar. La naturaleza es un poema perenne que endulza la amargura del sinsentido en que podemos llegar a convertir nuestras vidas. A veces casi antes del amanecer escucho cantar al búho que vive en la palmera de enfrente y creo que sólo por escucharlo ya vale la pena haber nacido. A veces me basta con la sorpresa, y cuánto me alegra que así sea.

– Se puede tratar de ir en busca de las causas originarias de un evento, pero conviene no perder de vista que siempre hay una causa de la causa interrelacionada con otra causa. A veces en el entusiasmo desmedido por encontrar explicaciones (en los casos más nobles y bienintencionados) no aceptamos las limitaciones de nuestra cognición. No es grave en sí mismo, de hecho es bastante humano y ponderable el entusiasmo. Lo grave es cuando ensayamos teorías que lo explican todo (cuál científicos amateurs ornamentados con una dosis de misticismo personal) y las afirmamos como verdades incontrastables.

– La ciencia y la espiritualidad van de la mano naturalmente frente a la asombrosa realidad de la que somos parte. Pensarlos como opuestos es no haberse detenido a observar de dónde surgimos y observarse desde fuera de las propias ideas. Los obstáculos son la deshumanización y el reduccionismo junto con la superstición y el fanatismo. No son las profesiones como medio de vida ni las poses estéticas frente a los eventos las que modificarán lo esencialmente insensato, inapropiado, injusto e inequitativo. Escaparse hacia la racionalidad materialista o huir hacia el útero materno no son vías lúcidas que resuelvan. Hasta que la conciencia humana no distinga la inutilidad y el daño que causan la avidez del deseo de poseer y controlar, los cambios sólo serán cosméticos. La armonía fundada en el amor y el respeto involucra ver la unidad que se expresa en la diferencia.

La verdad es como la poesía. Mucha gente dice apreciarla y habla sobre ella pero para poca forma parte de su vida.

– Es un gran desafío que lo que creemos saber no sea el límite de lo que vemos. ¡Tantas veces lo simbólico se mezcla con lo real y vemos lo que queremos ver e interpretamos lo que nuestro mundo interno reclama! Hay una necesidad práctica en buscar más allá de lo aparente y observar con cierto escepticismo, una urgencia vital mucho más que una cuestión filosófica. Conviene no perder de vista que demasiadas veces, la realidad tiene sus propios auspiciantes para que naturalicemos «ciertas realidades» que la conciencia despierta nunca permitiría.

Del no saber y su sabiduría

Los años jóvenes saben de productividad, nos enseñan de la eficiencia, de la importancia de dividir lo grande en pequeño. La adultez nos encuentra analíticos y con la satisfacción de tomar buenas decisiones posicionados en la fragmentación. Pero es el pensamiento abstracto el que despierta la pasión que proviene del todo y no de sus partes. En ello, la poesía y la matemática son muy parecidas, ambas conectan con lo esencial y necesitan del silencio para brotar. El sentir y el razonar no son opuestos sino complementarios.
Cuando uno se sienta y se siente las partes dejan de tener existencia, la intimidad con la vida que provoca la quietud quizá sea el método por excelencia para conectarnos con la totalidad que todo lo contiene. La atención despojada de finalidad, paradójicamente, se abre a la medida sin medida, al latido de lo contemplado.
La naturaleza del hombre da un “salto de alegría” cuando se supera la ilusión de la finalidad y se percata de que él mismo es el fin y el tiempo del instante, que toda meta es un después y el después una mera cuenta. (Nietzsche)
Probablemente, el síntoma inequívoco de la madurez, sea el recobrar la conexión con la totalidad en su presencia más simple, la conciencia de la intemporalidad del momento. 
Porque lo simple aloja la esencialidad que incluye lo complejo. No le falta nada, se libera de las redes de la razón para explicar lo complejo aunque sin oponerse a ella. La vida parece abrirse a la mirada que no desea ni trata de apropiarse de nada sino que se ofrece en su desnudez.
Disfruto del decir poético porque es flexible, sugiere, señala un sentido siempre abierto sin tratar de definir ni acotar.
En la difusa frontera del día y la noche mora la nostalgia de la duda, la sombra de lo incierto que es umbral a lo desconocido. Las palabras, arquitectas de la trama que incesantemente tejemos, buscan sosiego en el silencio, allí en el olvido donde sólo quedan sus huellas. También necesitan dejarse ir para no perderse. (Alice White)

De la filosofía del saber, la perspectiva y el silencio.

Hay ocasiones en que cuando tomo contacto con afirmaciones que son presentadas como verdad siento una profunda incomodidad que suele manifestarse acompañada de desconfianza. Esta sensación siempre me remite a tratar de explicarme qué es lo que activa ese freno a partir del cual pierdo empatía con el emisor del mensaje. Si hay algo que el silencio trae a la conciencia es que «la verdad» no es un objeto a poseer sino una sensación por la que hay que dejarse acariciar. Porque no es cuestión de encontrar la verdad sino enamorarse de ella, no es cuestión de poseerla sino de amar lo que se va comprendiendo y seguir descubriendo lo que la realidad tiene para revelarnos.

Hay cierta clase de conocimiento que sacia la sed profunda, el ansia de saber que no se vale de acrobacias mentales para explicar la realidad. También hay otros conocimientos, amantes de la especulación que solo logran satisfacer la curiosidad circunstancial. Pero definitivamente, el verdadero conocer es contextual. La verdad se protege a sí misma con su propio horizonte. Sacar conclusiones radicales con fuerza de ley frente a la observación de un hecho sin considerar el contexto, no es más que una forma de ignorancia impulsada por la arrogancia. Cuando el verdadero conocer se internaliza es fuente de inspiración para pensar por cuenta propia en lugar de ser un límite a la propia apertura mental.

   «La verdad  ilumina sugiriendo  respuestas  y  transforma  nuestra  visión  de  la  realidad.» (Alice White)

Pero no me parece que el camino sea la queja por lo que hacen otros sino emprender acciones para sostener y defender la capacidad de irradiación social de las ideas. El estímulo filosófico es indudable en este aspecto, si se deja de lado el uso del lenguaje hermético que produce incomunicación, una oscuridad gratuita fundada en la erudición narcisista.
No se trata de hacerlo fácil sin respetar la profundidad de las ideas. Si bien para acceder a su comprensión se deben sortear los inconvenientes naturales del manejo de la reflexión, urge considerar lo experiencial para sostener lo conceptual. A través de la instancia interior de la experiencia se reconocen los principios que rigen la realidad. Solo por dar un ejemplo, el ser espiritual es una experiencia cuyo reconocimiento transforma al sujeto. Esto requiere práctica que alumbre, no es cuestión de sentarse a esperar que alguien la provea desde afuera de nosotros mismos.

«En todo hombre y en toda sociedad hay un oriente, un origen, una luz matutina y un occidente, un crepúsculo, una luz vespertina. El hombre se orienta iluminado por la luz matutina y camina por la vida descubriendo los senderos que pisa en virtud de esa luz incorporada. Nos hace falta una sabiduría divina y humana a la vez. El equilibrio se ha desplazado hacia teocentrismos deshumanizantes o hacia antropocentrismos degradantes. Debemos superar la fragmentación de la vida sin caer en la indiscriminación de una luz deslumbrante o de unas tinieblas ofuscadoras.
El auténtico conocimiento no tiene término, pues es un constante nacimiento. Cuando se aprisiona el conocimiento en lo conocido se lo vuelve inmutable.» (Raimon Pannikar)

Cuando en algún momento siento que me pierdo a mí misma, voy al encuentro de alguno de esos libros que iluminan, que estimulan el cultivo de la interioridad sin ceñirse a un guión como imposición. Constituyen en sí mismos una invitación a silenciar el ruido y se convierten en compañeros de ruta a los que acudo para vigorizarme. Uno de ellos es Anam Cara, de John O´Donohue: «Para el ojo que juzga todo está encerrado en marcos inamovibles. Cuando mira hacia el exterior, ve las cosas según criterios lineales y cuadrados. Siempre excluye y separa, y por eso jamás mira con espíritu de comprensión o celebración. Es igualmente severo consigo mismo. Solo ve imágenes de su interioridad atormentada proyectadas hacia el exterior desde su yo. El ojo que juzga recoge la superficie reflejada y llama verdad a eso. No posee el don de perdonar ni la imaginación suficiente para llegar al fondo de las cosas, donde la verdad es paradójica. El corolario de la ideología del juicio superficial es una cultura que se basa en las imágenes inmediatas.»

 

Shamatha en la tradición budista.

Por  el Maestro Alan Wallace.
Como resultado del genocidio perpetrado contra las culturas budistas de Asia durante el siglo XX a manos de los varios regímenes comunistas, y toda la agitación de la publicidad del materialismo científico, se ha puesto en peligro la propia supervivencia del Budismo Mahayana en particular. Así, para muchos de sus seguidores, la preservación de la vitalidad de la tradición Mahayana en el mundo moderno es de la más alta prioridad. Hay varias formas de preservar esta tradición. Externamente, la creación de imágenes del Buddha, la traducción y publicación de las enseñanzas budistas, y la construcción de Stupas son formas de preservar las representaciones el cuerpo, habla y mente del Buddha.Todas son expresiones de devociòn. En una ocasión, Dromtönpa (1005-1064), el principal alumno tibetano de Atisha, el gran maestro budista indù, se encontró con un hombre involucrado en varios tipos de practica devocionales. Él le dijo “es muy bueno que te apliques a las practicas devocionales, pero es mejor practicar el Dharma”.
Para preservar su tradición, muchos budistas en la actualidad establecen como la más alta prioridad el enseñar y estudiar los textos budistas. Cuando Dromtönpa se volvió a encontrar con el mismo practicante, lo encontró aplicado al aprendizaje de las escrituras, a lo que él (Dromtönpa) respondio, “Es muy bueno estudiar textos, pero es mucho mejor practicar el Dharma”.
En orden de preservar el verdadero significado del Budismo, hoy en día muchos practicantes sinceros se aplican meses o incluso años a la meditación, practicando atención plena muchas horas al día, o entrando en el retiro de tres años en el cual practican una variedad de meditaciones del Vajrayana. Cuando Dromtönpa por tercera vez se encontró con el mencionado practicante, lo encontró inmerso en meditación, a lo cual él le replico, “Es muy bueno que practiques meditación, pero es mucho mejor practicar el Dharma”.
La manera esencial de hacer que la mente de uno se vuelva el Dharma es realizar la irreversible Bodhichitta y por tanto alcanzar el estado inicial del camino de la acumulación del Mahayana, el primero de los cinco caminos que llevan a la perfecta Iluminación. La Bodhichitta se vuelve irreversible, cuando está basada en el insight (visión clara interna) adquirido por las cuatro aplicaciones cercanas de la atención plena, transformando así “Bodhichitta como tierra” en ·Bodhichitta como el oro”. Basada en shamatha, Bodhichitta e insight, la practica Vajrayana de cierto que puede realizar la perfecta Iluminación en una vida. Pero sin dichas bases en la estabilidad mental, compasión y sabiduría, hablar de la Budeidad en esta o cualquier vida, no es nada más que propaganda.
Para realizar autentica Bodhichitta y convertirse en un Bodhisattva, muchos de los grandes académicos en la tradición Budista han enseñado que la mente debe ser hecha útil para la práctica espiritual realizando shamatha, específicamente el acceso al primer dhyana (estabilización meditativa). Aunque no hay total consenso en este punto, todos concuerdan que una mente muy propensa al desbalance atencional de excitación y laxitud es inadecuada para realizar los sublimes estados de Bodhichitta en vipashyana (visión contemplativa). Así por lo menos el desarrollo parcial de shamatha es esencial para desarrollar ambos.
La estructura fundamental de la práctica Budista, común a todas las escuelas del Budismo, consiste en las tres fases secuenciales de ética, samadhi y sabiduría. En el contexto de estos tres “altos entrenamientos”, samadhi se refiere no solo al desarrollo de la atención unifocada, sino que también a otros aspectos del desarrollo mental, incluyendo los cuatro Inconmensurables (Amor, Compasión, Alegría, y Ecuanimidad), Renuncia, y en el contexto del Budismo Mahayana, la Bodhichitta.
Entre todas las enseñanzas del Buddha registradas en el canon Palì, la práctica de shamatha más comúnmente enfatizada, es la atención plena en la respiración (anapanasathi- palì), particularmente para personas cuyas mentes están muy agitadas por pensamientos involuntarios. Comparados con los indios del tiempo del Buddha, o lo tibetanos nómades que viven hoy en día, la mayoría de nosotros puede verse grandemente beneficiada de tales prácticas, las cuales están específicamente diseñadas para gente como nosotros! El Buddha dijo de esta práctica. “Justo como en el último mes de la temporada calurosa, cuando una masa de polvo y suciedad se arremolina y una gran nube de lluvia fuera de temporada se dispersa y sofoca en el acto, así mismo la concentración de la atención plena en la respiración cuando desarrollada y cultivada, es pacífica y sublime, un reposo de ambrosia, dispersa y sofoca en el acto los estados negativos donde quiera que surja”. La propia naturaleza de tal práctica ayuda no solo a traer calma y alegría a la mente, sino que también ayuda a reforzar nuestro “sistema inmunológico psíquico”, haciendo a la mente menos vulnerable a las aflicciones mentales.
Generalmente, el cultivo de shamatha lleva a la liberación de los cinco oscurecimientos de (1) laxitud y letargo, (2) incertidumbre, (3) malicia, (4) excitación y culpa, y (5) deseo sensual. El Buddha dijo “ Mientras los cinco oscurecimientos no sean abandonados uno se considera así mismo , endeudado, enfermo, esclavizado y perdido en un desierto”. Los contemplativos budistas indios descubrieron que estos cinco oscurecimientos son contrarrestados por los cinco factores de la estabilización meditativa. Específicamente (1) el examen de los fenómenos burdos contrarresta la laxitud y letargo, (2) la investigación aguda contrarresta la incertidumbre, (3) el bienestar contrarresta la malicia, (4) la bienaventuranza contrarresta la excitación y culpa, y (5) la atención unidireccional contrarresta el deseo sensual. Es fascinante notar que la práctica no discursiva puede ser efectiva para superar el deseo sensual y la malicia, de esta manera sirviendo como base para el desarrollo de renuncia y  la compasión.
La práctica de shamatha que no está motivada por la renuncia y la Bodhichitta podrìa resultar en nada más que en un alivio temporario del estrés y la agitación, e incluso tal vez lleve a un sentido de complacencia auto-centrado y a un renacimiento desafortunado. Con una motivación autentica, shamatha puede realmente incrementar la renuncia y la Bodhichitta, generando una gran inspiración para la practica espiritual. Bien motivada la practica enfocada en actividades externas incluyendo postraciones, circunvalaciones, y la recitación de mantras y liturgias, tendrá poco beneficio si la mente esta distraída. Como el Bodhisattva Shantideva de India escribió, “ El Omnisciente (Buddha Shakyamuni) declaro que todas las recitaciones y austeridades, aunque practicadas por largo tiempo, son en realidad inútiles si la mente esta aletargada en otra cosa.
La estructura del camino Mahayana consiste de las seis Perfecciones de generosidad, moralidad, paciencia, entusiasmo, estabilización meditativa y sabiduría. La práctica de shamatha está incluida en el cultivo de la estabilización meditativa (dhyana), y está basada en el desarrollo previo de las primeras cuatro perfecciones. Esto resalta la importancia de cultivar las bases éticas y estados mentales positivos para practicar, antes de buscar el logro de la concentración unidireccional.
Aproximadamente 1500 años después del Buddha (563 – 483 ac), el gran maestro budista indù Atisha (980-1054), compuso el primer” Lam-rim” o Enseñanzas sobre los Estadios del Camino, específicamente para los tibetanos. Esta estructura fue subsecuentemente adoptada por todas la escuelas budistas tibetanas, comenzando con Guru Yoga y culminando con la práctica de vipashyana. Para los tibetanos tradicionales criados en la cultura tibetana, con gran fe y buena comprensión del Budismo, Guru Yoga puede ser bien practicado al comienzo del camino por el bien de las muchas bendiciones que dicha práctica trae. Pero en el mundo moderno secular, un foco inicial en Guru Yoga, especialmente con énfasis en las perfectas cualidades del Guru, puede llevar a muchos problemas, al punto de que ha sido muchas veces discutido por el Dalai Lama. Para gente con poca fe o entendimiento, o para aquellos que son nuevos en el Budismo, tal vez lo mejor sea al principio enfocarse en el Guru como simplemente un representante o emisario del Buddha. Al aventurarse uno en la práctica Mahayana, uno podría ver al Guru como si él o ella fuera el Buddha. Finalmente basado en una profunda fe y entendimiento de las enseñanzas de la Naturaleza búdica y Vacuidad, uno podría enfocarse en la práctica Vajrayana viendo al Guru como siendo realmente el Buddha, mientras que simultáneamente se desarrolla orgullo divino y percepción pura de todos los fenómenos.
Aunque hay muchos métodos para el desarrollo de shamatha, cada uno con sus ventajas, dos métodos son particularmente enfatizados en la tradición Mahamudra (Gran Sello), debido a sus grandes ventajas para profundizar en la naturaleza de la conciencia. El Mahasiddha (Gran Realizado) Maitripa de India del siglo XI, el cual enseño a Marpa lotsawa (tibt. “el traductor”) y fundador del linaje Kagyu, describe a continuación, el primer método de enfocarse en los pensamientos:
“ En relación con la excesiva proliferación de conceptos, incluyendo los cinco o tres venenos, en torno a la dualidad sujeto – objeto, tales como las diez Virtudes, las Perfecciones – ya sea que sean positivos o negativos los que surjan – quieto y sin conceptos observa su naturaleza. Haciendo esto, se calman sin aferramiento-, claras y vacía conciencia surge vívidamente, sin aferramiento; surge en la naturaleza auto-liberada la que se reconoce a sí misma. De nuevo, dirige la atención a cualquier pensamiento que surja, y sin aceptación ni rechazo, permite que esta se reconozca su propia naturaleza. De esta manera aplica las instrucciones de la transformación de las ideas en el camino”.
Aquí están las instrucciones sobre el segundo método el cual se enfoca en la ausencia de pensamientos: “Con el cuerpo poseyendo los siete atributos de Vairochana (posición del loto), siéntate sobre un almohadón suave en una habitación solitaria y oscura. Vagamente dirige los ojos a la vacuidad enfrente de ti. Observa que las tres conceptualizaciones de pasado, presente y futuro, así como también pensamientos positivos, negativos y neutros, juntos con todas sus causas, la unión y disolución de los pensamientos de los tres tiempos, se cortan por completo. No traigas pensamientos a la mente. Deja que la mente sea clara y vacía como un cielo sin nubes, desprovista de aferramiento y establecida en la Vacuidad Última. Por hacer así, surge el regocijo, la claridad y la no conceptualidad de la quintaesencia (quietud) de shamatha. Examina el apego, odio, dependencia, aferramiento, letargo o excitación y reconoce la diferencia entre virtudes y vicios”.
Hay dos aproximaciones tradicionales al Camino. Una implica primero adquirir la doctrina budista mediante el entendimiento, incluyendo la visión de la Vacuidad, y con esa base dedicarse a la meditación. De acuerdo con esta tradición, uno practica shamatha solamente después de haber estudiado el shastra (tratado) de Maitreya (el Buddha del futuro) “El Ornamento de la Clara Realización”, revelado a Asanga (315 – 390 filosofo), y luego uno practica vipashyana solo después de estudiar cuidadosamente el “ Suplemento al Camino del Medio” de Chandrakirti (600-650 filósofo y abad de Nalanda). De acuerdo con la segunda tradición, uno puede buscar la visión de la Vacuidad en base de haber realizado shamatha primero. En su texto “La Vía de los Jìnas: un Texto Raíz en la Preciosa Tradición Geluk-Kagyu del Mahamudra”, Panchen Lobsan Chokyi Gyaltsen (1570–1662, el 4to Panchen Lama), tutor del 5to Dalai Lama (1617 -1682) ejemplifica la segunda tradición cuando él da a continuación la enseñanza esencial de shamatha, en la cual sintetiza los dos métodos citados más arriba por Maitreya:
“De los dos enfoques, buscar meditar sobre la base de la visión y la búsqueda de la visión sobre la base de la meditación, lo que sigue es conforme a este último enfoque. En un cojín cómodo para el cultivo de la estabilidad meditativa, asume la postura de siete puntos y con la respiración en nueve puntos limpia las energías vitales rancias.
Cuidadosamente distingue entre la pureza radiante de la conciencia y sus contaminaciones, y con una mente virtuosa prístina comienza por tomar Refugio y cultivar Bodhichitta. Medita en el camino profundo de Guru de Yoga, y después de hacer cientos de súplicas sinceras, deja que el gurú se disuelva en ti mismo.
No modifiques la naturaleza de las apariencias evanescentes con pensamientos tales como las esperanzas y miedos, pero descansa por un tiempo en la meditación ecuánime e inquebrantable. Este no es un estado en el que tu atención se ha quedado en blanco, como si se hubiera desmayado o dormido. Más bien, coloca al centinela de la atención sin distracciones y enfócate en la introspección de los movimientos de la conciencia. Enfócate de cerca en su naturaleza de cognoscencia y luminosidad, obsérvala desnuda. Cualesquiera sean los pensamientos que surjan, reconócelos a cada uno. Alternativamente, como un participante en un duelo, corta completamente cualquier pensamiento que surja; cuando hay silencio después de que se hayan desvanecidos, relájate libremente, pero sin perder la atención. Como se dice, «Enfoca de cerca y relaja libremente – es allí donde la mente se establece”. Relájate sin vagar, como dice el dicho:»Cuando la mente está enredada en el ajetreo sin duda se libera a sí misma».
Cuando sea que surjan pensamientos, si se observa su naturaleza, naturalmente desaparecen y surge una clara vacuidad. Del mismo modo, si la mente es examinada cuando todavía está quieta, se percibe un vivo, despejado y luminoso vacío que es percibido y conocido como la fusión de la quietud y el movimiento. «Cualquiera que sean los pensamientos que surjan, no los bloquees, pero reconoce sus movimientos, céntrate en su naturaleza, como un pájaro enjaulado en un barco. Sostén tu conciencia como en el dicho: «Como un cuervo que vuela desde un barco, da círculos alrededor, y se posa a bordo una vez más.»
La naturaleza de la meditación estabilizada no es oscurecida por nada, es límpida y clara. No establecida como cualquier cosa física, es un claro vacío como el espacio. Permitiendo que cualquier cosa surja , esta vívidamente despierta. Tal es la naturaleza de la mente. Esto es considerado como percepción directa, sin embargo, no puede ser definido como «esto» o demostrado en palabras. Lo que sea que surja, descansa libremente, sin aferrarse: «hoy en día, en su mayor parte, los contemplativos de Tibet lo proclaman uniformemente, como un consejo practico para lograr la Iluminación. Sin embargo, yo, Chökyi Gyaltsen, declaro que esto se trata de un método excepcionalmente hábil para los principiantes para lograr la estabilidad mental y para identificar la naturaleza relativa de la mente «.
La naturaleza relativa de la mente es pura luminosidad y conocimiento, que son las características que definen a la conciencia. El Buddha también se refirió a esto como la señal (nimitta) de la mente. Él declaró que si uno cultiva las cuatro aplicaciones de la atención cercana sin que la mente se concentre y sin haber abandonado las impurezas, uno no va a reconocer la naturaleza esencial de la mente. Estas enseñanzas sobre shamatha proveen una base no sólo para el cultivo de los Cuatro Inconmensurables y la Bodhichitta, sino también para el cultivo del «insight» a través de las prácticas fundamentales de las cuatro aplicaciones de la atención plena.

De los recuerdos como postales del pasado

El camino de regreso a uno mismo está sembrado de soledad y silencio. La quietud cala hondo señalando la dirección. Las palabras y las imágenes se vuelven recuerdo que evoca una vida que ya no existe pero está impregnada de lo que nos constituye.

A veces aparece cierta melancolía o alguna nostalgia de la mano de un recuerdo de lo que fue y de cómo debería ser hoy en consecuencia, pero enseguida uno siente la compensación de la vida a través de la lucidez natural y cierta claridad sobre lo que ya no es para uno. Como un recordatorio de nuestros apegos nos vemos en el espejo y podemos distinguir que ya no somos ese protagonista del recuerdo sino otra edición. Cierta ficción en el relato, se convierte entonces, en el filtro imprescindible para suavizar las luces con las que vemos los recuerdos de la vida propia.
Algo de madurez se deja ver cuando ya no somos todo lo innecesariamente rigurosos que alguna vez fuimos.

Que tengas la sabiduría de evitar la falsa resistencia.
Que cuando el dolor toque tu puerta seas capaz de vislumbrar sus frutos.
Que la gracia de la aceptación cure tus heridas.
Que una luz oblicua entrando por la ventana siempre te sorprenda.
Que despiertes al misterio de estar aquí y comprendas la silenciosa inmensidad de tu presencia.

De la serenidad y el mundo detrás de la ilusión.

¿Somos capaces de estar con la mente serena y tranquilamente alerta en la contemplación de lo que sucede en ella?

Disfruto de pasear temprano en las mañanas de verano, sentir el olor del rocío y la calidez del sol aún oblicuo. Solo caminar sin horario ni destino, atenta a lo que encuentro a mi paso, observando mis reacciones calmadamente. Observarlo todo afuera y adentro, descubrir en la naturaleza externa mi propia naturaleza interna en comunión. Observarme y observar en silencio sin teorías de por medio la belleza que todo lo inunda.

Es una práctica vital que viene acompañada de una paz profunda, que no juzga con filtros, que desmenuza en una observación despojada el movimiento, la danza de pensamientos y sentimientos. La vida me ha enseñado que hay una sabiduría que no encontraré en los libros, que debo reconocer y experienciar desde mi interior, sin salir de mi casa sino afincada firmemente en ella para poder así experimentar el mundo entero detrás de la ilusión.

Quiero escribir acerca de la luz,
pero no sé si las palabras
pueden iluminar del mismo modo
con que ella brilla en las ramas de los árboles,
en las alas de las aves,
y hasta en las cosas rotas,
devolviéndoles a los seres su belleza.

¿Acaso pueden las palabras hilar sustancia
desde el esplendor o el ocaso?
¿Pueden las palabras halagar
la celebración de pájaros ya cansados de la noche?
¿Pueden las palabras entibiar la superficie
de piedras y dolores?
¿Pueden las palabras revelar la riqueza
de cosas abolladas y mundanas?
No lo sé.

Pero si queremos escribir un mañana
que sea mayor que nuestras heridas,
podríamos usar nuestras palabras como bendiciones,
y recordar los gozos dentro del quebranto,
los comienzos dentro de cada final,
y la belleza dentro de todas las cosas.

(Bernardette Miller)

 
 

 

Del horizonte de sentido y la realidad cotidiana.

La Verdad (con mayúscula inicial, como les gusta escribirla a aquellos que creen que la tienen) no puede ser secuestrada por pretensión alguna de totalidad manifestada en un camino, tradición o religión. Nadie puede apropiarse de ella y arrogarse el conocimiento absoluto de lo misterioso y trascendente. La experiencia espiritual auténtica y transformadora no cierra la mente sino que la abre y nos vuelve hacia la vida en todas sus facetas. Sin dominancia y con humildad frente al corazón de la realidad.
Dice bellamente el teólogo y antropólogo Javier Melloni Rivas: Las religiones son las copas; la espiritualidad, el vino; las creencias, las denominaciones de origen de cada vino, y la mística es beber de ese vino hasta embriagarse. Cuando se confunde la copa con el vino y el vino con la experiencia de beberlo es cuando surgen los conflictos. ¿Son necesarias las copas para beber el vino? Unos considerarán que sí, y serán practicantes de una determinada tradición. Otros preferirán beber el vino directamente de la bota, con el riesgo de que se les escape entre las manos o no sepan ponerle límite. Lo característico de nuestro tiempo es que cada cual es libre y responsable de sus propias decisiones, sin amenazas que nos infantilicen.”
El silencio nos hace conscientes de nuestra autopresencia en la misteriosa y escurridiza realidad. Conectar con la naturaleza de cada cosa nos hace vivir lo cotidiano en paz, con la comprensión de ese «latido» que todo lo habita, simplemente aceptamos y agradecemos.
Una nueva configuración de lo que somos emerge cuando nos volvemos porosos a la dimensión espiritual de nuestra existencia. La atención consciente nos muestra la pequeñez y grandiosidad, la paradoja y la interconexión de todo lo que existe. Que cada momento sea una oportunidad y una celebración depende solo del compromiso diario con nuestra propia salud espiritual. La vida es mucho más que lo que se ve, lo que carece de sentido en vivirla de cualquier manera.
Hoy necesitamos de una mística cósmica, mística de los ojos y oídos abiertos sobre la realidad.” (Leonardo Boff, filósofo y teólogo brasileño)

De la paz de las preguntas y la soledad habitada.

Habita en la naturaleza una delicada soledad. Una sabiduría amable que es afín a nuestra discreta timidez. La costa del mar con su sincronizado movimiento deleita la mirada humana. Nos seduce y atrapa. A la mente desconcertada le agrada pasear por la playa e impregnarse de ese ritmo con el que el mar llega y retrocede. Libera los nudos que crea el pensamiento. Los suelta y armoniza para que ocupen su lugar. Es la paz invisible que se hace visible y nos renueva cuando tomamos conciencia de lo eterno y lo impermanente, de la profunda afinidad que existe en el reflejo del silencio.

No se trata de convertirse en alguien solitario sino de aprender a vivir dentro del silencio de la propia soledad. De renunciar a los mundos que no nos pertenecen y estar en paz. La soledad no es un peso, es el umbral de una conexión profunda con todas las cosas.
El error es sentirse aislado. Todo espera por nosotros. Incluso en el momento más inesperado podemos captar la grandiosa diversidad, la extraordinaria presencia que acompaña y acoge nuestro propio tono. La atención se convierte entonces en la disciplina oculta de la familiaridad.

» Sentirte abandonado es negar la intimidad de tu entorno.» (David Whyte)

La vida adquiere la forma en que habitamos nuestros días, horas y momentos. La vida es movimiento y el despliegue de nuestros anhelos más íntimos le ponen el ritmo. Si vivimos replegados en algún confín del alma, no es raro que la vida se convierta en pura hostilidad. Es nuestra tarea reconocernos y reconvertir las formas en que nos vinculamos para notar lo asombroso de este mundo que constituimos y nos constituye. Nadie puede hacernos el favor de hacerlo por nosotros.

Podemos formularnos muchas clases de preguntas. Las hay estériles y fértiles, para eruditos y para gorriones. Las hay estimulantes e inútiles, están las retóricas que patean tachos y las que demandan respuesta con su urgencia. Pero hay algunas que son un despertador convertidas en poesía.
Los Gansos Salvajes
¿Quién hizo al mundo?
¿Quién hizo al cisne, y al oso negro?
¿Quién hizo a la langosta?
Esta langosta, quiero decir-
la que acaba de lanzarse desde el pasto
la que come azúcar de mi mano,
la que mueve sus mandíbulas
hacia atrás y hacia adelante,
en vez de arriba y abajo-
la que mira a su alrededor con sus ojos
enormes y complicados.
Ahora levanta sus pálidos antebrazos
y se lava la cara meticulosamente.
Ahora abre las alas de un brinco, y se va flotando.
Yo no sé qué es exactamente un rezo.
Sí sé prestar atención, sé cómo caerme
sobre el pasto, cómo arrodillarme en el pasto,
cómo ser ociosa y bendita, cómo pasear por los prados
que es lo que he estado haciendo todo el día,
Dime, ¿qué debiera haber hecho?
¿No es que todo muere al fin, y demasiado pronto?
Dime, ¿qué piensas hacer tú
con tu vida única,
salvaje, preciosa?
(Mary Oliver)

Del sendero como meta, la sabiduría y la compasión.

¿Qué hace falta para emplear la vida que se nos ha dado en hacernos más sabios, en vez de atascarnos más? ¿Cuál es la fuente de sabiduría a nivel personal e individual?

En la medida en que comprendemos las enseñanzas, la respuesta a estas preguntas parece estar relacionada con llevar hacia el sendero todo aquello con lo que nos encontramos. Cada cosa tiene su base natural, su camino de desarrollo y su florecimiento. Esto equivale a decir que cada cosa tiene un principio, un medio y un final. Pero también se dice que el sendero es tanto el terreno de base como el florecimiento. Por eso a veces leemos: «El sendero es la meta.»

Este sendero tiene una característica distintiva: no está prefabricado, no existe todavía. El sendero por el que caminamos es la evolución momento a momento de nuestra experiencia, la evolución momento a momento del mundo fenoménico, la evolución momento a momento de nuestros pensamientos y emociones.

El sendero no es la ruta 66 con destino a Los Ángeles. No podemos sacar el mapa y planificar que este año llegaremos a Gallup, Nuevo México, y que quizá para el 2001 lleguemos a Los Ángeles. El sendero no está dibujado. Viene a la existencia momento a momento, y al mismo tiempo desaparece detrás de nosotros. Es como ir sentados en un tren mirando hacia atrás. No podemos ver hacia dónde vamos, sólo vemos dónde hemos estado.

Esta enseñanza es muy estimulante porque dice que la fuente de la sabiduría es lo que nos pasa hoy. La fuente de la sabiduría es cualquier cosa que nos pase en este mismo instante.

Siempre estamos en cierto estado de ánimo; podemos estar tristes o enfadados y podemos estar en un estado no muy concreto, en una especie de bruma. También podemos estar alegres y divertidos. En cualquier caso, sea cual sea nuestro estado de ánimo, ése es el camino.

Cuando algo nos duele en la vida no solemos pensar que ése sea nuestro camino y la fuente de nuestra sabiduría. De hecho, pensamos que estamos en el camino para librarnos de esa sensación dolorosa. («Cuando llegue a Los Ángeles ya no me sentiré así.») Al mismo nivel en que queremos librarnos de nuestros sentimientos y sensaciones, cultivamos inconscientemente una sutil agresión contra nosotros mismos.

Sin embargo, el hecho es que cualquiera que haya empleado los momentos y días y años de su vida en llegar a ser más sabio, más bondadoso y a sentir más el mundo como su hogar, ha aprendido de lo que ha ocurrido justamente ahora. Podemos aspirar a ser bondadosos justo en este momento, a relajarnos y a abrir nuestro corazón y mente a lo que hay frente a nosotros justo en este momento. El momento es ahora. Si hay alguna posibilidad de iluminarnos, es justamente ahora, no en cualquier momento futuro. El momento es ahora.

El único tiempo que existe es el ahora. Nuestra forma de relacionarnos con él crea el futuro. En otras palabras: para ser más alegres en el futuro debemos aspirar y esforzarnos por estar alegres en el presente. Lo que hacemos se acumula; el futuro es el resultado de lo que hacemos ahora mismo.

Si nos metemos en un lío, no hemos de sentirnos culpables. Más bien, podemos reflexionar sobre el hecho de que nuestra forma de relacionarnos con ese lío sembrará las semillas de nuestra forma de relacionarnos con lo que ocurra a continuación. Podemos hacernos desgraciados o podemos hacernos fuertes, la cantidad de esfuerzo es la misma. Ahora mismo estamos creando nuestro estado mental de mañana, por no hablar de esta tarde, de la próxima semana, del próximo año y de todos los años de nuestra vida.

A veces nos encontramos con alguien que parece sentir un gran bienestar y nos preguntamos cómo lo logra esa persona. Nos gustaría sentirnos así. Ese bienestar a menudo es el resultado de haber sido lo suficientemente valiente para estar plenamente vivo y despierto en cada momento de su vida, incluyendo los momentos tristes, los tiempos oscuros, todas las ocasiones en que las nubes cubrían el cielo. Gracias a nuestro buen ánimo podemos estar dispuestos a relacionarnos directamente con lo que está ocurriendo con precisión y delicadeza. Esto es lo que crea el buen ánimo fundamental, la relajación fundamental.

Cuando nos damos cuenta de que la meta es el sendero, surge un sentido de que Todo es trabajable. Trungpa Rinpoche dijo: «Hay que considerar como parte del sendero cualquier cosa que ocurra en la mente confusa. Todo es trabajable. Esta es una proclamación intrépida, es el rugido del león.» Podemos considerar todo lo que ocurre en nuestra confusa mente como el sendero. Todo es trabajable.

Si nos encontramos en lo que parece ser una situación dolorosa o deteriorada y nos preguntamos, «bien, ¿cómo puede esto ser parte del camino?», podemos recordarnos la instrucción que dice que lo que parece indeseable en nuestras vidas no tiene por qué ponernos a dormir. Las circunstancias aparentemente indeseables de nuestras vidas no tienen por qué desatar nuestras reacciones habituales. Podemos dejar que nos muestren dónde estamos y que nos recuerden que las enseñanzas favorecen la precisión, la delicadeza y el amor bondadoso en cada momento. Cuando vivimos así, a menudo (quizá constantemente) nos sentimos en un cruce de caminos, sin saber nunca qué tenemos por delante.

Esta forma de vivir es insegura. A menudo nos vemos en un dilema: ¿qué debería hacer con el hecho de que alguien está enfadado conmigo? ¿Qué debo hacer con el hecho de que estoy enfadado con alguien? Básicamente, la instrucción señala que no debemos tratar de resolver el problema, sino preguntarnos cómo hacer que esa misma situación nos despierte todavía más en lugar de acunarnos en la ignorancia. Podemos usar una situación difícil para animarnos a dar el salto, para dar el paso que nos ponga en esa situación de ambigüedad.

Esta enseñanza es aplicable incluso a las situaciones más horrendas que la vida pueda depararnos. Jean-Paul Sartre dijo que había dos maneras de ir a la cámara de gas: libre o sin libertad. Esta es nuestra elección a cada momento. ¿Nos relacionamos con nuestras circunstancias con amargura o con apertura?

Por eso se puede decir que cualquier cosa que pase puede ser considerada parte del camino y que todas las cosas, no sólo algunas de ellas, son trabajables. Esta enseñanza es una proclamación intrépida de lo que es posible para la gente ordinaria como tú y como yo.

Vivimos momentos difíciles y se puede sentir claramente la posibilidad de que las cosas empeoren todavía más. Trungpa Rinpoche expuso muchas enseñanzas relacionadas con la elevación y la mejora de la sociedad. Impartió instrucciones intrépida y apasionadamente para producir una era de coraje en la que la gente pueda experimentar su bondad y abrirse a los demás. En la medida en que he entendido estos consejos con el corazón, ahora puedo transmitirte parte de ellos. Mi deseo es que puedan enraizarse y florecer para beneficio de todos los seres sensibles, ahora y en el futuro.

Pema Chodron

De la verdad las cosas y sus vías de acceso.

Si la verdad no es la experiencia directa de uno, entonces la vida misma, tarde o temprano, expondrá cualquier hipocresía. No hay método, categorización ni cronología posible a la hora de encontrarse con la verdad. Para aquel que sabe, nada ocurre. En el espejo de la indagación no hay contradicción ni conflicto entre el camino del amor y el camino de la sabiduría. La mente despierta respeta toda las formas de ser, todas las formas de devoción, todas las religiones, sin juicio ni rechazo, sabiendo que todas emanan como expresiones del origen único.

En India existe el dicho: “Si te entra una espina en el pie, puedes usar una segunda espina para sacar la primera. A continuación, deshazte de ambas”.

LA PEQUEÑA OLA PERDIDA

Érase una vez una pequeña ola que se sentía cansada e inquieta, desgastada por el ir y venir entre el horizonte y la costa. Un día oyó hablar de un Gran Océano, donde no había que deambular inquieta a merced de las mareas, donde todo estaba tranquilo y lleno de amor. En ella surgió un gran deseo de encontrar ese lugar pacífico, pero no sabía por dónde empezar.

-¿Sabes el camino hacia el Gran Océano? –preguntó a las otras olas que pasaban.
Otra ola, una Anciana muy cargada de algas, le dijo:
-He oído hablar de ese Océano, pero está muy lejos, y harán falta muchas vidas para llegar a él.
Otra ola comentó:
-He oído que si somos olas muy bondadosas y amables, y si vivimos vidas muy, muy buenas, entonces, cuando morimos, nos encontraremos en el Gran Océano.
-Todas estáis erradas, ese Océano no existe –añadió cínicamente una ola ondulante.
-¡Oye! ¡Ven conmigo! –le llamó una ola fresca con voz amistosa-. Conozco a una ola sabia que ha estado en el Gran Océano y lo conoce bien. ¡Te la presentaré!
Y salieron para allá.

Al irse, otra ola refunfuñó:
-¡Niños locos! ¿Por qué desperdiciar tanta energía buscando lugares míticos? ¿Por qué no contentarse con lo que tienes?
Pronto llegaron a la morada de la ola sabia.
-Por favor, ola sabia, ¿puedes mostrarme el Gran Océano? –imploró la pequeña ola.
La ola sabia se echó a reír en profundas y cálidas ráfagas que salpicaban la superficie del agua.
-¿Qué imaginas que es el Gran Océano, hija mía?
-He oído que es un lugar maravilloso, lleno de belleza y alegría, que allí hay amor y paz duradera –tembló la pequeña ola.
La ola sabia siguió riéndose.
-Tú estás buscando el Gran Océano, amiguita, pero ¡tú eres el Océano mismo! ¡Qué divertido que no seas consciente de ello!
Esto confundió todavía más a la pequeña ola y la enfadó un poco.
-¿Cómo es posible? No veo ningún océano. Lo único que veo son olas, olas y más olas.
-Eso es porque tú crees que eres una ola –sonrió la ola sabia.
Al oír esto, la pequeña ola chocó con frustración contra una roca cercana.
-¡No entiendo nada de lo que dices! ¿Puedes enseñarme el Gran Océano, sí o no? –presionó impaciente.
-De acuerdo, de acuerdo, amiguita determinada –dijo la ola sabia- pero, antes de eso, ¿te importaría sumergirte y masajearme mis pies doloridos?
La pequeña ola se sumergió… y desapareció como ola.
En ese momento, descubrió que el Gran Océano no era diferente de ella misma –que, de hecho, ella misma era el Gran Océano mismo-, ¡simplemente había estado soñando que era una ola suelta!
Sabiendo esto, disfrutó del juego de bailar como todas y cada una de las olas, con una alegría inmensa e interminable.
(Mooji)